También existe una melancolía en septiembre: se nota en la luz y en el color del mar, y no es extraño que los días más bellos del verano que se nos va sean precisamente estos días donde hay que despedirse del salvaje comodón que hemos sido estas semanas pasadas y decir a regañadientes cómo te va al invidente domado que seremos a partir de ahora. Nunca es más hermoso el mar, ya digo, que en estos días primeros de septiembre, cuando hay pereza en las aguas y hay a la vez un algo que anuncia la traición bajo las olas, porque al contrario que nosotros, de aquí a unas semanas el mar volverá a ser salvaje sin domar, libre de sí mismo y de nuestra dependencia.
Se llena de adioses el primero de septiembre, antes de que a mediados se llene de holas. Lo vi ayer, una enorme playa (en Zahara) semivacía, los chiringuitos apurando las últimas ventas de la temporada, todo el enorme campamento gitano en que se convierte el pueblo apurando las últimas horas antes de replegarse en sí mismo y dormir al frío y la soledad durante nueve meses. Se despiden los amores adolescentes, fugaces como el vuelo de una cometa. Se orean las sábanas que ya no podrá alquilar nadie en la quincena que queda. Se llenan de huecos los sitios donde antes aparcar era imposible. Suena música lejana en todas partes, pero ya no son ecos de éxitos del verano, y como disfraces de superhéroes que renuncian a sus responsabilidades porque han perdido sus grandes poderes van uno por uno al cajón o al altillo los trajes de baño y los útiles de bucear, las toallas y las chanclas, las camisas de floripondios y aquellas bermudas viejas que se decoloran por el salitre de un año a otro pero a las que somos fieles porque nunca hemos sentido otra prenda más cómoda.
Poco a poco las ciudades de turismo se quedan solas, y es una vez más como quitarse el maquillaje ante un espejo y verte como de verdad eres, sin afeites ni lentejuelas, encender la luz para espantar los sueños, saber que no es oro todo lo que relució en nuestros días de gloria y que no somos tan hermosos ni tan divertidos como cuando el sol nos iluminaba con su corona.
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