Muy cerquita de la playa
recuerdo una bella tarde,
incomparable,
de primavera, de primavera.
El sol se estaba ocultando
y el mar iba acariciando
muy suavemente las escolleras, las escolleras.
Conducido por su dueño
se paseaba un gran perro,
de pura raza, sin rechistar,
hasta que un perrillo lo vio
y pronto se fue detrás.
El perro elegante
pegó dos o tres gruñíos pa que el perrillo no se acercara.
¿Quién será este chucho,
tan feo y tan flacucho,
que no le lavan nunca la cara?
Amigo, parece que en su lenguaje
el cachorrillo le contestó,
se te ve tu calidad
porque tienes un collar,
pero con cadena, ay, pero con cadena;
en tu boca hay un bozal
pa que no puedas ladrar,
a mí me das pena, a mí me das pena.
Callejero quiero ser
antes que ser el esclavo del capricho de un señor.
Libre, siempre libre,
y que el pan que yo me coma lo busque con mi sudor;
libre, siempre libre.
A él se acercó un chiquillo
que poco a poco, con sus caricias, lo fue calmando,
y así jugando, y así jugando,
entre los brazos se le durmió.
Tango de "Los cuentistas", el coro que La Viña nos trajo en 1995, con música de Antonio Martín, en el que su letrista, Antonio Miranda, se ajustó al tipo que aquel año representaba el coro lasaliano para relatarnos este bonito cuento protagonizado por animales, y con su moraleja incluída, en la mejor tradición de las fábulas clásicas.
Un saludo.
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