No creo que sea para tanto. Aunque Tim Kring haya tenido que reconocer (imagino que con la boca chica) algunos errores de estructura. A la segunda temporada de Héroes me refiero.
En cualquier caso, creo que existe en la tele de hoy (a la que, ay, me temo que poco le queda con la huelga de guionistas) un pequeño problema. Me refiero a la potenciación del arco por encima de la historia individual de cada semana. Esto, que quizá empezara con Babylon 5 y que tan bien llegó a explotar Joss Whedon, es para mí el único handicap que puede achacársele a Héroes (y, sí, también a Perdidos, para el que la siga, que yo ya no la sigo): el scope es tan grande, la acumulación de misterios y peripecias es tan apabullante, que se olvidan de contar una historia autocontenida en los cuarenta y cuatro minutos escasos que dura cada programa semanal. El arco asegura una historia mucho más movida, permite eludir la fórmula, pero también encierra el riesgo de causar la impresión de que no se cuenta nada semana tras semana, aunque se cuente. Quizá, como los comic-books de los que parte, es que Héroes está pensada para ser vista de un tirón, a temporada completa en DVD, igual que hoy por hoy los tebeos ya no se leen cada mes, sino en trade paperbacks.
Vistos los ocho episodios de los once que, lástima, parece que va a tener la temporada debido a la susodicha huelga de guionistas (a quienes, por cierto, uno desea la victoria y la mínima parte de royalties que piden, nobleza obliga), Kring y sus chicos han jugado al coitus interruptus respecto a la primera temporada (el "primer volumen", como anuncian), saltando en el tiempo cuatro meses y trastocando a su gusto a los personajes, separándolos en el espacio y también en el momento histórico y sin privarse de introducir personajes nuevos, algunos de los cuales (como la prima de Micah y su memoria de aprendizaje o el nuevo amor peterpanesco de Claire) quizá no tienen demasiada garra.
Pero la serie sigue ofreciendo sus buenas dosis de misterio y sigue jugando a confundir el bien y el mal, hasta el punto de que su propio título sigue siendo una paradoja. Si en la primera temporada ninguno de los muchos personajes podía apropiarse del calificativo de héroe, ahora parece que todos ellos son, antes que héroes, villanos. Así, seguimos sin saber a qué bando juegan Noah y el haitiano, Mohinder está a punto de cruzar la línea una y otra vez, la madre de Claire se me antoja cada vez más misteriosa (¿es ella o es un doble?), la Compañía sigue pareciendo a la vez buena y mala, y aunque sus instintos siguen siendo asesinos, Sylar ha perdido de momento sus poderes.
Cierto, la subtrama de los dos hermanos sudamericanos se dilata demasiado, y carga un poco Hiro en el Japón tantos episodios: Hiro es el Lobezno de la serie, pero en humorístico, y gana cuando actúa como elemento cómico por su relación su sidekick Ando, no cuando él mismo es Sancho Panza pasado de trascendencias.
Sin embargo, visto lo visto en el octavo episodio, donde parece que hemos completado la pirueta y ya sabemos más o menos lo que ha sucedido en ese lapso de tiempo que se nos escamoteó, se comprende que el truco narrativo era necesario para desordenar las piezas y presentar, por un lado, ese nuevo destino a evitar (el apocalipsis esta vez remite a los Días del Futuro Pasado tamizados por el virus mutante, mientras que antes la alusión a Watchmen era obligada), y por otro la introducción de Adam, que también recoge elementos de Lobezno (el tono samurái, la regeneración llevada a sus últimas consecuencias, la dualidad moral), y que revalida una vez más que en Héroes nada ni nadie es lo que parece.
Siguen quedando muchas incógnitas y tantas preguntas como al principio. Es cuestión de tener un poco de paciencia.
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