Hace unas cuantas semanas que empezó en Fox, y veo en las marquesinas de los autobuses que pronto (o ya) la emitirá también La Sexta. Pues ahí la tienen ustedes, la nueva serie de abogados del momento, Shark, donde nada menos que James Woods baja a la arena de lo televisivo para encarnar a Sebastian Stark (sí, parece nombre de superhéroe), un abogado hijodeputa y tiburón (de ahí su apodo), que de buenas a primeras cambia de bando y se pasa a la fiscalía.
De momento, vistos seis episodios, la serie no está del todo mal. No llega a la grandiosidad de La ley de Los Ángeles ni a la valentía (en ocasiones incluso surrealista) de Boston Legal (parece que en los USA no ha tenido demasiado éxito de momento), pero sí permite un rato de diversión no tanto ante los casos que a nuestro personaje y su equipo les toca fiscalizar, sino por la personalidad de Shark, un duro cínico y algo cabroncete capaz de perlas como "Nosotros ganamos casos. De la justicia se encarga el de arriba". Se la está publicitando como la versión en abogados de House, aunque no creo que haya más puntos en contacto que el hecho de que, en general, estemos todos de acuerdo de que en el mundo de las leyes hay más cínicos, trepas y siesos maníos que en el de la medicina. O que al menos es más fácil encontrarlos en la vida real.
La serie se descompensa un poco con la parte dedicada a la relación de Shark con su hija adolescente Julie (un bellezón demasiado turbador para el papel que está representando), y se vuelve a equilibrar con la tirantez con que Shark recibe la supervisión de su jefa, nada menos que Jeri Ryan, a quien algún cegato dio siete sobre nueve en vez de matrícula de honor.
De momento, me evita los partidos de los miércoles, cosa que siempre es de agradecer, oigan.
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