Tal día como dentro de dos días, hace cuatro añitos ya, servidor de ustedes se encontró con un regalo.
Ese regalo no traía envoltorio de papel, ni lazo rojo, ni sonaba antes de abrirse para permitirme adivinar (lo hago siempre) qué había dentro. Ese regalo estaba vacío como mi bolsillo tras la declaración de renta, pero la cosa era aprender a llenarlo. Con ese regalo, comprendí que me habían regalado una especie de hucha.
Nunca he sido capaz de ahorrar nada. Soy desordenado y algo inconstante: cuando las cosas me gustan, me gustan hasta que las apuro y me harto. No pensé que fuera a ser capaz de jugar mucho tiempo con aquella caja vacía, entre otras cosas porque nunca tuve muy claro que fuera capaz de irla llenando.
Hoy, esa caja vacía que se llamó Crisei tiene mil ciento quince artículos, un enorme montón de comentarios en muchos artículos, y sobre todo un gran montón de amigos reunidos a su alrededor.
No les voy a engañar a ustedes: hay días que me canso, hay días que no tengo nada que decir, hay días que pienso que no tardaré en anunciar que lo dejo. Pero no lo dejo. Porque hay también días que me siento lleno de fuerzas, que tengo mucho que decir, y pienso que nunca voy a anunciar que lo dejo.
Este regalo me da la necesaria capacidad de disciplina de la que carezco para otras cosas. Me obliga a estar al pie del teclado, a pensar, a buscar sobre todo estilos y formas, a improvisar y al mismo tiempo a reflexionar. Y a hacer de esa caja vacía un espejo de mí mismo. No es tarea fácil, pero mentiría si no les dijera que se ha ido haciendo ella solita, día a día, con ayuda de todos ustedes y a lo peor (también lo admito) despistándome de otras cosas a las que tendría que estar prestando más atención.
Sigue siendo enigmático y divertido, una obligación y un descanso. Como no me gustan los cumpleaños obligatorios, y además siempre he sido demasiado impaciente para casi todo, no he podido esperar a pasado mañana para cambiar la fachada y darle una manita de pintura aquí al edificio. Gracias a Algernon, al que traigo loco toqueteando las tripas de aquí el invento, porque mi torpeza informática es proverbial. Y a Pedro Jorge, que me metió en este veneno.
Y claro, a Víctor, que funciona de gran espagheti de todo esto.
Y a todos ustedes que me soportan y a los que de verdad admiro por su paciencia.
Vamos a por el quinto.
Comentarios (52)
Categorías: Aqui unos amigos