Como entre bromas, ignorancias y veras hay quien parece que se molesta cuando cuelgo una imagen y no explico otra cosa (en la sección convenientemente titulada "Sin palabras"), me permiten ustedes que les cuente el porqué de semejante atrevimiento.
Esto de la red tiene muchas ventajas y no menos inconvenientes, cosas maravillosas y cosas que desagradan. Las bitácoras, esta fiebre que me temo pasajera, son buenas en tanto permiten conocer cómo piensa otra persona que nos es querida o nos es ajena, y con la que a veces podemos compartir aficiones e intercambiar opiniones (y hasta insultos, pero eso es uno de los incovenientes del invento).
Sé, como muchos de ustedes, que la fiebre bloguera puede tener sus días contados. Me temo que es matemáticamente imposible que haya tantísima gente que tenga algo mínimamente interesante que decir (y yo me incluyo), y que además sea capaz de hacerlo día tras día y año tras año. Además, como decía el Beni de Cádiz, "sin trincar". Porque por lo menos somos muchos los que estamos en esto y no vemos un céntimo. Ni nos importa, por cierto.
De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda enlazar en las bitácoras con los videos de youtube. Cosa que no tiene nada de malo, pero que a mí, sinceramente, no me gusta. Porque creo que anuncian, de nuevo, el final de la palabra sobre todo aquello que nos ha silenciado la palabra: el regreso de la imagen, la música, el contoneo, el humor chusco, por encima de la confesión, la reflexión, la metáfora. Sé que me puedo estar equivocando y respeto profundamente a todos los bloggers que, de vez en cuando o por sistema, cuelgan en sus respectivas bitácoras el sacrosanto video con el que nos hacen sonreír, o nos recuerdan detalles perdidos de nuestra propia historia, o nos hacen copartícipes, y es bueno, de sus gustos y aficiones, que a veces ni siquiera son desmedidas y se parecen mucho a las nuestras.
Pero a mí no me gusta, insisto. Me parece que recurrir al video prefabricado por otros acaba con la gracia de las bitácoras (y además no sé cómo demontres podría colgarlos aquí, cosa que por cierto agradecería que nadie me dijera cómo se hace, si se puede hacer, porque no quiero hacerlo).
Total, que mi versión de esos enlaces a las imágenes de otros es, precisamente, mi sección "Sin palabras", donde entre bromas y entre veras, jugando al jeroglífico y al despiste, al simple reconocimiento de un regalo inesperado (como el post de justo aquí abajo) o a la pura y dura necesidad de expresar un flash que no tiene más que la alusión visual, pretendo que ustedes que me siguen (el misterio, oigan, de verdad, ¿por qué lo hacen?), se entretengan un poquito y traten de buscarle los tres pies al gato, y se sonrían si pillan la indirecta, o saquen sus propias conclusiones sobre la imagen. Muchas veces, más que encontrar respuestas, es más conveniente buscar las preguntas.
Pues eso. Ya saben ustedes por qué hay días que no hablo, aunque siempre he sido de los que piensan que es mentira que una imagen vale más que mil palabras. Todo lo contrario. Una palabra vale por un millón de imágenes, y lo hace cuando es capaz de sugerir cosas distintas a gente diferente.
Comentarios (19)
Categorías: Reflexiones