La iconografía del superhombre parece que, por fin, no es privativa de los cómics, sino que se va asentando en la imagen real del cine o la televisión. Me dirán ustedes, con razón, que eso podría ser bueno, por ejemplo, para la historieta, que por fin podría dedicarse a volver a explorar aquellos otros caminos que le dieron tanta riqueza en el pasado, cuando tebeo era sinónimo de muchas cosas y no sólo de tíos en pijamas de colorines, y me dirán también que todo se debe a la eclosión y el abaratamiento de los efectos especiales, a lo que tengo inevitablemente que darles la razón... aunque los grandísimos ejemplos de buenas historias de superhéroes en pantalla chica que hemos visto no tengan precisamente un despliegue de FF-XX para tirar cohetes. Piensen ustedes que la mejor traslación de la mitología superheroica y la cultura comic-book a la tele han sido Buffy y Angel, donde no había precisamente un gran despliegue de virtuosismo plástico y sí una perfecta caracterización de personajes y una extrapolación del angst típico del personaje de historietas.
Pasa lo mismo en Héroes, la serie de televisión del momento y, auguro, de muchos momentos futuros. Dicen que va a la rueda de otros productos de éxito contemporáneo como Perdidos o Prison Break, pero no puede obviarse que en el fondo sigue el esquema de historias en arco narrativo que inventó J.M. Stracinsky para Babylon-5 y que luego perfeccionó Joss Whedon para sus dos series. Que uno de los co-productores sea Jeph Loeb, amigo de Whedon y encargado de llevar a un puerto que no fue las aventuras en dibujos animados de Buffy es aclarador. Que uno de los héroes de la historia sea precisamente una animadora rubia, bajita e indestructible, y que el lema de este primer arco sea "Salva a la animadora, salva al mundo" deja muy claro el homenaje.
La serie encandilará a los lectores de tebeos, porque les ofrece, mejorados, muchos planteamientos que ya hemos visto cientos de veces en los tebeos. Muestra situaciones y personajes que nos resultan familiares aunque no sepamos cómo ubicarlos a primera vista (hace falta una reflexión posterior para equiparar a estos héroes con Kitty Pryde, Nuklo, El Mímico, Aurora, etc) y lo hace desde la reinvención absoluta. Tim Kring, su creador, confiesa no estar versado en el mundo de la historieta, y hasta tener problemas de comprensión de su gramática, y Jeph Loeb cuenta cómo se desanimó Kring cuando, en las primeras sesiones de brainstorming creativo, le iba haciendo el paralelismo de personajes y situaciones con cosas exploradas una y mil veces en los cómics.
No importa: Kring y su equipo lo cuentan todo como si fuera nuevo, para un público nuevo que lo descubre y lo identifica como tal. Ya habíamos comentado por aquí alguna vez que ese lastre de los guionistas y lectores de tebeos (y ese lastre, en otro contexto, de los fans de ciencia fición y fantasía) es lo que en ocasiones no permite que las obras despeguen. Los fans exigen su ración de soma y las editoriales se las dan. Y tiene que venir alguien de fuera, llámese Tim Kring o llámese Joss Whedon, para verlo todo desde una óptica fresca y reinventar la rueda. Héroes es un cómic en tanto utiliza personajes y situaciones que hasta ahora habían sido privativas de los cómics, pero es televisión pura y dura, de nuestro tiempo, con un reparto coral y con los convencionalismos que todos hemos aprendido a amar de teorías conspirativas, hombres de negro, el culebrón que antes sólo se asimilaba a Dinastía (y nada menos que el joven hijo homosexual de los Carrington hace aquí del inquietante y moralmente ambiguo señor de gafas de concha, mister Bennet) y que vuelve a ser el folletín clásico donde se encadenan las peripecias. Héroes es un cómic para gente que no lee cómics, y que lo disfrutará como un manjar nuevo, sin importarles paralelismos ni homenajes, ni la divertida manera en que se mezclan los títulos de crédito con las imágenes, pura referencia a Will Eisner.
La fuerza de la narración se basa, como no podía ser de otra manera, en el descubrimiento sorpresivo de las cartas, en que no hay reglas aparentes, y en el carisma de los personajes. Desde el atribulado pintor que plasma el futuro cuando está drogado (un inciso para apuntar que las historietas y cuadros están realizados por Tim Sale), a la rubia stripper con su doble malo en el espejo, la animadora indestructible, el policía fondón que descubre sus habilidades telepáticas, el político que vuela, la émpata o el asesino psicópata, todos ofrecen su ración de intriga y misterio y logran captar el interés del espectador, quien logra identificarse con ellos. De todos, es Hiro Nakamura, el pequeño funcionario friki japonés con su poder de someter el tiempo y el espacio, quien está llamado a convertirse en un icono cultural de los próximos años (¡el personaje hasta tiene un blog!). El actor que lo encarna, por cierto, Masi Oka, es en efecto un cerebrito informático que ha trabajado en los efectos especiales de la primera trilogía galáctica de George Lucas. Igualmente divertido es su tono de voz y su acento, subtitulado en inglés no a pie de imagen, sino al lado de los personajes, casi como si fueran bocadillos al estilo Alex Raymond.
¿Imaginan ustedes que Stephen King hubiera creado el universo Marvel? Quizá no habría sido muy diferente de Héroes.
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