Escribí esta historia hace un montón de años, como divertimento, como experimentación, como homenaje a los mitos de mi infancia y con la idea de contarles un cuento largo a mis hijos. Es, por tanto, una novela infantil con resabios de novela juvenil, homenaje a los tebeos, lectura para frikis y nostálgicos con su puntito de ironía. 31 capítulos, un repaso por un montón de géneros con las aventuras de tres niños que se pierden dentro de un tebeo mágico.

Ninguna editorial ha querido publicarlo nunca. Pero, como oí decir anoche en la tele al respecto de las películas que no triunfan en taquilla, uno es responsable y ama tanto sus éxitos como sus fracasos.

Ladies and gentlemen, niños y niñas, nodrizas y militares sin graduación, por primera vez en esta bitácora, sin que sirva de precedente y hasta que se cansen ustedes (redoble de tambor, fanfarria, sonido de timbales y trompetas desaforadas): EL TEBEO MÁGICO.





1. UNA LIBRERÍA MISTERIOSA


Estaba toda llenita de tebeos.

Danki miró embobado los pósters de los personajes que tan bien conocía. El Hombre-Araña colgado de una red. Un héroe bárbaro con espada y melena y cara de muy pocos amigos. El perro Snoopy sentado en su caseta y diciendo algo así como SMILE, que en inglés quería decir sonríe, si no se equivocaba.

Danki había visto la librería al pasar con la bici camino de casa. TEBEOLANDIA, decía el cartel. Paró la bici junto a una farola, le puso la cadena por si las moscas y empujó la puerta de cristal. Una campanita que colgaba de una telaraña de plástico anunció su llegada.

Olía extraño. Ni a nuevo ni a viejo. Ni a sucio ni a limpio. Y no había nadie. Sólo las estanterías con los tebeos ordenados, algunos guardados en bolsas de plástico, y las figuras de acción, y los juegos de cartas, y alguna camiseta de La Guerra de las Galaxias y un recortable enorme, a tamaño natural, de Chewbacca el wookiee con su ballesta. Bueno, quizá a tamaño natural no, que Chewie medía dos metros y medio y la imagen de cartón no llegaba al metro treinta.

Danki había soñado toda su vida, o sea diez años y tres meses, con una librería así. Y ahora le habían plantado una poco menos que en la esquina.

Cogió un tebeo de Batman, el hombre murciélago. No, ese ya lo tenía. Había un libro gordote de aventuras de El Hombre Enmascarado, pero debía ser carísimo. Y unos tebeos que debían ser del año del catapún, así apasaidos y en blanco y negro, de papel muy fino, El Capitán Trueno. Y muchos superhéroes. Y tebeos japoneses, que se llamaban manga, aunque no tenían nada que ver con la ropa.

Danki era un fanático de los tebeos. Bueno, del baloncesto también. Pero era fácil comprar una camiseta Nike o las zapatillas de Michael Jordan. En cualquier Continente o Pryca las había y hasta a buen precio, aunque papá siempre se quejaba. Por lo que costaban y por lo pronto que se las cargaba. Qué tendrá este niño en los pies, decía.

Pero una librería donde sólo hubiera tebeos, y no periódicos, o los fascículos de jardinería de mamá, o los libracos esos de detectives que su padre amontonaba en la mesilla de noche y no terminaba de leer nunca, porque se quedaba dormido a la cuarta página y después no distinguía al policía del mayordomo o a la actriz enamorada de la suegra envenenadora... Jolines, esto sí que era suerte. Tebeolandia, sí señor. Y apenas a tres calles de su casa.

Lo que le extrañaba, claro, era que la librería estuviera vacía. Vale, todavía los chavales estaban de exámenes. Lo mismo la tienda de recreativos había recibido alguna máquina de marcianos nueva. Ya no había mucha gente que leyera tebeos o soñara, como él, con dedicarse a eso cuando fuera grande, dentro de un porrón de años.

Pero lo más normal es que al menos un par de chicos (o de chicas, que también entendían ya, y cualquiera les llevaba la contraria) estuvieran curioseando como él por la librería.

--¿Hola? ¿Hay alguien?

No respondió nadie. Danki avanzó entre los tebeos. Allí estaba el famoso número 147 de La Masa. Y la aventura de Mortadelo y Filemón que más le gustaba, El sulfato atómico. Y Astérix y Obélix saludando desde lo alto de un mapa de España.

--¡Jolines! --se quejó Danki, rebuscando en el bolsillo de su pantalón vaquero--. ¡Y yo casi me he gastado ya la paga de la semana!

--Está cerrado. No abrimos hasta mañana.

Danki se asustó un poco porque no había oído acercarse a nadie. Se dio la vuelta y allí lo vio. El librero. Lo supo enseguida, porque tenía cara de eso. De librero viejo. Calvorota, con gafitas, encogido y algo gris. Parecía que se hubiera materializado de la nada.

--¿Mañana? --Danki se rascó la cabeza--. Mecachis, no podré venir. Tengo partido contra los de primero B.

--Pues ven pasado --respondió el librero, algo seco. Tenía una voz de raspa, como de humo--. No te preocupes. Aquí hay tebeos de sobra.

Danki echó otra ojeada a las estanterías. Localizó los álbumes de Tintín y Milú y de Spirou y Fantasio, muy fáciles de identificar por los lomos amarillos y azul claro.

--¡Ya lo creo! --exclamó.

El librero lo miró de arriba a abajo. Se frotó las manos e hizo un gesto que pareció empujar hacia adelante su nariz.

--¿Te gustan los cómics, amiguito?

--¿Que si me gustan? --contestó Danki--. ¡Cuando sea mayor seré dibujante, como Jack Kirby o Alex Raymond!

Danki se rascó otra vez la cabeza, miró al suelo.

--Bueno... si aprendo a dibujar mejor. También quiero jugar al baloncesto. Soy el capitán del equipo de la clase, ¿sabe?

--Pues vuelve cuando quieras --dijo el librero, mientras le ponía una mano en el hombro y lo acompañaba hasta la puerta--. Tengo todo tipo de tebeos a la venta.

--¿Y tengo que esperar a pasado mañana? --Danki se hizo el remolón--. ¿No puedo comprarme uno ahora?

--Todavía no me han instalado el ordenador que me lleva las cuentas, así que... Sería un lío. Vuelve otro día.

--Jo. Seguro que entonces ya no hay ninguno que me interese. Seguro que sólo quedan los que ya tengo. Como ese de Batman.

El librero se detuvo.

--¿Tienes muchos tebeos en casa?

--Más de los que mis padres quisieran. Soy un poco desordenado. Pero los tebeos los cuido bien.

El librero se echó a reír, dio una palmada.

--¡Un coleccionista! ¡Tan joven! Vaya, vaya... Te apuesto a que no tienes este tebeo.

Rebuscó entre la pila de tebeos y sacó uno envuelto en plástico. Lo alzó a la luz y Danki vio el título MUNDOS INFINITOS. Era un tebeo de terror con un tipo muy feo, vestido de negro, en la portada.

--¡El número uno de Mundos Infinitos! --exclamó el niño--. ¡Jo! No, claro que no lo tengo. Ese tebeo es de antes de que yo empezara...

--De que empezaras a andar, por lo menos --sonrió el librero con aire de misterio--. Un auténtico ejemplar de coleccionista.

--Eso dicen. La verdad es que no...

--Vamos a hacer una cosa --propuso el librero--. Tú vas a ser cliente de mi tienda, ¿verdad?

--¡Claro! Vendré todas las semanas. El kiosquero de la plaza es un antipático. Y nunca me busca los números atrasados.

--Bien, ya que vas a ser mi cliente todas las semanas y no puedo venderte nada porque no me han traído el ordenador, vamos a hacer una cosa... Te regalo el tebeo.

--¿El número uno de Mundos Infinitos? ¿Para mí? ¡Pero si debe costar una fortuna!

--Oh, no tanto, no creas. Hay otros tebeos que valen mucho más. Venga, toma, para ti. Pero no te pongas a leerlo ahora. Te lo regalo, ala. Pero déjame terminar de ordenar esto o no abriré ni mañana ni nunca.

Danki cogió el tebeo con dedos temblorosos. Como estaba metido dentro de una bolsita de plástico muy mona, no lo pudo hojear. El librero lo fue acercando hasta la puerta. Era un poco brusco y no hacía nada por disimularlo.

--Venga, venga. Que tengo que limpiar los estantes y no sé cuántas cosas más. Recuerda que pasado mañana, cuando ganes el partido, los demás tebeos seguirán estando aquí.

--¡Muchas gracias, señor! ¡Hasta otro día!

Danki corrió hasta la bicicleta. La telaraña con la campanita siguió sonando un rato después de que la puerta se cerrase.

El librero se quedó solo en su tienda. Se frotó las manos otra vez. Sonrió enigmáticamente y se quitó las gafas, la peluca, las arrugas. Si Danki lo hubiera visto de esa forma se habría dado cuenta de que allí pasaba algo raro.

Porque sin aquel disfraz el librero era clavadito al hombre vestido de negro. Al tipo feo que aparecía en la portada del tebeo de terror que le había regalado.

(CONTINUARÁ)

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Comentarios

1
De: Melkart Fecha: 2006-09-24 22:20

Fue una posible serie de dibujos que nunca vio la luz... Yo disfruté leyendola (ayy, no recuerdo si entera) en mis años de instituto.

Muy aconsejable, sobre todo si quieren revivir grandes momentos literarios.



2
De: Fernando Fecha: 2006-09-24 23:54

humm, increible que con lo de moda que estan las novelas infantiles-juveniles despues de HP, nadie se interese por esta.

Nueno, una lastima, porque esta primera entrega me ha abierto la curiosidad, ojala la sigas publicando en el blog o encuentres a alguien que desee hacerlo en papel.



3
De: Rocío Fecha: 2006-09-25 12:24

Por favor, rafa, dime que no tendremos que esperar hasta mañana



4
De: Pasajero 8 Fecha: 2006-09-26 10:06

Enhorabuena por la gran calidad de este blog. Aunque no lo crea, ustedes, los escritores de ahora, están haciendo historia de la literatura: la nueva literatura que todos pordemos disfrutar gracias a Internet. Es lamentable que ninguna editorial quisiera publicar su historia. En fin, la batalla ya no está en los libros, sino en el portatil, el wi-fi y las pantallas TFT. Dentro de unos años el libro será un objeto de coleccionismo más propio de la edad media que de los siglos venideros.

El lápiz ha muerto junto con el papel. Confieso que ya casi sólo leo lo que los escritores me ofrecen "on-line". Literatura ágil, viva, caliente, amena, sugestiva; los libros (y tal vez lo veamos) terminarán por pudrirse en estanterías olvidadas.