Anda mi señora madre con las carnes abiertas, a cuenta del decretazo de recogida de basuras. Y, como ella, me imagino que mucha otra gente de Cádiz, personas mayores con problemas de movilidad entre otros muchos más problemas. O sea, nuestros viejos, esos que tienen que tener cuidadito con las motos y los coches y las bicis y el trazado irregular de las aceras, esos que tienen que acelerar, con el bastón a rastras, cuando cruzan la avenida en veinte segundos y no les da tiempo y temen que se les eche encima la marabunta del tráfico siempre ciego e impaciente, los que viven en torres de escaleras imposibles y sin ascensor que les valga.
Me lo preguntan mucho, a mí, los viejos: ¿Y ahora qué? Vale que sí, que el horario de bajar basuras tenga que estar controlado y sea a partir de las nueve de la noche. ¿Pero y nuestros viejos? ¿Los que viven solos o en parejas donde uno cuida del otro y viceversa? ¿Los que salen por la mañana a la calle y ya no vuelven a salir hasta el día siguiente? ¿Los que tienen miedo de bajar las escaleras cuando hace mucho viento, o cuando hace mucho frío, o cuando llueve, que no es cuestión de seguir jugando con los tropezones y las operaciones de cadera? ¿También a esos ciudadanos de Cádiz se les va a obligar a tener que bajar la basura a esa hora, que para ellos es deshora? ¿Con las pensiones mínimas que tienen, quienes tienen pensiones, se les va multar por bajar su plastiquito que no pesa ni medio kilo de desperdicios a la hora en que salen a la calle? ¿O se va a colocar un guardia en todos los contenedores de toda la ciudad, al acecho de los pobres pensionistas?
No es de recibo obligar a una persona mayor a bajar la basura cuando ya es de noche, cuando ya están cansados de sobrevivir al día, cuando ya están a punto para el programa de la tele, o la tacita de caldo, o la bata y las zapatillas.
Que sí, que todos queremos una ciudad más limpia y más divina de la muerte. Pero la queremos limpia y divina de la muerte para comodidad de la gente de Cádiz, la que vive y paga impuestos y compra y vende y sufre y ríe aquí, no para los turistas solamente. Y por tanto sería aconsejable que el peso punitivo de la ley tuviera en cuenta los factores atenuantes de rigor. Empezando por nuestros ancianos y terminando porque, no sé, usted y yo podemos salir de viaje una tarde, para regresar una semana después, y por lógica tendrá que bajar entonces la basura, no vaya a ser que cuando vuelva los demás vecinos crean que tiene en casa apiolado un fiambre, y no de los de Campofrío precisamente.
Sí, se trata de ser más limpios todos. Pero también se trata de recoger más las basuras, y de recoger mejor. Pasar una escoba por una acera no es limpiar con un pincel los restos de un hallazgo arqueológico, aunque a veces lo parece, por la cachaza con que se hace. Baldear una calle significa limpiar la calle, no inundar las casapuertas con esa mezcla de agua y suciedad que provoca el chorro a presión del camión de marras.
Y, ya puestos, dado el espacio que ocupan y lo molesto que es tener en casa tanto plástico, la recolección de residuos no orgánicos tiene que ser muchísimo más rápida, más efectiva. Siempre está lleno el maldito contenedor amarillo, señal de que se lo zarandea poco. Si tenemos contenedores de colores, que haya contenedores de colores siempre, todos juntos, para evitar el coñazo de tener que recorrer medio barrio buscando el de los papeles, o el de las botellas.
Y, sí, perseguir a quien deja las basuras al pie del contenedor, impidiendo a los demás el mecanismo del pisotón y el paso atrás. Y, también, echarle un ojo a tantísimos pubs y bares de copas que a cualquier hora vacían docenas de botellas en el primer contenedor que tienen a mano, evitando su contenedor específico y pasándose por los cataplines cualquier idea de reciclaje de vidrio. Y lo mismo con los cartones de los supermercados y otros establecimientos.
¿Y el mercadillo de la plaza? Pues se limpia después de cada domingo y se potencia con otras actividades complementarias (payasos, teatros ambulantes, pasacalles), para que después no quede como queda. Pero no nos pasemos con los impuestos y con las multas. Que parece que en ocasiones aquí sólo eres gaditano si pides muchos millones de euros de subvención para tapar tus propios agujeros, a cuenta de no se sabe muy bien qué categoría de gaditanismo mal entendida.
(Publicado en La Voz de Cádiz el 5-11-07)
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