Imagínese usted que llega a Barajas, y después de perderse y encontrar la salida de la temible T-4, tras esa inhóspita puerta de cristal y hormigones grises descubre que no hay ni un maldito taxi que lo saque de tan moderno lugar en medio de la nada. Y quien dice Barajas dice El Pratt, o la estación de Atocha... o la estación de Renfe en Cádiz, que por no tener no tiene ni nombre siquiera. ¿Verdad que en esos sitios estas cosas no pasan? Sólo en Cádiz, ay, y ese es el comentario que hicimos los pasajeros que nos encontramos esa situación, hace hoy ocho días.
Tanto que nos ufanamos de querer ser una ciudad para el turismo y nos quejamos de que los comercios cierran a la hora en que pasean los turistas, pero la cosa no para ahí. Viene usted en tren desde la quinta puñeta, cargadito de maletas como si fuera un émulo de Willie Loman, deseando quitarse los zapatos cuando llegue a casita, o al hotel, después de haber estado viendo documentales rancios o películas que no puede oír bien porque el pinganillo se estropea cada dos por tres (a ver si en el futuro sucedáneo de AVE funciona mejor la megafonía que en el Altaria), y nada más desembarcar en ese pedazo de estación que tenemos, bastante por encima de la media de las estaciones de Andalucía, Sevilla aparte, se da en toda la boca con la dura realidad: en la estación no le espera ningún taxi.
No hay excusa: los trenes de largo recorrido, que suelen ser donde nos lastramos de maletas, más o menos llegan puntuales a su hora, gracias al cielo. Pero nada. Las tres y tres minutos de la tarde, el domingo pasado, final de un puente. Un mísero taxi que recoge a su único pasajero y se larga y deja allí a otras veinte o treinta personas esperando, con la promesa de avisar por radio de que envíen más. Y más de treinta personas esperando que acabaron desesperadas. Porque allí no aparecía ningún taxi, por más que los pasajeros llamaban una y otra vez a centralita. Veinte minutos más tarde, muchos seguían allí, bajo un sol de justicia. De la centralita, por cierto, nos pusieron como excusa una mentira propia de la campaña electoral que acabamos de dejar atrás: “Es que ha llegado el tren y hemos enviado cuarenta o cincuenta servicios”. Ja, nos dijimos todos, que habíamos bajado del susodicho y echado a correr hacia la inexistente parada por si las moscas: allí nunca hubo más que un taxi en su momento. No sabemos si llegó la flota prometida varias veces, porque la solución fue cargarnos las maletas al hombro y atravesar esa larguísima zona de nadie que separa la estación de la ciudad, una zona que parece Sarajevo, de tanta valla y tanto bache. Inconcebible
Lo malo es que no se trata de un caso aislado. Lo malo es que las tres de la tarde de un domingo pueden ser igual de inhóspitas que las nueve y pico de la noche de cualquier día de la semana; amplíenlo ustedes una noche de invierno, y pónganle de efectos especiales un poquito de lluvia. Lo malo es que la estación tiene un acceso incómodo, dificilísimo, y que con la obra eterna y las polémicas de los derribos de edificios tapón y las remodelaciones de la plaza nadie parece querer reconocer que tenemos un déficit gigantesco a la hora de facilitar el transporte de los viajeros que embarcan y desembarcan.
Cuando dentro de un par de años los accesos a la estación se resuelvan, no estaría de más que desde el Ayuntamiento se exigiera allí una parada de taxis permanente. Y hasta un servicio de microbuses si ustedes me apuran: no olvidemos que, por más que los taxistas sean empresas privadas, estamos hablando de servicios públicos, y no debe resultar muy difícil calcular que satisfacer la demanda no se reduce sólo a las madrugadas de botellona, sino que hay clientes en potencia que requieren transporte a otras horas. Servicio Público: eso es lo que significan la S y la P que llevan en la placa.
Nos jugamos que los turistas no vuelvan y que los que somos de Cádiz y regresamos a casa decidamos sacar billete de tren hasta San Fernando, a ver si allí sí hay taxis que nos lleven más prontito y no nos tengan esperando más tiempo del que se tarda en llegar en tren desde Jerez o El Puerto.
Publicado en La Voz de Cádiz el 10-03-08
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