Al curso se le empieza a ver la lucecita al fondo, y mientras los estudiantes lucen ya bronceados de insulto o andan que no les llega tampoco la camisa al cuerpo por otros motivos, los profesores nos aburrimos.
Estamos de repaso en clase. O sea, mogollón de ejercicios con vistas al espejismo de una prueba final. Mientras los chavales escriben o no escriben, me llevo el portátil y me entretengo: ordeno artículos, repaso historias, preparo memorias y esas cosas.
Es la tercera o cuarta vez que me hacen la pregunta: "¿El ordenador tiene internet?"
Y es la tercera o cuarta vez que respondo que no, que en clase no tengo conexión.
Y entonces alguien va y me dice: "¿Y entonces para qué sirve?"
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