Visto lo flojas de las propuestas cinematográfias de ahora, se nos hincha la boca diciendo que el talento está en la tele. Y es cierto, sin duda. Mientras que el público de los cines rejuvenece por días y el negocio está tanto en las pantallas como en los malls que rodean las pantallas y quien prima es el nombre del director y, por encima del nombre del director, las pelas del productor y los caprichos de las estrellas (¿cuántas películas se han tenido que alterar por sus exigencias?) por encima de lo que habían puesto los escritores en su guión, parece que es en la tele donde es precisamente el guión lo que más fuerza tiene: las estrellas aún no se han encumbrado lo suficiente, los directores cambian de un episodio a otro, y la velocidad con la que se trabaja no permite meter mucha baza entre una semana y la siguiente.
También hay lobos, por supuesto. De eso sabe lo suyo Joss Whedon, y lo acaba de experimentar en carnes nada menos que Aaron Sorkin, cuyo inteligentísimo y sofisticado show Studio 60 on the Sunset Strip acaba de recibir el hachazo anunciado en su primera temporada. Me temo que porque la serie toca un tema espinoso, el mundo de la propia televisión, y lo hace sin complejos, hilando todo lo fino que puede hilarse para que los espectadores capten las referencias a otros programas, otras cadenas y otros actores. Está emitiendo la serie Canal + y es recomendable porque en el mundo de donde parten todas esas teleseries que hoy nos encandilan también se nota la peligrosa pujanza de los realities.
Ojo que podemos encontrarnos ante una situación de repliegue: ya Deadwood, nada menos que en HBO, se vio interrumpida a falta de una cuarta temporada que rematase la historia. Roma no puede llegar más allá de una segunda temporada, dicen que por lo caro de su presupuesto. Series como Jericho, que aún no hemos visto por aquí, aunque está convenientemente archivada en mi disco duro para el verano, acaba de recibir también in extremis una inyección de varios capítulos más para poder cerrarlo todo a gusto. Una serie interesante, Crossing Jordan, se cierra después de seis temporadas, y para colmo lo políticamente correcto hace que despidan a Isaiah Washington de Anatomía de Grey por insultos homófobos contra T.R. Knight tras un calentón entre ambos actores. Aquí en España, por su parte, Antena 3 demanda a Telecinco por haberles robado el elenco de Aquí no hay quien viva para su nueva serie de vecinos parecidos.
Es pronto para decir si este renacimiento televisivo acaba de llegar a su particular salto del tiburón, pero parecen claras dos cosas: el dinero permite la inteligencia hasta cierto punto, y los urdidores de realities (esos que salían perdiendo en el episodio de esta semana de Studio 60) el único problema que pueden tener delante es cómo frotarse las manos si siguen teniendo además la sartén por el mango.
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