Lo mismo es un soplo de aire fresco, literalmente, con la que está cayendo, en una sociedad quemada que vive sin vivir en sí entre lenguas trabucadas, meteduras de pata, exigencias de claridad semántica que no se cumplen de manera recíproca y terroristas verbales (y de los otros, ay) siempre dispuestos a prender la mecha. Pero de pronto al país se le encienden las pajarillas cuando no una, sino dos bellas desconocidas aparecen en pelota picada en las páginas de nuestras revistas.
A una de ellas, lo saben ustedes, la vimos hace un par de meses en esas fotos de frente y de perfil, detenida por la poli mexicana, y llorando a lágrima viva cuando en el pueblo se la recibió con honores de astronauta. Ahora se saca la espinita, e imagino que algún buen cuarto, posando tal como vino al mundo en una revista de cuché y vísceras. La otra, en artístico blanco y negro, posa tal cual en la revista del pueblo, e imagino que no será en el boletín oficial de la localidad, dado que la rubia bella es nada menos que la teniente de alcalde, y por el partido conservador, ahí es nada. Ya está, ya podemos todos rasgarnos las vestiduras, pero que se nos vea poco, porfa.
Resulta curioso comprobar, vía tele, la reacción de la gente de la calle y del barrio ante los dos casos. En el primero, la morena peluquera, hay mofa, befa, decepción y hasta miraditas de recelo, como si el ejemplo solidario de todos y todas por defenderla de un abuso policial tuviera algo que ver con que la señora, recién casada ella, tuviera que dar explicaciones por un ataque de vanidad y euros con retención del quince por ciento. En el segundo, la bella conservadora, sin embargo todo el mundo cierra filas: primero, porque las fotos son “artísticas” (las otras parece que también, no creo que una revista de gran tirada ponga a hacer fotos allí al tío del caballito de la feria), segundo porque se trata de un concurso local, y tercero porque la señorita es bella entre las bellas y ya se han apresurado a declarar, incluso las otras señoritas políticamente contrarias, e imagino que no competidoras en el concursete de marras, que se trata de un ejercicio de libertad, mientras que la aspirante a reina por un año dice que es un acto “por provocación”.
A mí, qué quieren ustedes, me parecen muy bien ambos casos, y a la vez me preocupan. No sé si es que hemos vuelto a los tiempos del streaking, ¿se acuerdan? Te daban un Oscar o un Nobel y tú ibas allí, todo maqueado y procurando no demostrar que te quedaba tirante el smoking, con el discurso preparado y la lista de agradecimientos en la punta de la lengua, y de pronto te pasaba por detrás corriendo un fulano en cueros que protestaba contra nada en concreto. Fue una moda tan fugaz como la permitida por la velocidad de las piernas de los streakers, imagino que porque por donde se puso de moda hacía un frío de pelarse. Lo que ya me escama algo más es que, cuando alguien quiere llamar la atención sobre algo no tenga ningún recurso dialéctico, sino que recurra directamente al despelote: lo hicieron hace unos años las nadadoras de no sé qué equipo olímpico australiano, y luego han seguido el ejemplo futbolistas de segunda regional, bomberos, policías urbanos y lo que haga falta. Todo artístico, faltaba más. Y por buena causa.
¿Se imaginan ustedes que se crea escuela? ¿Que para presentarte a concejal o concejala tuvieras que desnudar no ya tus ideas, sino tu cuerpo? ¿Para cantar en el concurso del Falla? ¿Para opositar a jardinero? Cierto, cada cual puede hacer de su capa un sayo y asomar las menudencias como y cuando quiera, pero seguro que las personas, sea cual sea su profesión y su estatus social, tienen más cosas que decir que posar a lo David Hamilton para la posteridad puñetera. O eso, o mejor no decir nada.
Porque luego está la triple moral. Si una Yola Berrocal o una Nuria Bermúdez posan y cobran, son unas pilinguis y las feministas ponen el grito en el cielo, y si usted o yo, caballero, expresamos nuestra admiración por la belleza de tan atrevidas damas somos unos cerdos machistas sin remedio. Y es que el ejercicio de la libertad, obviamente, lo tiene quien muestra, pero también hace uso de él quien, a lo que se muestra, mira.
(Publicado en La Voz de Cádiz el 15-1-07)
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