Lo cantaban los Mustang, creo. Pero el tiempo sí que pasa. Hace treinta años o así (los hará en junio), cuando todos teníamos menos kilos, menos arrugas y más pelo, cuando nos creíamos que el mundo no nos iba a hacer como a todo el mundo, tuvimos, quiza lo sepan ustedes, una ilusión adolescente por las letras y las utopías (si es que no es lo mismo, que me parece que sigue siéndolo). Jaramago, llamamos a aquel invento que luego magnificamos en el recuerdo hasta que el mismo recuerdo nos lo escupió: o sea, una revistita multicopiada, un pecadillo de juventud, un horror con grapas y papeles blancos y verdes que sirvió, sin embargo, para grabarnos a fuego para siempre a algunos de nosotros, precisamente, esa utopía adolescente de las letras y la ilusión constante. Treinta años, que se dice pronto. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

O a lo mejor sí, quién sabe, qué más nos da. Nos reunimos ayer, los supervivientes. O, más que los supervivientes, los que hemos podido encontrar. Faltaban varios a quienes el destino ha borrado de nuestras vidas, y a quienes en efecto echamos mucho de menos, pero allí nos vimos, en El Achuri, diez personas, diez vidas, diez caminos. Y empezamos contando anécdotas y recordando batallitas, como cualquier promoción de ex-reclutas, como cualquier promoción de ex-alumnos, como cualquier promoción de ex-seminaristas. Y hasta contamos chistes verdes que no tenían ni puñetera gracia y ya eran viejos, fíjense ustedes, hace treinta años. Alguno incluso cantó (el alcohol, como excusa) por Serrat o por Carlos Cano o, pásmense, la Cantata de Santa María de Iquique de Quilapayún, aunque las voces ya no eran como fueron entonces y se trabucaran las letras y las demás mesas del restaurante nos miraran con cierto pavor, como si hubiéramos salido de un túnel del tiempo o, peor, como si ellos mismos fueran los que habían salido del negro túnel del tiempo del que salimos todos por aquel entonces.

Algunos no nos hemos visto más que a ratos en estos treinta años. Otros, curiosamente, porque la revista duró año y pico y se turnaron los colaboradores, ni siquiera se conocían de entonces y ha tenido que ser ayer cuando se vieran o se reconocieran o se recordaran por primera vez.

Lo que son las cosas: la intelectualidad progre adolescente, treinta años mas tarde, acaba hablando de deporte, de sexo y putas, apenas de política aunque era aniversario republicano. Quizá, porque sólo somos cuatro los que aún seguimos escribiendo y publicando, no hablamos para nada de literatura. Nos reímos mucho, como hacía tiempo que no me reía, poniendo en perspectiva y quizá ridiculizando un poquito lo que fuimos y lo que ahora somos, satisfechos de estar allí, al calor del sol de la tarde, unos amigos debajo de unas máscaras de señores maduretes que todavía guardan, para pasmo de Mafalda, todo el stock de aquellos dieciocho años que un dia tuvimos y que está por aquí dentro todavía, entre kilos de más, hipotecas, muchas páginas escritas y aún más páginas borradas.

Eramos tan jóvenes...

Ayer, durante unas cuantas horas, nos creímos quizás que lo seguíamos siendo.



Referencias (TrackBacks)

URL de trackback de esta historia http://crisei.blogalia.com//trackbacks/48694

Comentarios

1
De: CarlosP. Fecha: 2007-04-15 14:12

Qué rancio queres, ojones! jijijijijij

La cantata de Santa Maria de Iquique...anda que...jajajajajajjajaja

Ay...o tempora, o more



2
De: CarlosP. Fecha: 2007-04-15 14:15

Quítame esa tilde, anda



3
De: PAblo Fecha: 2007-04-15 16:25

¿Por qué las reuniones de amigotes al final siempre se convierten en citas con la nostalgia? Yo hace treinta años o así estaba intentando superar el trauma de la escolarización. Creo que todavía estoy en ello...;-D



4
De: RM Fecha: 2007-04-15 17:32

No, si no fue nostalgia ni nada. Fue cachondeo puro y duro. Y lo de Iquique... pues eso, como decía Manolo Ruiz Torres, el test del progre.



5
De: antonio Fecha: 2007-04-16 10:59

Creo que te olvidas de uno que sigue escribiendo.



6
De: RM Fecha: 2007-04-16 11:22

Es que soy de letras y me equivoco al contar...



7
De: Valentin Fecha: 2007-04-20 11:20

En compañia posiblemente se puede creer que aún se és joven. Pero y en la soledad, cabe autoengaño.Posiblemente solo en un sueño. Posiblemente en un sueño irreal que nunca jamás se repetira. Es lo de la canción. Cuando un amigo se va....algo se muere en el alma. Que mejor amigo que la juventud.



8
De: Pedro Fecha: 2009-09-19 02:18

Hace treinta años (retrocediendo desde 2007) yo tenía siete años. Ahora, tan cerca de los cuarenta, noto que miro atrás con cada vez más frecuencia -esos amigos, esas canciones de fogata, esos libros a los que aún les era virgen, esas chicas a las que nunca abordé como tendría que haber sido- y me da por pensar que todo ese pasado queda por ahí todavía, en alguna esquina que estoy a punto de doblar, en un parque al que no he vuelto, en un café que ya clausuraron, en el frío vientecito de finales de invierno (ese sí que no ha cambiado).

Pero otras veces me parece que no hubo nada de eso, que no éramos ni tan brillantes ni tan irrepetibles. Inocentes, eso sí que éramos. Incluso cuando nos leíamos pasajes de Sábato o de Hesse o de Pessoa sobre las tumbas de un cementerio polvoriento y pueblerino, o cuando creíamos (tanto) que Brahms o que Puccini habían compuesto esa música porque nosotros creíamos tanto.
Pero no. A punto de los cuarenta sé que no volvería a vivir esos días como entonces. Sé que si pudiera volver y suplantarme, me decepcionaría. O me sorprendería al descubrir que mi recuerdo y mi nostalgia son un invento paulatino. Tampoco me gustaría soportar de nuevo esas crisis, esos desamores, esos alejamientos, esa incertidumbre, aquella pasajera neurosis cardiaca. Lo que ahora sé puede ser igualmente un error, pero es mío en un sentido mucho más profundo.

Dicen que la literatura es el arte de la impostura deicida. Pero los recuerdos y la nostalgia ya son una recomposición del mundo al alcance de cualquiera. Me duele lo que he perdido, aunque no haya sido nunca. Pero son momentos, nada más. Supongo que es el precio de madurar, y lo acepto con gusto, aunque jamás me libre de estos queridos fantasmas.

Perdón por la cursilada.

Saludos desde el Perú.