Paso por delante de uno de los diversos kioscos-librerías que hay cerca del cole, esta mañana, mientras hace un frío de quedarse en la cama con la manta eléctrica y la botellita de agua caliente entre los pies.
Muchos fascículos, muchas películas de DVD de tercera fila, mucha revista del corazón con gente en portada que no conozco de nada. Y libros de colecciones esotéricas, novelas del corazón, la colección de los carteles de lata de la Coca-Cola (ideal si va usted a montar un bar de copas, oiga), y un libro allí, gordote, que me llama la atención, por lo feo del diseño pelado, sin una mísera ilustración. Pero el título me engancha, y lo reconozco al instante, porque es un libro que amo y que he leído dos o tres veces (mi pena es que, debido a lo mamotreto que es, nunca consigo que ninguno de mis alumnos lo lea voluntariamente, y los libros o se aman de motu propio o son una lata).
A lo que iba. El diseño del libro pone escrito allí arribita, "Biblioteca de novela histórica de Egipto".
Y el libro es, claro, Sinhué, el egipcio.
Más claro, agua. Más tontos y los venden embotellados, vaya.
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