Por enésima vez, George Lucas y Steven Spielberg han anunciado que esta vez va en serio, que el cuento de Pedro y el lobo ahora sí se cumple. Que viene Indiana Jones. Indiana Jones IV, sin título definitivo todavía, para no levantar la liebre. Con Harrison Ford, todavía. Con Sean Connery, si lo convencen. Y con el mejor guión de todos hasta ahora.
Lo mismo es verdad y esta vez es la definitiva. Lo mismo es cierto que tienen un buen guión, después de haber rechazado tantos otros, desde el Indiana Jones y las llaves de Atlantis que luego se convirtió en videojuego a aquellos otros que auguraban la necesidad de usar efectos especiales infográficos al que dicen que escribió Shaymalan (qué sopor). Aseguran que empiezan a rodar en junio con vistas a estrenar la película en mayo de 2008 (o sea, que sí, que va a haber efectos especiales a punta pala; Spielberg rueda rápido y todo lo demás va a ser post-producción).
A estas alturas, uno no sabe si quiere o no quiere ver una nueva película de Indiana Jones. Vamos a ver, no me malinterpreten ustedes: sí quiero verla, sí quiero ver más aventuras, muchas más aventuras de Indy... lo que no sé es si quiero ver esta película.
Porque ha pasado mucho tiempo, demasiado tiempo desde Indiana Jones y la última cruzada, y el tiempo no corre en balde para nadie. Harrison Ford, desde entonces, ha intentado ser otros personajes y encauzar hacia otros derroteros su carrera, me temo que sin conseguirlo del todo y eligiendo bastante mal sus proyectos. George Lucas, a pesar de las buenas cifras de ventas de su nueva trilogía, es ahora poco menos que el coco a batir por todo friki que se precie, que es incapaz de separar infancia mitificada de realidad ajena; sólo Steven Spielberg se encuentra, y cada vez más, en ese punto de sabiduría artística que le hace crear obras maestras prácticamente una detrás de la otra: para hacer este Indy IV, dicen, ha hecho un hueco en su agenda y postpone el rodaje del biopic sobre Abraham Lincoln con Liam Neeson.
El propio Indiana Jones, recordemos, ha tenido tras su última película algún intento de trasvase al mundo del cómic (alguno bastante aceptable, dentro de la escudería Dark Horse), y fue protagonista, con otros rostros y, más que con otros rostros, con otra personalidad (u otras personalidades) en una serie de televisión de contenido didáctico que, imagino, saldrá por fin a la venta en DVD antes que la nueva película.
¿Pero hay un público hoy para Indiana Jones? O, más concretamente, ¿hay un público para ver un Indiana Jones interpretado por Harrison Ford, es decir, un Indiana Jones decididamente maduro, por no decir cuasi anciano, puramente carroza? Indiana Jones es la aventura pulpera por excelencia y el héroe pulp, como el héroe de los cómics antes de que se volvieran todos ultimatizados y se hicieran liftings y se dejaran flequillo, se movía en esa frontera difusa de edad que va de los veintitantos a los treintaytantos.... y eso que la penúltima vez que Ford intepretó a su personaje ya rebasaba con creces esa edad (la última vez fue en un episodio de la serie televisiva, de donde procede la foto que ilustra este artículo).
De siempre imaginábamos que la nueva película de Indiana Jones ya no se desarollaría antes de la Segunda Guerra Mundial, con nazis enemigos e instrumentos mágicos en danza, y hasta se rumoreó que la historia se desarrollaría en los años cincuenta y con enemigos comunistas. Ahora, tras tantas dilaciones y retiradas a tiempo, se chismorrea que la historia tendrá que desarrollarse, quizá, en los años sesenta, con un Indy francamente mayor.
La duda que me planteo es si merece la pena. Hemos visto en Indiana Jones al héroe despreocupado, arrojado, capaz de soportar enormes palizas y salir siempre a flote, superado solamente en número de heridas y sopapos por el John McLane de Bruce Willis que ahora también vuelve, con menos pelo, a las pantallas. La saga de Indiana Jones es, desde el crepúsculo de un tiempo que no cree en héroes y casi no tiene mitos, una vuelta atrás a tiempos que en nuestra mitología de andar por casa hemos engrandado: los tiempos del Hollywood dorado y el aventurero errante, los tiempos del esfuerzo humano ante el arrastre de la máquina, de las dualidades morales aparentes aunque en realidad la línea divisoria estuviera muy clara. Indiana Jones era el exotismo en una época donde el exotismo había muerto, aplastado por el pragmatismo que, en su lugar de origen, venía marcado por la política republicana de Ronald Reagan, una respuesta liberal y bien intencionada, plagada de humor, a Rambo y sus forzudos acorazados.
Lo que nos espera puede ser, tal vez, la última entrada en escena de Indiana Jones: una aventura crepuscular que no sé si merece la pena, en tanto lo que les queda entonces por hacer a Lucas y Spielberg es deconstruir aquello que tan sabiamente construyeron en los años ochenta. Un Indiana Jones viejo, débil, demacrado y a punto para la derrota que tendrá que compartir estrellato con alguien más joven que se lleve la gloria y atraiga a otros fans (ya saben, se habló de una hija, Idaho, interpretada por Natalie Portman).
Y yo, insisto, no sé si merece la pena. No sé si quiero ver a Indy caduco, no sé si quiero ver una auto-parodia. No porque por ley de vida no pueda y deba ser así, sino porque tengo la sensación de que se nos han escamoteado tantas historias de juventud y madurez, que sería como traicionar un poco al personaje mostrarlo ahora viejo y gastado y cascarrabias.
Es indiscutible que Harrison Ford es Indiana Jones. Pero también hemos visto ya a otros cuatro actores encarnarlo; de esos cuatro, el viejo Indy que encarnara George Hall, con su parche en el ojo y sus batallitas de abuelo Cebolleta causó espanto entre los espectadores, que le dieron la espalda al programa de televisión, hasta el punto de que muchos episodios fueron remontados para su comercialización en video, eliminándolo de las entradillas.
En fin, buena suerte al proyecto y confiemos en que sepan lo que están haciendo, que no llenen la historia de chistes referenciales y burlas al personaje, y que sean capaces de encontrar glamour en una época donde ya no había héroes como el doctor Jones, pues todavía no había entrado en escena, armado con una Beretta y con los acordes de John Barry, su padre el agente secreto al servicio de su majestad británica.
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