En estos años de euforia, donde lo magistral se confunde con lo vacuo, son muchos los autores españoles que siguen la estela iniciada por Carlos Giménez y comprenden que es el momento de hacer una obra más personal y rica. Al igual que Giménez, irán saltando de un título a otro, siempre a la sombra de Toutain Editor o de Norma, a veces intentando colaborar con revistas autogestionarias como Rambla, Metropol o KO Comics, y ofreciendo tanto sus personajes emblemáticos como iniciando en cada andadura la presentación de caracteres nuevos.

Alfonso Font (Barcelona, 1946) es quizá, por razones de estilo y amistad, el más cercano a Carlos Giménez, con quien colabora en el colectivo Taller Premiá en la elaboración de historietas conjuntas como la ya mencionada Tequila Bang! contra el club Tenax, aunque la serie ya había sido iniciada por Font en solitario en 1978, siguiendo los guiones de un Víctor Mora que, aparentemente adulto, no es capaz de soltar el lastre de los muchos convencionalismos que le caracterizan. Para Francia Font realiza series de cierta importancia como Los robinsones de la Tierra (1978), y en España era parcialmente conocido su trabajo en el agente secreto Géminis (1974). Sus primeros comics publicados como autor total, recopilados luego en el álbum, Mano a mano, son historias cortas, a menudo un sarcástico chiste final algo alargado que tienen su claro precedente en los trabajos de Giménez para El Papus.

Pero Font inmediatamente va a más y en seguida se deshace de la sombra de gigante del amigo. Para 1984 entrega una serie de historias cortas de ciencia ficción, adaptaciones libres de historias conocidas por los aficionados al tema, bautizadas Cuentos de un futuro imperfecto (1980), y de uno de cuyos relatos, "Lluvia", saldrían los dos patosos personajes Clarke & Kubrick, espacialistas que luego tendrían popular serie propia publicada en Rambla en 1982. Tampoco desdeña el humor negro y en Creepy ven la luz sus jocosas Historias negras (1980), magistral puesta en escena donde los contrastres de luces y sombras y lo sorpresivo de los finales sí que justifican la brevedad de la exposición, en la línea de Robert Sheckley o Fredric Brown que tanto le influyen en esta primera época. Poco a poco, Font va estilizando su estilo y perfeccionando su capacidad narrativa, saltando de un género a otro y descollando en todos ellos. Es en CIMOC y la editorial Norma donde se recoge su obra de madurez, alguna inconclusa, como El prisionero de las estrellas, Taxi, Privado, Rohner o la más reciente y mejor de todas, Bri D´Alban, una visita al entorno medieval europeo que nada tiene que envidiar a otros autores clásicos como Foster o a las incursiones en el género de los contemporáneos Juillard o Hermann. La incuestionable calidad de Alfonso Font la rubrica su supervivencia cuando otros autores más publicitados ha desaparecido ya del mapa. Es, en cierto modo, el más europeo de nuestros creadores, pues su compenetración con el formato álbum es total. En los últimos tiempos, Font ha colaborado con historietas del mítico Tex para la italiana editorial Bonelli, y aunque resulta difícil pensar que algún día se verán publicadas en España, dados los continuos descalabros que aquí sufre este inteligente material, las pocas páginas que han podido verse en revistas y fanzines (páginas sin texto, lo que los americanos llaman "silent edition") confirman que Alfonso Font se encuentra en su mejor momento como autor y que incluso en el tebeo "comercial" puede dar aún mucha batalla.

Un autor recuperado para el mundo del comic que renace, Manfred Sommer (San Sebastián, 1933), publica en la revista Hunter (1980), el western titulado "El lobo solitario" para presentar poco después, en CIMOC, su máxima creación, el personaje Frank Cappa. Se trata de historias que tienen por centro un corresponsal de guerra, un cruce entre Corto Maltés y Alack Sinner en lo ideológico y lo físico y cuyo nombre, aunque parezca remitir al director cinematográfico, hace clara referencia al fotógrafo Robert Capa. Son historias bien narradas, con un montaje que debe mucho a Pratt pero con un dibujo muchísimo más acabado y atractivo que el del maestro italiano, y donde se pasa revista, a veces con un cáustico humor negro, a los contrasentidos de la guerra desde el prisma de un reportero "imparcial" que en ocasiones no tiene problemas para tomar partido. Cappa no es ni siquiera un antihéroe, sino un hombre normal en situaciones anormales. O casi. El desarrollo de la serie lleva a Sommers a rizar el rizo de lo absurdo y a crear un origen demasiado folletinesco para quien, de entrada, era precisamente un tipo corriente y moliente (1). Como principal inconveniente, quizás Frank Cappa tiene el problema de estar demasiado bien trazado como personaje: es un hombre adulto con una ideología y una formación a sus espaldas y la neutralidad, la sorpresa o la "lección moral" que pudiera deducirse de sus historietas suelen ser demasiado consecuentes, al no poder presentarse una evolución del personaje como pudieran haber tenido Corto Maltés, Alack Sinner o Lieutenant Blueberry, quienes sí acaban por ser marcados por sus respectivas andanzas, por no mencionar otros personajes considerados cegatamente menos adultos del comic norteamericano.

Menos interés que Frank Cappa reviste la serie creada para la revista Metropol, aventura editorial conjunta del autor con el guionista Mariano Hispano y el dibujante Leopoldo Sánchez en 1983, Pólux, la improbable historia de un mendigo convertido en guaperas de la noche a la mañana. Tras haber dejado una importante huella en el comic de los años ochenta en España, Manfred Sommer acaba por volver a la pintura y la ilustración que le habían acogido antes. Lástima.

Pero el más popular personaje de la década es sin duda Torpedo 1936, creado por el guionista Sánchez Abulí y dibujado con maestría incomparable por Jordi Bernet después de que su primer dibujante, el maestro norteamericano Alex Toth, abandonara la serie en su segunda entrega por razones un tanto peregrinas (2). Luca Torelli, el "Torpedo", es un matón mafioso que en la Norteamérica de los años treinta, y acompañado por un Sancho Panza algo lerdo llamado Rascal, comete mil y una tropelías, a veces humorísticas, otras salvajes, violentas siempre.

Hay asesinatos, atracos, torturas, timos, violaciones, escenas racistas, abusos sexuales, y sobre todo juegos de palabras imposibles, en cuanto son magníficos retruécanos en un castellano que el personaje, por su situación americana, no podría haber hecho jamás.

El estilo serio y crudo de los primeros episodios va degenerando progresivamente en un divertido muestrario de policías corruptos, mafiosos sin el más mínimo sentido del honor, fulanas y esposas indecentes que muestran sus encantos a lectores y personajes a la menor ocasión, padrinos cadavéricos, políticos caraduras, boxeadores vendidos. Todos los tópicos del género aparecen en esta obra, convenientemente subvertidos, jamás tomados en serio. Torpedo es inmoral y amoral, políticamente incorrecto, transgresor, insultante. Tras su presentación en la revista Creepy y su recopilación en varios álbumes, alguno en color, la supervivencia de la serie llega hasta nuestros días, pese al reciente desencuentro de sus autores.

El otro gran antihéroe de la época es Hombre (1981), western postapocalíptico en la vena del cinematográfico Mad Max que sobre guiones del valenciano Antonio Segura ilustra José Ortiz. Pese a su punto de partida, el elemento fantacientífico es muy leve (3), y la historieta no deja de ser una del oeste donde las situaciones están mucho más al límite. El paso de los episodios ha ido consolidando el ambiente y el personaje, cada vez más perfeccionado tanto gráfica como literariamente. Ya Ortiz había presentado en Creepy su Jack el destripador, y en uno de los primeros álbumes de lujo del editor catalán se ofreció sus Cuatro Jinetes del Apocalipsis, interesante historia simbolista que, contrariamente a lo que pudiera esperarse, se entiende.

Otro personaje de Antonio Segura, dibujado por Leopoldo Sánchez, es Bogey (1981), la transposición del género negro detectivesco a una ciencia ficción que también brilla por su ausencia, puesto que las historietas del singular detective bien podrían haberse desarrollado en su habitat natural del Chicago de la Depresión. Con un estilo de dibujo atractivo y un absurdo físico que no se despega de su inspirador Humphrey Bogart, Bogey tiene, como Hombre, como Frank Cappa, el inconveniente de ser un personaje de una pieza que no evoluciona, un estereotipo que no avanza más allá de los sintéticos tópicos de su primera aventura. Otros personajes y álbumes de esta época, como Sarvan o Kraken resultan, pese al atractivo de su grafismo, mucho menos logrados e interesantes.

No todos los dibujantes cuentan sus historias a través del hilo conductor de un personaje. José María Beá presenta en 1984 sus Historias de la Taberna Galáctica, las mismas historietas de sorpresa final típicas de la casa pero con el genial guiño de la introducción y el epílogo, realizados por los personajes alienígenas que visitan la taberna del título, en evidente derivación de la famosa escena de La Guerra de las Galaxias, donde a veces se pone en solfa o incluso se contradice aquello mismo que se cuenta. Su experiencia como coeditor de Rambla le lleva a elaborar, siempre dentro del género fantástico cultivado desde los tiempos del Drácula de Buru Lan, las series La esfera cúbica (1982) y La muralla (1983). Más interesantes aún son las historias cortas publicadas en Rambla y presentadas bajo el pseudónimo Sánchez Zamora (4), historias más apegadas a nuestros días y que podrían haber sido, en el mundo del comic, el equivalente de algunos planteamientos almodovarianos si el tebeo hubiera conseguido el relieve y la trascendencia social que todos deseábamos.

También en Rambla Luis García continuaría Nova 2, prolongación de la historieta presentada en TOTEM y donde el abuso de los efectos fotográficos y la enorme morosidad en la exposición pesan como absoluto lastre en la historia que quizá se cuente. El virtuosismo de Luis García había tenido su máximo exponente ya en las Crónicas del Sin Nombre y en la que es su obra maestra, la vuelta al pueblo de la infancia retratada con poesía y desapego en la historieta "Chicharras", pero su maestría gráfica no va acompañada por el talento en los guiones, y no es extraño que pocos lectores pudieran aguantar su Nova hasta el final, si es que final hubo.

Pero la serie más atractiva de Rambla, la revista donde por un momento parecieron aglutinarse las mejores esperanzas del comic español, es Maese Espada, dibujada por Adolfo Usero en su mejor momento, el intento de crear un héroe como tal, personaje que no había existido en el tebeo español desde los tiempos de El Corsario de Hierro, pues ya se ha visto que son los antihéroes los que dominan la década. Maese Espada y su bizco y forzudo acompañante suponen la revisitación y puesta al día del género aventurero que ya Usero ensayara en los años setenta con el interesante Roldán sin miedo, y donde se encuentran reminiscencias del Guerrro del Antifaz, el Capitán Trueno o Taurus, ahora documentado y con un tono político más acorde a los tiempos que corren. Aunque los lectores veteranos recibieron alborozados la serie, no puede decirse que la suerte, por desgracia, acompañara su propuesta.

Si son tiempos de boom y autobombo en el comic y se publicita cada vez con mayor descaro al personal "de la casa" en todas y cada una de las editoriales, los dibujantes españoles no quedan al margen de esa propaganda. Fernando Fernández, haciendo uso de su dominio del color y sus espectaculares figuras femeninas, ofrece en 1984 la serie Zora y los hibernautas, sobre guiones del norteamericano Nicola Cuti luego reelaborados por el dibujante. Presentada a bombo y platillo, la serie queda como lo peor que se recuerda, desde los insensatos diálogos donde los personajes se cuentan mutuamente detalles que ya deberían conocer a las explicaciones sobre los monstruos espaciales que las mencionadas hibernautas están viendo, monstruos que no se presentan al lector al estar la imagen centrada en los cuerpos desnudos de las amazonas galácticas. Prácticamente, todo en esta historieta sucede "off-camera", escamoteando al lector planos generales o viñetas de acción por mor de la composición de la página y la profusión de bellas extraterrestres calvas. Delirante.

También Fernando Fernández ofrecería en Creepy su adaptación de la novela de Bram Stoker Drácula (1982), algo más interesante, aunque los cambios bruscos de estilo y colorido no parecen los más adecuados para la historia que se narra. A este respecto, la plancha que cierra el álbum más parece propicia a un musical y no a un clásico del terror de todos los tiempos. Compruébese.

Por último, en la hornada de primera fila de los autores de esta época, destacar la obra El mercenario (1981), del ilustrador Vicente Segrelles, reconvertido ahora a autor de comics, y que ayudó lo suyo a impulsar los primeros pasos de la revista CIMOC. Adelantándose a la temática de dragones que luego vendría, e inspirándose en la serie de la escritora Anne McCaffrey y en una poco casual ojeada al Arzack de Moebius, El mercenario cuenta las andanzas de un improbable guerrero medieval parecido al actor Simón Andreu a lomos de un dragón alado. Los recursos narrativos parecen reducirse a zooms adelante y atrás, y a muchos primeros planos que de vez en cuando se alivian con una viñeta grande, más cercana al trabajo anterior que había hecho justamente famoso al dibujante. El mercenario es una serie aburrida, con pésimos guiones y una puesta en escena estática y repetitiva, donde los bocadillos y la rotulación, como en todo comic "pintado", chocan con el hipotético tono hiperrealista pretendido. Pese a todo, resulta un éxito, y no sólo en España.

NOTAS

(1) El origen del personaje, alemán posible hijo de nazis adoptado por una familia negra y criado en un pueblo donde es un outsider, tiene demasiados tintes rocambolescos, y de él podría desprenderse la reaccionaria lectura de que Cappa no es racista por su educación entre negros... a pesar de sus genes arios, como si no fuera posible ser anti-racista o de izquierdas sin tener el folletín tipo Moisés por origen.

(2) En el libro dedicado a su figura editado por Kitchen Sink, un patriótico Alex Toth justifica su marcha de la serie porque su país era ridiculizado, con personaje criminal o sin él, proyectando la visión de la América de los años treinta a la de los ochenta. Por cierto, Toth indica que el humor ácido de Sánchez Abulí no se entiende en la traducción al inglés.

(3) En la misma línea de western post-apocalíptico se encuentra Jeremiah, de Hermann, donde sí aparecen algunos elementos de ciencia ficción. El físico de Hombre, por cierto, es clavadito al de Kevin Cosner en otra película post-catástrofe, aunque esta vez acuática y muy posterior, Waterworld.

(4) Pese a la diferencia de estilo de dibujo e incluso de narración, los lectores avezados descubrieron la personalidad de Beá detrás de Sánchez Zamora no sólo por similitudes en la firma, sino por la personal rotulación de las historias.

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Comentarios

1
De: Eduardo Rodríguez Fecha: 2006-09-27 12:32

Perdón Rafael. En la línea que hace mención de Sarvan o Kraken ¿ no sería útil añadir...’’ Pese al atractivo de su grafismo... debido a Bernet...’’?
Siento por esta vez no estar de acuerdo contigo, tanto Sarvan como Kraken supusieron para mí en el momento de su aparición, auténticas “ novedades “ a la altura de lo mejor que se publicaba entonces.
Saludos



2
De: Alfred Fecha: 2006-09-27 14:43

De "Sarvan" apenas he leído algunas páginas sueltas, aquí y allá, en viejos números de la revista "Cimoc", y no me dijeron demasiado, entre otras cosas, supongo, porque el fantástico no es el registro que mejor se le dé a mi admirado Jordi Bernet, pero "Kraken", en cambio, sí que me parece una obra más que estimable.

Un saludo.



3
De: Juanan Fecha: 2006-09-27 21:41

a mí tampoco me gustó "Sarvan" , en cambió "Kraken" me parece una muy buena obra



4
De: Taiyou Fecha: 2006-09-30 14:36

Un offtopic,

¿alguien sabe por qué en ciertos artículos están desactivados los comentarios (incluso habiendo comentarios escritos ya)?

Taiyou



5
De: RM Fecha: 2006-09-30 18:13

Para evitar que el personal empiece a dar el coñazo.

O más bien para que no lo siga dando.



6
De: Sir_Eider Fecha: 2006-10-03 18:32

Hombre!, yo precisamente me estoy "jalando" la serie del "Mercenario", que han traído enterita a la biblio pública en una edición bastante cuidada que sacó el propio Segrelles en 2004 y coincido con el maestro RM... sosa, aburrida, primeros planos y tal... los recursos narrativos me recuerdan un webo a los utilizados en "XIII" por cierto... pero me lo paso pipa con los cómics hiper-realistas, qué le vamos a hacer... Desgraciadamente, guión y dibujo no suelen ir a la par, no hay más que ver la mayoría de los cómics del Alex Ross (salvo Kingdom Come que está pasable), y bueno, el hecho de que fue gracias al maestro RM que me descubrí varias obras de las que en un principio pasé de largo porque me echaban p'atrás el dibujo... como la mayoría de obras de Alan Moore por ejemplo...

Animo pues a que RM siga con esta interesantísima retrospectiva, es muy instructiva para aquellos que hemos llegado tarde a este mundillo (y tenemos cerca una biblio bien surtida para disfrutarlo todo hay que decirlo...)

Un saludo



7
De: RM Fecha: 2006-10-03 18:50

Lo mejor de Alex Ross (y de Kurt Busiek) sigue siendo Marvels.



8
De: Gonzalo G. Fecha: 2006-11-03 13:30

Disculpa, Rafa, estaba haciendo unas pruebas porque quería contar una movida en los postes del último mensaje y lleva foto. Espero que no te importe.

Gracias.



9
De: Ismael, el Espermatozón Rodríguez. Fecha: 2008-04-02 17:49

Con lo de Sánchez Zamora no hay manera. En una tienda de la Coruña vendieron hace ya tiempo cajas de saldos separarando los tebeos de Beá de los de Sánchez Zamora. A estos últimos, además de colocarlos fuera de los estantes, donde había que arrodillarse y encojerse y ensuciarse, les correspondió un precio muchísimo más bajo. ¡No tenía ni cartelito de oferta el pobre Sánchez Zamora!
Allí siguen. Pero ahora aplastados por unas ofertas plastificadas del Tumac.



10
De: Horst Fecha: 2008-06-09 08:07

Apreciado Rafael, le escribo desde Quito Ecuador, soy un verdadero fan comic, requiero consejo, he visto que la oferta sobre Conan es literalmente interminable pero solo podria comprar lo fundamental, indispensable, esencial, basico. Titulos y editorial. Espero noticias, gracias, Horst



11
De: RM Fecha: 2008-06-09 08:19

La Espada Salvaje de Conan, pongamos los cuarenta primeros números: cuando Thomas y Buscema adaptan las novelas de Howard y lo hacen bien.

Conan the Barbarian, hasta el número 100 original, la muerte de Bêlit.