No, para nada no. La flor de piedra recibió el golpe del cazamariposas y regresó como una bala por donde había venido, pero a muchísima más velocidad que antes. Pasó por encima de las cabezas de los tres hermanos, chocó contra el techo del laboratorio del Edificio Epsilon, rebotó en los ordenadores, arrancó chispas de las máquinas, volvió a dar en el techo, se cargó una lámpara de noventa vatios, encendió una pantalla, apagó otra, se cargó todo lo cargable y al final, con una traca de estallidos, le dio un cate gordo a una tecla roja y soltó a los superhéroes y supervillanos que estaban todavía sentaditos en sus tronas, hartos de comer papillas.
Masalfasán apenas tuvo tiempo de levantarse del suelo, porque se había tenido que tirar de cabeza para evitar que la flor de piedra le diera en todo el coco, cuando vio que los Guardianes de la Gran Manzana y sus antiguos compinches del Escuadrón Enmascarado venían hacia él, con cara de muy poquitos amigos.
--¡No! ¡No podéis tener superpoderes! ¡La flor de piedra! ¡Os tiene que quitar...!
Y entonces vio la flor de piedra en el suelo. Ya no era verde, sino gris.
Se había agotado su energía.
--¡No importa! ¡Todavía puedo derrotaros a todos! ¡Todavía puedo cumplir mi sueño!
Corrió hacia la caña de pescar, donde todavía colgaban Danki, Pis-Pis y Lala, y los metió corriendo dentro del laboratorio.
El profesor Babucha ya había llegado al primer pino.
--¡Venga, niño! --dijo, zarandeando a Danki--. ¡Dame el escarabajo! ¡Se van a enterar esta gente de lo que vale un peine! ¡Dámelo!
El profesor Babucha dio un salto (algo torpe, esa es la verdad), y llegó también al interior del laboratorio. El asteroide se quedó fuera, flotando en el espacio negativo, porque no entraba por el portal.
--Suéltalo, Masalfasán. Has perdido --dijo el profesor Babucha.
Los miembros del Escuadrón Enmascarado hicieron chasquear los nudillos.
--Conque todos todos íbamos a ser dueños del mundo, ¿eh, jefe?
Los Guardianes de la Gran Manzana avanzaron un paso.
--Será mejor que te rindas, Maléficus, digo Masalfasán.
--Sí, la batalla ha terminado.
Entonces el escarabajo del faraón cayó del bolsillo de Danki, y su brillo verde hizo que todos los superhombres dieran un paso atrás, como vampiros que rehuyen el agua bendita.
--¡No! ¡Atrás! --gritó Masalfasán, mientras soltaba a los niños y corría hacia el escarabajo.
Lala fue más rápida. En dos zancadas, se colocó ante el escarabajo y le arrió una patada que no tenía nada que envidiarle a la de Danki.
El escarabajo de tintanium salió disparado.
Hacia el portal.
Y se perdió entre las galaxias y nebulosas del Sector Negativo.
Masalfasán se arrojó tras él, gritando como un lunático, intentando apoderarse de él antes de que se extraviara en el espacio.
Y el meteorito se fue detrás, atraído por el imán que era el escarabajo.
Asomados todos al portal, vieron cómo Masalfasán se iba haciendo más y más pequeñito mientras pataleaba en el espacio negativo, hasta que hubo un "¡poof!" apagado y se perdió dentro de un punto de luz que tenía que ser un sol, una estrella o algo por el estilo.
--Bueno, pues ha cumplido su sueño --murmuró el profesor Babucha.
--¿Cómo?
--Ha saltado a otros mundos.
--¿Pero qué pretendía Masalfasán? --preguntó Danki mientras le daba un mordisco a la pizza de cuatro quesos y nueces.
--Lo que pretenden todos los malos de los tebeos --explicó el profesor Babucha, intentando no quedarse pegado a la mozzarella calentita--. Dominar el mundo. Dominar los mundos.
--¿Los mundos de los tebeos?
--Y el vuestro también. Por eso te engañó en la librería, Danki.
--¿Era él? --dijo Danki, asombrado--. ¡Pero si no se parecía nada!
--Porque Masalfasán es un maestro del disfraz. Ya lo visteis en la jungla, haciéndose pasar por hechicero. Y en el planeta Zarg, haciendo de Gran Visir. O aquí, en la ciudad de los superhéroes, encarnando a Maléficus.
--¡Y en el mundo de Mozzarello y Pandoro, también, vestido de momia! --apuntó Lala.
--Ejem... no. La momia era yo, me temo.
--¿Usted?
--Llegué un poco tarde al mundo de Roy Rocket. Tuvieron que vendarme las quemaduras de la batalla del trono... y cuando salté al mundo de Mozzarello y Pandoro parecía una momia.
--Ah.
--Gu.
--¿Pero por qué nosotros? --preguntó Lala--. ¿Por qué a Pis-Pis?
--Es una historia muy larga, niños. Veréis, Masalfasán no siempre fue malo.
--¿Ah, no?
--No. Al principio de sus aventuras fue un famoso mago de los tebeos. Hipnotizador, experto descubridor de misterios, detective aficionado, estrella de los escenarios y maestro de evasiones y transformismo. Además, viajó al Tibet y aprendió los secretos de los monjes de Shangri-La.
--¿Y entonces?
--Pues tengo dos teorías: o se volvió loco, o se volvió loco su dibujante. Lo cierto es que un día hizo el truco ese de la desaparición en lo alto de una cuerda, ¿lo habéis visto?
--En la tele, una vez.
--Sí, a David Copperfield.
--Gu.
--Pues ya sabéis como es. El mago escala una cuerda que está tiesa en el aire, sin apoyos ni nada. Y cuando llega arriba, desaparece.
--¿Eso no se hace con espejos?
--Normalmente sí. Pero os recuerdo que Masalfasán es un mago de tebeo. Y en los tebeos los poderes son de verdad.
--O sea, que no le hacían falta los espejos.
--Más bien no. Subió por la cuerda, hizo un pase de magia y desapareció de la vista del público.
--Y llegó a otro tebeo.
--No. Llegó a vuestro mundo.
--¿A nuestro mundo?
--Así es. Vio que todas las realidades están conectadas, que se puede viajar de una a otra, como ya lo hiciera Alicia a través del espejo o Dorothy en el mundo de Oz. Y entonces descubrió que era un personaje de tebeo y se volvió loco. Quiso regresar. Lo intentó muchas veces. Pero fracasó siempre.
--No tenía tintanium.
--Luego llegaremos a eso. Pásame ese trozo de pizza, gracias. Mmm, qué rica. No, llegó a otros tebeos. Al mundo de Sam Chicago. A las aventuras de Kid Oeste... No pudo llegar al mundo que consideraba "real", aunque todos son iguales. Y decidió volverse malo.
--Qué triste.
--Un poquito, sí. En uno de sus viajes entre realidades, se enteró de la existencia del tintanium. Y del deslizador que yo había inventado. Robó una cantidad inapreciable, mínima para poder viajar, y regresó a vuestro mundo, convencido que allí podría encontrar a alguien que no tuviera, como él, problemas para hacerse con el tintanium.
--Masalfasán dijo que el tintanium lo esquivaba.
--Eso es. Y lo esquivaba por una simple razón de conservación del principio de realidades, porque la naturaleza sabe que no se puede dar mal uso a sus materiales ni doblegar sus leyes. Por eso, por más que quiera, nunca podrá robarme el deslizador. Ni siquiera sabe cómo es.
--¿No estaba en su chistera?
--No. Eso era su truco de magia.
--¿Entonces...?
--El deslizador no es un patín, Lala, como decías. Ni una chistera. Es...
--Gu.
--Exactamente, Pis-Pis. Es mi cazamariposas.
Danki y Lala se quedaron boquiabiertos.
--¿Entonces por qué no nos quiso ayudar en la jungla? ¿Por qué nos dijo que no tenía un deslizador a mano?
El profesor Babucha se encogió de hombros.
--No sabía si erais parte del plan de Masalfasán. Recordad que nos hipnotizó a todos haciéndonos creer que la caldera estaba encendida, cuando era mentira. No os conocía. No sabía si estábais conchabados con él.
Danki y Lala se pusieron colorados, porque lo mismo habían pensado del profesor Babucha cuando lo vieron aparecer montado en el meteorito, en la planta de arriba del Edificio Epsilon, en cuyo restaurante estaban ahora.
--Pues como decía, con el tintanium que pudo agenciarse, y los tres o cuatro planos de mi deslizador que pudo robarme, Masalfasán creó el tebeo mágico. Sabía que alguien entraría en él y le ayudaría a encontrar los yacimientos de tintanium que hay repartidos por todos los mundos de los tebeos.
--Qué agudo.
--Masalfasán es muy inteligente.
--¿Es? --preguntó Lala. Y entonces se dio cuenta de que el profesor Babucha hablaba siempre de él en presente.
--Naturalmente. Los malos de los tebeos no mueren nunca, ¿o no lo sabes, Laura? Siempre vuelven. A Masalfasán le costará un montón salir del Sector Negativo, pero seguro que aparecerá en algún otro tebeo, con otros planes y otros sueños.
--Sí --dijo Danki, con la boca llena de pizza riquísima--. Ya me extrañaba a mí que todos los malos de los comics fueran iguales.
--Gu.
--Pues eso es más o menos todo.
--Entonces llegó la hora de volver a nuestra casa. ¿Puede usted ayudarnos, profe?
--Por supuesto --dijo el profesor, cogiendo el cazamariposas--. Agarradlo bien, con las dos manos. Tú en el centro, Pis-Pis. Tú en la derecha, Danki. Tú en la izquierda, Lala.
Los niños obedecieron, nerviosos ante la posibilidad de regresar por fin a casa después de tantas aventuras.
--Un momento --dijo Danki--. ¿Usted no vuelve?
--¿Volver? --sonrió el profesor Babucha--. ¿Volver adónde?
--Pues a nuestro mundo. A la realidad.
--¿Para qué? Mi mundo es éste. Soy un personaje de tebeo. ¿O es que no os habéis dado cuenta?
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