--¡Jefe! ¿Está usted bien, jefe?
--¡Por mil millones de escabarajos trifásicos! ¡Hombre de Dios, Mozzarello! ¿Es que no tiene usted ojos en la %6$"ÇѺ cara?
Un estrépito de cacharros. Unas luces con rayos y truenos, una interjección, un burro con las orejas erguidas y dos dientes tamaño tablas de windsurf.
--¡No! ¡Con la linterna no, jefe! ¿Con qué nos vamos a iluminar ahoraaaagh?
Danki, Lala y Pis-Pis sólo escuchaban las voces, y vieron fugazmente aquellas extrañas formas que se dibujaban en el aire ante ellos, el burro, la interjección, los rayos y truenos. Unas letras que decían ¡POONG!
--¿Danki? --susurró Lala--. ¿Hemos saltado otra vez?
--Eso parece. ¿Tienes a Pis-Pis contigo?
--Lo tengo. Se ha quedado dormido. ¿Los saltos entre tebeos no son instantáneos?
--¡Y yo qué sé! ¿Tienes una linterna o algo para encender una luz?
--No. Oye, casi no puedo moverme.
--Yo tampoco. Parece que estamos en un armario muy estrecho, o en un cajón.
--¿Y esas voces? ¿Sabes quiénes son?
--Mucho me temo que sé quienes son.
--¡Jefe, he encontrado algo!
--¡Pues sáqueme el codo del $%"ª(/&º ojo y déjeme que vea qué es, pedazo de calamar en pepitoria!
--Oiga, jefe, ¿es usted alérgico al polvo?
--No, ¿por qué lo dice?
--Porque voy a abrir esto a ver qué es...
--¡No! ¡No se le ocurra tocar na...!
Otro golpe. Un chorro de luz, una interjección, un puñal que se dibujaba en el aire seguido por una mano, un cerdo y un señor con boina. Y un montón de garabatos y cosas incomprensibles.
Eran tacos, sabía Danki. Como también sabía, porque era la
mar de listo el tío, a qué tebeo habían venido a parar desde el planeta Zarg. Por eso no se extrañó cuando la pared que tenían delante se abrió de pronto y los tres cayeron de boca al suelo.
--¡Oiga, jefe! ¿Los egipcios enterraban a las momias de tres en tres?
--¿Cómo dice? ¡Deje de enredar con el &%$"º!º cable, pedazo de lepidóptero en ayunas, que nos puede dar un calambra...!
Dos figuras aparecieron ante los niños, encendiéndose y apagándose, mostrando esqueletos imposibles y, en la barriga de uno de ellos, la lata vacía de un bote de fabada y una raspa de sardina que se había zampado en el almuerzo.
Otro golpe (porque a Danki y Lala no les cabía ya ninguna duda de que los estallidos de luz y las cosas raras que aparecían ante ellos eran eso, golpes y maldiciones en el idioma común de casi todos los tebeos), y tres chichones con pajaritos y un nido aparecieron sobre la cabeza de uno de los dos personajes.
Cuando dejaron de hacer el ganso, se volvieron hacia los niños. Lala los reconoció también. Había leído un montón de historietas suyas. Eran los famosos...
--¡Mozzarello y Pandoro, buscadores de tesoros! --exclamó la impaciente de Lala, la mar de sorprendida por encontrarse de pronto en mitad de una aventura de los héroes que más le gustaban cuando tenía siete años. Ni Danki ni Pis-Pis (que medio se había despertado con tanto ruido) ni ella misma se dieron cuenta de que, en este nuevo tebeo, sus cuerpos habían variado algo, convirtiéndose en caricaturas de como habían sido antes. Era, claro, porque ya no estaban en un tebeo realista. Aquí lo que imperaba era otro estilo de dibujo.
Los dos personajillos dejaron de zurrarse la badana y se volvieron hacia la niña.
--¿El doctor Livingstone, supongo? --dijo uno de ellos, el más alto, que iba vestido de explorador estilo Indiana Jones, aunque con pantaloncitos cortos y sombrero entre tirolés y mexicano que le quedaba chiquitísimo. Tenía una nariz grandísima, toda echada hacia adelante, y era calvo como una bola de billar. Pero lo peor de todo eran sus espinillas, que daban pena.
--¡No diga sandeces, Mozzarello! --exclamó el otro, mucho más bajito y grueso, con barba de chivo, que vestía un extraño uniforme que supuestamente era de marino, aunque por el color y los botones parecía un conserje--. ¿No ve que son unos niños, so pedazo de piña en almíbar?
--No, no somos el doctor Livingstone. ¿Lo andan ustedes buscando?
--Pues la verdad es que no --contestó Mozzarello--. ¿Lo busca usted, jefe?
--Mmm, no, yo tampoco. Por mil millones de chipirones en su tinta, ¿para qué iba a yo a buscarlo?
--¿Entonces por qué nos pregunta si somos el doctor Livingstone?
--Hombre, por romper el hielo...
--Ya queda claro que no son el doctor Livingstone --dijo Pandoro, depositando en el suelo entre ellos una bolsa a cuadros, parecida al maletín de un médico, que le acompañaba inseparable en todas sus desastrosas aventuras--. ¿Y se puede saber qué hacen ustedes dentro de esta pirámide?
Lala y Danki miraron hacia arriba. Pis-pis le pegó un mordisco al chupete.
--Ah, ¿pero estamos en una pirámide?
--Hombre, sé que puede parecer un parking subterráneo, pero los cálculos del jefe nos aseguran que es una pirámide --explicó Mozzarello--. ¿Verdad, jefe?
--Es la pirámide del faraón Rama-La-Tut. ¿Qué hacían los tres dentro del sarcófago?
Con la piel de gallina, Danki, Lala y Pis-Pis se volvieron. Sí, acababan de salir de un sarcófago egipcio. Qué repelús. Qué asco. Qué miedo.
--Bueno, nosotros veníamos de excursión... --empezó a decir Lala, comprendiendo que la verdad les iba a resultar más increíble a aquella pareja de memos que si les dijeran que, en efecto, los tres eran el doctor Livingstone, supongo.
--Ale, ale, ahuecando, que es gerundio --dijo Pandoro, que era más brusco que una patada en la boca--. A ver, a ver, debo tenerlo por aquí...
Empezó a rebuscar en su bolsa y sacó un yunque, un bolígrafo verde, una lámpara de rayos uva, un tricornio, una pelota de fútbol, un trabuco, un traje de torero, un caracol, una bufanda, una biografía de Pedro Carrasco, un látigo de nueve colas, un ordenador portátil, un juego de monopoly, dos entradas para el cine, un jarrón chino...
Nada, que no lo encontraba. Pandoro, no sé si lo sabéis, tenía una bolsa más o menos mágica de la que sacaba de todo. Por eso se llamaba Pandoro, como la Pandora de la leyenda, esa que abrió una caja de donde salieron todo tipo de cosas. La bolsa de Pandoro era inagotable. Lo malo es que por dentro tenía que ser un batiburrillo insoportable, porque jamás acertaba con lo que quería.
--Jefe...
--No me moleste ahora, Mozzarello. Estamos muy cerca.
--Pero Jefe...
--Insisto, Mozzarello. Deje de incordiar y dedíquese a contar cuántos números pi hay entre la base de la hipotenusa y el rectángulo de los catetos de la pirámide.
--Pero es que...
Plaf. Bong. Clumpf.
--¡Pefo fefe! --murmuró Mozzarello, cuya cara se había quedado marcada con los cuatro dedos de la mano de Pandoro--. Ifa a fefirle que fi lo que eftá bufcando ef el mapfa, lo tiene en el folfillo, ¿no se afuerda?
--Uy, qué tonto --dijo Pandoro como quien no quiere la cosa, y en efecto, sacó un mapa del bolsillo de su uniforme de conserje y lo desplegó sobre el suelo.
Mientras los dos personajillos discutían si el mapa estaba boca arriba o boca abajo, Danki y Lala se llevaron a Pis-Pis a un lado para ponerse a salvo de sus locuras y decidir qué hacer.
--Tenemos que salir de aquí, Lala. Estos dos son unos manazas, ya conoces sus aventuras.
Lala asintió.
--Y hay que regresar a casa, Danki --recordó--. Ya tenemos a Pis-Pis. Sería interesante que empezáramos a pensar en la forma de salir de este tebeo.
--Eso es lo que me preocupa, Lala. No controlamos los saltos. Hemos ido de la jungla al espacio, y de allí a las aventuras de estos dos locos buscadores de tesoros.
--Demasiado fácil, me parece a mí --dijo Lala.
--¿Demasiado fácil?
--Jolines, si no te parece casualidad, dime lo que es. A ver, recapitulemos.
--Venga.
--Te regalaron un tebeo muy raro. Alguien del tebeo secuestró a Pis-Pis. Lo seguimos y aparecemos en las aventuras del Capitán Jungla. El malo de ese tebeo es el mismo que se llevó a Pis-Pis. Nos da el esquinazo y aparecemos en una de ciencia-ficción. El malo, o uno de los malos, es el mismo tipo. Y rescatamos a Pis-Pis en un periquete. El malo desaparece y nosotros también.
--¿Y qué tiene de raro toda la historia?
--De raro, todo, hijo. Lo que me mosquea es que Masalfasán se tomó un montón de molestias para secuestrar a Pis-Pis, y en un tebeo que se anuncia como Mundos Infinitos, vamos siguiéndole los pasos uno por uno.
--¿Quieres decir que Masalfasán puede estar aquí, en esta pirámide, dentro de las aventuras de Mozzarello y Pandoro?
--Sigue, sigue con el título.
--Agentes de la SOBRINITA, Suprema Organización Benéfica para la Recuperación, Investigación, Normalización, Incautación de Tesoros Artísticos... No. "Mozzarello y Pandoro, buscadores de tesoros".
--¿Y qué está buscando Masalfasán?
--¡El tintanium! ¡Para quedarse en exclusiva con el deslizador del profesor Babucha!
--¡Premio para el caballero!
--Entonces... --Danki miró receloso a Mozzarello y Pandoro, que se habían enzarzado en otra de cachetazos por un quítame allá esa taladradora de la boca--. Estos dos inútiles, buscando la tumba del faraón Rama-La-Tut...
--Podrían encontrar de rebote lo que Masalfasán busca.
--El tintanium.
--Y a Pis-Pis. Y a nosotros.
--O sea, que va a ser verdad que no vamos por ahí saltando por casualidad.
--Me temo que no.
--Pues tendríamos que salir cuanto antes de este tebeo.
--Eso pensaba yo. Lo malo es ver cómo lo hacemos.
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