Lo de meno era el dolor de pies, y de garganta, y los trigliséridos y el ásido úrico que tenía que está ya en órbita como la canción esa del John Lennon del changüi que me gusta oé. Qué semanita se habían echado los detestive encima. No le estrañaba a ninguno que las agrupaciones de caché y categoría se pegaran un guasnajapicábillete y se buscaran la vida por Sevilla o por donde fuera y se quitaran de las calles, que eso de morir por Cadi está mu bien pero lo mejón que tiene Cadi es pa vivirlo. Aro, unos cardan la lana y otros esperan a las rebajas.
Cónchile, que los furbolistas juegan un partío a la semana, por mucho que estrenen, pero ellos allí, ala, después del palisón del domingo y el lune, otra vez el marte por la noche, y el miércole, y el jueve, y el vierne. El sábado no, que estaban escarmentaos del otro sábado y quedaron tos en la peña pa haser la Primera Croquetada El Wiki, que ganó Pepe Monforte es-aequo con el consuegro de la Angelita, que había sido churrero en San José cuando en San José vendían churros. Y el domingo otra ve. No vea. Que si el vamo a escuchá, que si el paseíllo por las calle de Cadi haciendo gratis tipo y rellenando la fiesta que había días que estaba más vacía por dentro que un pionono caducao, que si en er Pópulo y tos maqueaos por si los sacaban en un video de La Vo (aunque el único que les hiso una afoto fue ese muchachito tan litri que se parese al Marichalá y no saca una foto enfocá), que si la consentrasión ilegá en la Torre Tavira, que si el vierne en la calle la Palma…
Eso no hay cuerpo que lo resista. Ni la alemana de la Orgasmus pudo con tanto cachondeo y tanto pipí, que dijo que tenía exámenes, aunque pa mí que era reconosimiento despué de tanto tute. Pero la verdá es que Juancarlo no paraba de desirle a tol mundo que lo quería escuchá que asín era como se vivía de verdá la fiesta: en la calle, por mucha mierda que hubiera y por mucho inconveniente que hubiera con los ruidos, los patosos, los guiris, los niñatos, los botelloneros, las viejas jartibles, los putos móviles que sonaban justo cuando llegaba el remate de la cuarteta o la rima en Logroño. El año que viene, vamo de Cinesito, dijo el Bizco, a ve si la gente hase caso y apaga los móvile en la calle, lachequelandao: se ve que el Bizco iba poco al cine, lo naturá, y eso que él veía las pelis dos veces y pagaba na más que una.
Pero lo peor de to no fue que estuvieran ya palarrastre, sin voz, con las gabardinas con más mierdansima que la del mismísimo Colombo (que no tenía parentesco ninguno con la consejala, que esa era mu mona, por sierto), y con las barriga que paresían de yeso, de la cantidá de almax que tuvieron que meterse entre pecho y espalda pa sobrevivir a tanta manzanilla, la que no se bebieron Los del Río, y tanto vinito de Chiclana. Lo peor de to fue que al Juancarlo allá por el vierne, en La Palma, mientras se repartían un papelón de cazón en adobo y otro de choco frito, le entró la macancoa. Y Torre, que lo conocía como si lo hubiera parío, empezó a temerse lo peor.
Y no, no es que subiera enamorao de la alemana, ni que se sintiera un poco desepsionao porque Modesto Barragán no lo sacó en el Canal Sur (y eso que se lo pidió en una carta a los Reye), ni que ya no pudiera ni con su sombra, qué va.
El Juancarlo había hecho cuenta, y como mucho, mucho, les quedaba el carnavá chiquito y, si acaso, echarse otra ve a la calle en agosto, a ver qué se le ocurría a Visente el de Fiestas, ese que paresía una versión joven de Felipe Gonzale, pero con las mismas canas.
O sea, que a Juancarlo el carnavá, como a tol mundo, le estaba sabiendo a poco. Y ya estaba barruntando, joíporculo, meterse en otra: Torre, picha, ¿tú sabe si en la cofradía nueva de los selesiano harán falta maniguetas?
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Categorías: Historias de Torre