Como ya saben ustedes, y si no lo saben aquí estoy yo para contarlo, he pasado el puente de Andalucía nada menos que en Granada, en el XIII Salón del Cómic que organizan los amigos de Veleta, en quienes parece que han recaído las actividades organizatiles de esto de los tebeos en nuestra región.
Como en el poema de Alberti que nos adjunta, entre desbroce de trolls, José Joaquín en uno de los post anteriores, yo nunca había ido a Granada. Al Salón de Granada, quiero decir, a la ciudad sí, no tantas como me gustaría. El que Cádiz y Granada, pese a lo que ustedes crean mirando un mapa, estén más separadas entre sí que Hilary Clinton y Condolezza Rice, y el hecho de que uno currela por cuenta ajena habían impedido que fuera nunca al salón. Este año, ya me lo advirtieron allá por octubre, no iba a tener excusa: el puente me daba cuatro días y bien podía invertir un puñado de horas en la ida y otras tantas en la vuelta.
Y así, en efecto, ha sido. Y, una vez de vuelta, uno no puede sino declarar aquí públicamente su admiración por el trabajo bien hecho de esta gente. Porque, verán ustedes, uno ha organizado tres hispacones y echado una manita en alguna otra, y sabe el trabajo que eso lleva. Y si en las hispacones nos movemos cuatro gatos, no les quiero contar la que tiene que ser organizar un salón de estas características, que crece día a día, que se llena de gente mañana y tarde, y además atendiendo a un puñado de invitados, trayéndolos y llevándolos, siempre con una sonrisa atenta y con la sensación de que te conocen desde hace media vida.
Se confirma, pese a que ellos se quejan creo que con razón del poco caso que les hacen, que el Salón de Granada es uno de los grandes puntos de encuentro de la historieta en España. No sólo por el tamaño del recinto, por el montonazo de stands, por las masas de gente que acuden (quizá más interesados en el disfraz y el baile japonés, pero esa es otra cosa), por las actividades lúdicas, sino por la calidad de los invitados y lo interesante de los encuentros con el público.
Total, que este humilde cronista y ex-guionista se ha pasado tres días codeándose y jopeando con gente de la talla de Brian Bolland, Jill Thompson, Brian Azzarello, Phil Jiménez, Enrique Sánchez Abulí, Joan Navarro, Sebas Martín, Carlos Ezquerra, Paul Naschy, y Juan Giménez y su encantadora esposa. Aparte de mi primo Carlos y mi sobrino Mateo Guerrero, claro. Y mi querido padawan, ya Jedi cinturón negro Cels Piñol y su no menos encantadora mujer. Y Víctor Santos, a quien no conocía pero que sé que ya era amigo mío desde hace mucho tiempo.
Ratitos divertidos, momentos entrañables, charlas de todo y nada: los cómics en muy segundo plano, en ocasiones. Charlas de motos, de aviones, de películas y música, de los hijos, de las casas, de algún robo ocasional sufrido, anécdotas con editores, discusiones sobre toros y flamenco (¡es imposible escapar del tópico!), de anécdotas de rodaje, de proyectos de futuro.
Quedan esos momentos entrañables: la timidez admirada de Bolland cuando se presentó a Juan Giménez ("¿Juan Giménez? My name is Brian Bolland. I am a cartoonist too"); los comentarios divertidos de Juan Giménez hacia su mujer, Silvia; nuestros intentos por enseñarle a Jill a bailar flamenco ("Take the apple..."); las dudas de Azzarello para cuando termine 100 Balas ("I don´t feel like doing Batman"); la alegría deslenguada de Sebas Martín, que alardea, y yo me lo creo, de saberse todos los chistes gays del mundo.
Lo curioso es que, vencida la timidez inicial, sé que prácticamente todos, al encontrarse con los otros grandes autores, sacan a relucir al fan que llevan dentro: impagable ver que a Juan Giménez le brillaban los ojos cada vez que mencionaba El Eternauta o a Francisco Solano López, y cuando recordaba haberse leído montones de novelas del padre de Abulí; o ver a Phil Jiménez intentando aprender español (y con un librito explicativo donde tenía frases hechas traducidas al inglés de puño y letra y que me parece que era más antiguo que la Cartilla Amiguitos), imagino que por aquello de su apellido. Me perdí (la edad no perdona) las partidas de futbolín de madrugada y la frustración de Bolland porque perdía siempre, y las bromas a costa de los tres puntos que dejó escapar el Barcelona y la cara de resignación de Navarro.
Volviendo al tema del cómic, recordar que las colas para que los dibujantes firmaran y abocetaran un personaje rapidito estuvieron siempre repletas (yo también firmé, por cierto, algunos libros y tebeos, pero a pie de mesa). Y las presentaciones de material por parte de dibujantes a los editores venidos de Vértigo y Lombard también estuvieron muy concurridas.
Lo dicho: que el Salón tiene un presente brillantísimo y un futuro imparable. Ya conozco algún proyecto de futuro para el año que viene, y me veo pidiendo un día de asuntos propios para no perderme nada... siempre que me inviten, claro.
O sea: Alejandro, Paco, Charlie, Amalia, Isi, Antonio el pulpeiro, Esther y todos los que me olvido: chapó.
O, lo que es lo mismo: con dos cojones.
Comentarios (11)
Categorías: Historieta Comic Tebeo Novela grafica