Desde el tren, y desde muy temprano, el cielo sobre el campo es una mancha gris de nubes translúcidas que a veces prestan al paisaje, en el horizonte, una gama de tonos difuminados más propios de un cuadro de Turner.
El viaje es lento, o por lo menos lo parece. Se me antoja que Granada está aún más lejana y sola que la también lorquiana Córdoba. Y entonces, entre valles y montes y casitas blancas y campos de ejércitos inmóviles de miles de olivos, sale el sol, fugaz, durante un instante.
Me sonrío. El tren acaba de pasar por Antequera.
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Categorías: Visiones al paso