Hoy sale a la venta mi última novela, Juglar . Ya saben ustedes, la novela que fue finalista en febrero del premio Minotauro de este año.
Ha quedado un libro hermoso, con la medida justa, ni flaco ni gordo, con una bella tapa dura y un precio más que razonable. Considero que es, huelga decirlo, mi mejor novela hasta la fecha, asequible a todos los gustos dentro y fuera de las fronteras tontas que nos marca la literatura fantástica.
O sea, un paseo entre histórico y fantástico por la Edad Media. Por nuestra Edad Media, donde los héroes sudan y tienen hambre y las tres culturas se atraen y se repelen por partes iguales y existen elementos de leyenda que no tienen nada que envidiar a nortes lejanos. Ya he dicho por ahí que la visión resultante de ese siglo XI fiero y a la vez cautivador, al final, tiene tintes becquerianos, y donde los personajes históricos como Mio Cid, Sancho II, Alfonso VI o Doña Urraca alternan con personajes míticos y ensoñaciones fantásticas, con resabios de la novela picaresca y abundantes elementos tomados de la literatura de la época. Dicho de otra manera: la Edad Media tal como fue... y tal como imaginamos que debió ser.
Éste es el texto de contraportada.
«Mio Cid de Vivar, mi señor Campeador. Valencia te llama. Levántate y anda.»
Cuenta la historia que Rodrigo Díaz de Vivar, Mio Cid, ganó su última batalla después de su muerte. Dicen que ataron su cadáver al caballo y que así, muerto, guió a su ejército a la victoria. Efectivamente, un domingo del mes de julio del año de gracia de 1099, no pudiéndose recuperar de una herida en el cuello, vio la muerte Mio Cid. Sin embargo, fue gracias a las artes mágicas de las tres religiones monoteístas conjugadas que, en presencia de la viuda Ximena, de los capitanes del ejército y del obispo don Jerónimo, el cuerpo sin vida del Campeador resucitó por un día. Un día en el que debía de nuevo defender la ciudad del enemigo almorávide. El artífice del hechizo fue, a petición de Ximena, Esteban de Sopetrán.
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