Iniciada la nueva temporada de nuestras series favoritas (en Usalandia, I mean), da gusto ver cómo muchas de ellas se reciclan y abren nuevas expectativas a sus premisas.
Es el caso de Me llamo Earl, que comienza su tercera y triunfal temporada con un episodio doble de título "My Name is Inmate 28301-016"... porque nuestro delincuente de buen corazón favorito ha sido condenado a dos años en la trena. Y ahí lo tenemos, en medio de un puñado de delincuentes muchísimo más peligrosos que él, aprendiendo a hacerse invisible en la cárcel poniéndose detrás de los presos gordos, esquivando el confinamiento solitario con un ex-amigo boy scout que lo quiere matar (impagable la escena de uno quitando arena de la verja y el otro echándola), mientras fuera de la cárcel Randy no se halla sin su hermano y ha caído en las redes protectoras de Joy, que lo educa a golpe de latigazo en el coco.
Como Earl ha sido tocado por el karma, aunque entre rejas pocas posibilidades tiene de ir tachando items a su lista, ahora lo tenemos convertido en superviviente y resolvedor de problemas (incluyendo, en el tercer episodio, resolver una guerra de bandas un tanto sui generis). La coña con el género carcelario, y hasta con Prison Break, está asegurada.
Buen comienzo, desde luego, y muchas posibilidades de desarrollar la nueva situación, sobre todo ahora que Randy se ha colocado de guardián en la misma prisión.
(Y medalla para mí, que me he visto los tres episodios a pelo, sin subtítulos ni nada... y lo he entendido casi todo).
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