Mi calle, que sigue siendo mi calle pero es una calle cualquiera, como cualquier otra calle, al haberse ido haciendo y rehaciendo a lo largo de las décadas, tiene algunos absurdos de numeración. Mi casa, mismamente: el número 4. La puerta de al lado, en vez de ser el 6, es el 4B, y la de al lado de la casa de al lado, el 4C. En la esquina, después de la tienda de las motos que da un coñazo que ni se imaginan, y la puerta del garaje y esas cosas, está el número 6. O quizá sea el 8 y la tienda de las motos el 6.
Da lo mismo. Mi edificio tiene dos plantas nada más (más quisiera yo que hubiera sido más alto, me habría costado más barata la comunidad y no tendría un ascensor de adorno). O sea, que somos cuatro vecinos solamente (tres, porque los del 2º B tienen un piso doble y entran por la otra puerta, el 4B). Por aquello de no liar a los carteros, pongo de dirección solamente el número 4 (y no 4A, porque el 4A no existe), y para que no se me confunda nadie con el 4B, y aunque vivo en el 1º B, ya digo que sólo pongo en los remites el número 4.
El problema es que, como no soy ciudadano de este país (mentalmente, ustedes me entienden), me aprovisiono de libros, cómics y dividís pidiéndolos por correo y esas cosas. Como los ingleses y americanos, lo he comprobado, no escriben la abreviatura del ordinal como nosotros (1st, 2nd, 3rd, 4th), quedaría absurdo que les pusiera 1º, porque no entienden el cerito ese al lado del uno (comprobado).
Total, que suelo poner solo el número 4 en mi dirección. Y normalmente no tengo problemas.
Excepto cuando me mandan un envío por empresa de transportes, bien sea de ultramar o de ultratierra. Entonces toda la velocidad del proceso se paraliza. Si mi edificio fuera, no sé, el Empire State Building, cien apartamentos y quinientas escaleras, todavía comprendería que el señor que viene cargado de material mayormente friquiesco se lo pensara dos veces antes de decir, coño, imposible deducir a quién le entrego aquí la mosca. Pero con cuatro, o sea, cuatro casas y sus correspondientes telefonillos en la puerta, parece que no sería muy difícil, ¿no?
Pues no. Se me van las horas, los días, las semanas esperando a veces que me lleguen según qué envíos. Y, cuando uno ya desespera, interviene la amable señorita de voz de robot que te llama desde lugares tan lejanos como Barcelona o Zaragoza o doquiera que se halle la empresa de transportes, para decirte que tienen una dirección incompleta. O sea, que les falta el 1ºB. Y tú le dices que no, que no es el 4B, sino el 4, y no el 4A, y el piso primero, o sea, subiendo las escaleras, el primer rellanito que encuentren (en Cádiz, mismamente, la macetilla), y a la izquierda, eeeese mismo, frente a la puerta donde ladra el hijoputaperro. Y te dicen que muy bien, que el lunes lo tienes en casa.
Y llaman otra vez por la tarde, otra señorita diferente con la misma voz de androide, y vuelta a repetirle, y te dicen que el martes lo tienes en casa.
A veces, cuando la empresa que llama está cerca, les pregunto dónde están y yo mismo voy a recogerlo en la oficina. Porque, joder, mira que son comodones, mira que son poco de fiar. ¿Correos? Mal. ¿Las empresas de transportes? Pues parece que no son precisamente las empresas de mensajería que todos ustedes están pensando, y tampoco puede uno decir que vayan muy bien.
Sábado, a las siete de la tarde menos diez minutos. La vecina me hace entrega, tachín tachán, del envío que me dijeron hace diez días que me entregaban el lunes, y que luego me dijeron que el martes. Pues resulta que ni un día ni otro: hoy por la mañana, cuando no estábamos.
O sea, que lo mismo no son tan comodones y les mola trabajar un sábado, quién sabe.
Con lo sencillo que es hacer lo que hacemos todos cuando vamos a una casa y no recordamos si era el piso tercero a, b, c, d, e o f de la escalera derecha o izquierda.
Exactamente: llamar a todos los telefonillos (cuatro en mi caso y en mi casa, ya digo) y caso resuelto.
Comentarios (18)
Categorías: Reflexiones