De la bella plaza, tras los palacios e iglesias, vamos bajando la larga cuesta hacia otros castillos, otras torres, otras iglesias. Carmona, anoche. En la oscuridad, de abajo hacia arriba, gimiendo, pasa fugaz entre nosotros un galgo joven, las orejas gachas, todo el miedo del mundo en la mirada negra. No sabe dónde está, no sabe qué camino serpentea entre los bares, las cuestas, las terrazas. Este no es su sitio y el animal llora.
Y me explican que sin duda es la temporada de caza y algún amo desaprensivo, cuando ha visto que este perro no sirve, ha actuado, como muchos otros amos, en consecuencia, y lo ha abandonado en cualquier lugar: a éste en concreto quizá aquí, entre los palacios y las iglesias, entre las torres y las cuestas y los bares y las terrazas.
Donde no es su sitio. Donde lo devorará la noche y, quizá de madrugada, cuando encuentre la salida al laberinto, lo atropellará un coche que no lo verá a tiempo.
Un perro inservible, me explican con tristeza. Un amo insensible que confundió el amor con la ganancia.
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Categorías: Visiones al paso