Bueno, mejor les copieteo lo que dejé escrito tras asistir al concierto por primera vez, el pasado 19 de julio, en Algeciras, y ya luego, si acaso, completo con un par de apuntes más sobre aquella vez y la última, el otro día, en Jerez:
Nada, que vengo ahora mismo de matar dos pájaros de un tiro, como bien indica el simpático título de la gira, viendo al maestro Serrat y al maestro Sabina en el inolvidable concierto que ambos han ofrecido esta noche, en una plaza de toros de Algeciras, como era de esperar, llena hasta la bandera.
Del glorioso espectáculo que he podido presenciar hace apenas unas horas, y que difícilmente se borrará jamás de mi memoria, poco les voy a contar, por no aburrirles, salvo que ha estado a la altura de lo que se esperaba de semejantes genios, que ya es decir, con una selección de canciones de lo más cuidada (aunque los mamones tenían dónde elegir, desde luego, sumando el repertorio de ambos), en la que no han faltado, obviamente, los principales éxitos de uno y de otro, tales como "Que se llama soledad", "Cantares", "Y sin embargo", "Penélope", "Calle Melancolía", "Lucía", "Y nos dieron las diez", o "Mediterráneo" ("la verdad es que resulta una putada tener que salir a cantar después de eso", comentaba jocosamente Sabina, al darle el relevo a su compañero tras la cerrada ovación que provocó, como de costumbre, dicha pieza, pero contraatacando, sin embargo, con su "19 días y 500 noches", que fue igualmente coreado, en muchos momentos, por gran parte de los asistentes, y similarmente ovacionado, después), cantados, a veces, a dúo (formidable la interpretación conjunta de temas como "Contigo" y "Noches de boda", del amigo Joaquín, o "No hago otra cosa que pensar en tí", del colega Joan Manuel, convenientemente modificado para transformarlo, con motivo de la gira, en un hilarante intercambio de pullazos, al más puro estilo Pimpinela, conjunto con el que los dos se llegaron a comparar socarronamente, por cierto, al presentarse, al inicio del concierto, como también lo hicieron con los hermanos Calatrava), a veces intercambiándoselos (particularmente inspirada me ha parecido la versión que Serrat ha hecho de "A la orilla de la chimenea", de su compadre Sabina, aumentando aun más, si cabe, el tono intimista y melancólico de la canción, así como curiosas también me han resultado, sin lugar a dudas, las versiones de "Señora" y "Poema de amor" del segundo), y a veces, sencillamente, interpretando cada cual lo suyo ("Pueblo blanco", "Es caprichoso el azar" o "Algo personal", han sido algunos de los temas que Serrat ha cantado en solitario, mientras que Sabina ha hecho lo propio con "Princesa", "Peces de ciudad" y, por supuesto, ese sentido homenaje a su buen amigo Serrat que es "Mi primo el Nano", por ejemplo).
Y no solo la selección de los temas se ha mostrado cuidada al milímetro, sino también la dosificación de los mismos, alternando los de corte más pausado, como muchos de los mencionados, con otros, mucho más movidos, tanto del catalán como del andaluz, ya fuera "Pacto entre caballeros" como "Fiesta", "Más de cien mentiras", "Para la libertad", "La del pirata cojo", "Toca madera", o "Pastillas para no soñar". Del mismo modo, cabe agradecer, por otro lado, el esfuerzo por ofrecer nuevas visiones de determinados clásicos del repertorio de los dos cantautores, con nuevos arreglos y demás, que si bien hacía que canciones como "Tu nombre me sabe a yerba" o "Aquella pequeñas cosas" (metida por rumbas en su segunda parte, después de que Serrat interpretara la primera bajo su forma original) sonaran algo extrañas, al menos le brindaban al espectador algo novedoso, y no lo mismo de siempre, que nunca está mal, así como el puñado de gags con los que ambos han sabido amenizar el espectáculo, dándole rienda suelta a su lado más gamberro, desvergonzado y payasete, en definitiva ("ahora parecemos los hermanos Tonetti", llegaba a señalar en un momento dado, de hecho, Serrat), y lo que es más importante, riéndose alegremente de ellos mismos ("les agradezco todos estos aplausos que nos están brindando ustedes... sobre todo los que le dirigen a mi compañero, que anda el hombre pachucho, como sabrán... de hecho... podrían estar ustedes contemplando el último concierto de Joaquín Sabina", se dirigía Serrat al público, maliciosamente, en un aparte), para ponerle la indispensable nota de humor al conjunto (en esa misma línea ha estado la interpretación de la rumba de Peret "El muerto vivo", en clara alusión a los terribles trances a los que ambos cantantes han sobrevivido en los últimos años), terriblemente dinámico, por otro lado, dada la admirable rapidez con la que se sucedían las piezas a lo largo de las dos horas y media que ha durado tan impagable show, y que han terminado sabiendo a poco, claro está, pese a todo.
A destacar, asimismo, la sencillez, la elegancia y el buen gusto, de la eficaz puesta en escena y el animado montaje que les acompaña (y es que cierta idea de cómo plantarse sobre un escenario sí que deben tener los dos, sí), al igual que la excelencia de los músicos que llevan (Ricard Miralles, por parte de Serrat, y Antonio García de Diego y Pancho Varona, por parte de Sabina, además de todos los componentes de la orquesta, y las chicas del coro; casi ná), o el esmero con el que han preparado toda la gira, y que salta a la vista, aparte de con la elaboración de los citados gags y tal, con la inclusión de temas expresamente compuestos y ensayados para la misma, como aquel que abre la función, una peculiar fusión de "Hoy puede ser un gran día" y "Ocupen su localidad", pieza esta última con la que también se anuncia posteriormente, tras modificar apropiadamente la letra, el fin de la función, aunque todavía deban interpretar ambos, naturalmente, los correspondientes bises, en respuesta a los gritos de "¡otra, otra!" procedentes del graderío, antes de despedirse definitivamente de la concurrencia.
Si le gustan a ustedes ambos monstruos de la canción y de los escenarios, vayan a verlos, en fin, que no se arrepentirán, ya que además de poder contemplar juntos, y quién sabe si por última vez (que el otro lo decía de broma, pero...) a los dos mejores cantautores de nuestro país, y una parte fundamental de la música española de los últimos cincuenta años, por lo tanto, también disfrutarán ustedes de un maravilloso espectáculo con el que se lo pasarán, a buen seguro, de lo lindo.
Ya por último, y a modo de anécdota, les comentaré que en el concierto también se encontraban presentes, que yo viera, el cantautor portuense Javier Ruibal, que se habrá acercado a ver qué tal lo hacían sus dos amigos, y Fernando Santiago, presidente de la Asociación de la Prensa de Cádiz, a quien repliqué este pasado Carnaval en una Carta al Director del Diario de Cádiz, que sorprendentemente me publicaron, a cuenta de cierto asuntillo, pero esa es otra historia. También andaban por allí, según pudimos saber, en principio, por el saludo que Sabina les dirigió desde el escenario, diversas figuras de la cultura, relacionadas con él, tales como las de los poetas Ángel González, Benjamín Prado y Luis García Montero, los escritores Almudena Grandes y el gaditano Felipe Benítez Reyes (último Premio Nadal por su novela "Mercado de espejismos"), o el presentador de televisión, y más concretamente del programa sobre literatura "Estravagario" (con sintonía, dicho sea de paso, de Sabina), Javier Rioyo. Y digo que supimos que andaban por allí, en principio, por el saludo que Sabina les dirigió, porque después del concierto, y en la venta de carretera en la que nos paramos para tomar algo, de vuelta a casa, nos los encontramos de frente, con lo que esta noche compartí barra mugrienta y camionera, ya ven ustedes qué cosas, con lo más granado de la cultura patria. Eso sí, tampoco es que el conjunto resultara demasiado impresionante, entre el desastrado aspecto de algunos (con lo arregladitos y lo repeinados que se ponen después, oigan, cuando los entrevistan en la tele, y hace un rato parecían recién levantados, con sus vaqueros gastados, su camiseta vieja, y sus pelos despeinados), lo frágil del más anciano de todos ellos, el señor Ángel González, un tipo delgadísimo, de cara chupadita chupadita, y con barba blanca, que parece que vaya a caerse a cada momento de pura debilidad, algo tembliqueante, y con cara de no enterarse demasiado de nada, el pobre, y los gestos y la actitud de la señora Grandes, que tiene pinta de ser lo más grosero, basto y ordinario del globo, la tía, aunque lo mismo luego es la mar de maja, vaya usted a saber.
Y eso es todo.
Un saludo.
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