Ando ya liado con la traducción del tercer volumen de Príncipe Valiente, los años 1941 y 1942. O sea, las aventuras mediterráneas y desérticas, los dos primeros encuentros con Aleta, la amistad con Boltar y la búsqueda de oro en tierras africanas y la vuelta a Camelot, el encuentro con el centurión inmortal y la tortura de Horsa.
Ya les he dicho alguna vez que traducir este tebeo es conocerlo de otra manera, ver la magia de las bambalinas y tratar de descubrir el truco, cosa que no siempre se consigue, pero enriquece sobremanera.
Por lo pronto, vamos con el par de errores gordos que Foster introduce (para que luego, ja, no digan que son cosa mía). Las historias se desarrollan en ese improbable siglo V de nuestra era que nuestro autor se inventa porque le da la real gana. Un siglo V donde, en su periplo por Oriente Medio, aparecen de pronto árabes, musulmanes, islamitas y drusos (que son, según acabo de consultar, una secta del Islam). O sea, una religión y una cultura que no debían existir todavía, pues Mahoma no nacería hasta un siglo más tarde. En el fondo, da lo mismo, pero me choca porque en la edición Buru Lan (que es, lo saben ustedes, la que he leído y estudiado más veces), el traductor corregía ese fallo y habla de "hombres del desierto" cuando los menciona, o se salta el texto a la torera cuando no: por eso, sin duda, mi primer shock ante la mención de Alá en un tebeo de Príncipe Valiente se produce ya en la era de John Cullen Murphy, donde se insiste en ese detalle anacrónico. (No sé, por cierto, si los piratas de Berbería --las costas del norte africano-, existían en aquella época: Foster los usa en dos viñetas).
Sin embargo, más me fascina que estos errores el descubrir que, cuando Valiente captura el barco de piratas berberiscos y se hace a la mar en persecución de Angor Wrack, en la bodega del barco, aunque el dibujo no lo muestra, hay "botín y esclavos", y que al llegar a Jaffa venden la carga. O sea, que Val trafica con esclavos y se compra con ese dinero un caballo que lo lleve a Jerusalén. Vaya tela. Y eso que es el héroe, el bueno de la historia.
Mi sorpresa se debe, claro, a que las tres o cuatro ediciones en español que he consultado obvian el detalle, y en el barco pirata sólo hay... botín y mercancías, no seres humanos.
Un detalle de incorrección política de Foster en su momento, lo que demuestra el verdadero tono adulto de su historia... y de censura algo mojigata por parte de los traductores.
Me queda, además, la duda, de qué "extraños y sangrientos ritos" son necesarios para forjar una espada de Damasco. Las traducciones anteriores también obvian la palabra "sangrientos", qué le vamos a hacer.
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