Editorial Bruguera domina el mercado, pero no es todavía un monopolio. Queda el reducto del clásico TBO, que casi ocupa en el panorama del comic en España el nicho de ABC en la prensa diaria, y que goza del privilegio de ver cómo en 1968 la Real Academia de la Lengua acepta su nombre como definitorio del género, aunque con la grafía levemente modificada a "tebeo". Por su parte clásicos como Jaimito o Pumby, de Editora Valenciana, continúan en la brecha, de una manera más testimonial que descollante.
La revista infantil-juvenil tiene desde el 21 de octubre de 1969 la versión española de Spirou, rebautizada STRONG por la editorial Argos, donde se presenta al público material franco-belga de Dupuis y Real Presse: Gastón el Gafe, Quique y Lucio, Los Pitufos, Benito Sansón, Jano y Pirluit, Ultrasón el vikingo, Lucky Luke como gran plato fuerte, y esporádicos trabajos de autores españoles, donde destaca Don Talarico, de Jan.
STRONG goza de un lanzamiento publicitario inaudito, incluyendo anuncios en televisión. Apenas dura dos años, pese a su indudable interés (1), interrumpiéndose en su número 90, una cifra que pocas revistas han sido capaces de superar en la historia de los comics en España. Quizá, en cierto sentido, es una revista que se adelantó a su tiempo, habida cuenta de que bastantes de los personajes que adornaban sus páginas se harían famosos años después, algunos de ellos en las revistas de la competencia, es decir, Bruguera, y gozarían de la popularidad inherente a las adaptaciones a los dibujos animados o incluso la canción pop de consumo.
Un decreto del 19 de enero de 1967 había promulgado el Estatuto de las Publicaciones Infantiles y Juveniles, que acaba por discriminar las publicaciones de comics en función del público al que teóricamente van dirigidas. Nacen así los formatos "para adultos", "para jóvenes" o "para todos los públicos".
El cuadernillo de aventuras es ya cosa del pasado. La aventura en sí, no. Recortado su formato y ampliadas sus páginas, es el momento de intentar crear algo más parecido a un "comic-book" americano, aunque se anuncie como "novela gráfica". De la mano de un grupo de dibujantes jóvenes y entusiastas, y recurriendo a la ciencia ficción como sustituta de las gestas medievales o el western, dos nuevas series asoman tímidamente al mercado.
A imagen y semejanza de los títulos americanos que, en otra parte del mundo, llevan ya un lustro experimentando un claro boom, estos nuevos tebeos de aventuras son a veces labor de equipo, o se sustituye sin trauma alguno a un dibujante por otro sin que la serie resienta su calidad, sino al contrario. Son historias autoconclusivas, de veinticuatro páginas. DELTA 99 es la primera de estas series, con dibujos de un primerizo Carlos Giménez que acaba por ser sustituido por Adolfo Usero o Manel Ferrer tras una decena de episodios, y guiones de Flores Thies al principio y después de Víctor Mora. El caso contrario se da con CINCO POR INFINITO, donde las iniciales participaciones de Usero o Suso Peña acabaron por dejar la autoría plena de los episodios a Esteban Maroto.
Hay puntos de contacto, casuales o no, entre ambas series. Y también entre los dos títulos y algunos conceptos y situaciones ya explorados en el Universo Marvel. Delta es un agente extraterrestre, en teoría una especie de James Bond galáctico, que ha sido enviado a la Tierra por "El anciano" no se sabe muy bien para qué. Pronto esta temática cienciaficcionística se olvida y las historias se convierten en un divertido carnaval de chicas escotadas (pero censuradas en la primera edición), malvados de opereta y misterios más o menos sobrenaturales de agradable factura. Sin los condicionantes religioso-culturales de otros héroes del pasado, Delta es un héroe a salvo de complejos, que no pontifica, y que se divierte haciendo submarinismo, leyendo o pescando al final de cada historia. Es, en cierto sentido, una versión adulta y despreocupada del Dani Futuro que Carlos Giménez iba a realizar un año más tarde. El parecido del arranque con el kree Captain Marvel (aunque sin el conflicto interior del superhéroe) y algún personaje secundario marveliano (el homónimo Anciano de Doctor Strange) puede que sea sólo casual, pero cuesta trabajo pensar que unos profesionales del comic no estuvieran al tanto de lo que se experimentaba y conseguía en el medio en otras latitudes.
Por su parte, Infinito es un ente extraterrestre que reúne a un grupo de cinco personajes, al estilo de los superhéroes americanos aunque con un desagradable regustillo a fotonovela o comic romántico en cuanto a su físico, y que tienen los improbables nombres de Altar, Aline, Hidra, Sirio y Orión. Los guiones son bastante más insulsos que los de Delta 99, y en ellos se aprecia de entrada la incapacidad de los guionistas para manejar a los cinco personajes a la vez, por lo que las aventuras se centran en protagonismos de dos, dejando colgado al restante (Orión casi siempre, en aventuras calcadas unas de otras donde es norma que alguna bella diosa o reina extraterrestre quede suspirando por el humano). Hay claras influencias del Uatu de Fantastic Four en Infinito, así como entre el parecido físico de Altar (el científico del grupo), y Reed Richards. Tampoco pueden obviarse influencias de Thunderbirds, sobre todo en las naves individuales numeradas del uno al cinco, y el punto de inicio, un ente cósmico que congrega a cinco terrestres despistados (cuatro si contamos que la bella Hidra no entraba en sus planes), anda muy en línea con lo que un cuarto de siglo después serían los Power Rangers, por lo que poco puede argumentarse sobre su supuesto tono adulto.
De forma consciente o no, los uniformes de los personajes son similares al de Delta 99, e incluso uno de ellos (Sirio), bien podría pasar por su hermano gemelo. Infinito y El Anciano comparten físico similar y motivaciones casi idénticas, por lo que extraña que nadie se decidiera a dar el paso lógico y atar la continuidad entre los dos títulos, habida cuenta de que el colectivo de dibujantes de ambas series era conocido como "Grupo de la Floresta", el nombre de una torre donde compartían vivienda, aspiraciones y aventuras.
Por lo demás, como tebeo "para adultos", Cinco por infinito deja bastante que desear. Las tramas resultan insulsas, prácticamente la tradición instaurada por El Capitán Trueno de derrocar a malvados tiranos reconvertida a escenarios cósmicos y amenazas neblinosas, con profusión de bellezas de fotonovela y desnudos encubiertos con filigranas y plumas dignas de una revista del Paralelo. De vez en cuando, y preludiando las temáticas de Haxtur, las historietas se desarrollan en planos abstractos o sirven como cauce expresivo a retorcidas alegorías: muy simplificadas, desde luego. El comic no parece el mejor medio para expresar "profundidad" metafísica en su mensaje, ni falta que le hace. De ahí que Cinco por infinito, como el resto de la obra de Esteban Maroto, y como muchas otras obras del comic hispano, diera en introducirse paulatinamente en el esteticismo per se, a despecho del story-telling y la historia.
El hablar entre líneas, aunque se hable de nimiedades, es también marchamo de Enric Sió, en esta época autor de Lavinia 2016 o La Guerre dels Poetes, supuesto alegato-parodia del catalanismo y la "cultureta" muy influido, como toda la obra del autor, por el pop art y el collage. Fruto de su tiempo, y como tal costreñido más que muchos otros comics contemporáneos por el momento y el lugar, el mayor logro de esta serie es, dejando a un lado su estética entonces innovadora, haber sido publicada (junto a otros trabajos del autor como Sorang para Vector 2 o la propia Mara para Boccaccio), en una revista a priori no de comics, Oriflama.
La situación general, pese a estos intentos renovadores y claramente "modernos" y casi contestatarios, es penosa. Perdidos los cuadernillos, los dibujantes de Bruguera tienen que reconvertirse y centrar sus esfuerzos en las adaptaciones a historietas de 32 páginas de los clásicos de la mal llamada literatura juvenil de todos los tiempos, trasvasando historias como Rob Roy, Tom Sawyer, Un yanqui en la corte del rey Arturo o Ivanhoe a la apretada condensación que puede imaginarse en tan corto espacio. Todas estas historietas serían recopiladas poco más tarde, y comercializadas con bastante éxito, en la colección Joyas Literarias Juveniles.
Fuera de Bruguera, las agencias de dibujantes refuerzan su exportación de mano de obra barata y anónima al extranjero. Inglaterra, donde tradicionalmente no se han hecho demasiados buenos comics, es la principal destinataria de la labor ingente de un puñado de dibujantes y guionistas que, también a su manera, trabajaban en serie imitando unos estilos impuestos y que estaban, las más de las veces, mediatizados por la estética de la fotonovela, pues se trataba en la mayor parte de los casos de comics románticos. Toda esta época ha sido retratada, con el suficiente despegue y sarcasmo para no resultar melodramática, en la serie Los profesionales de Carlos Giménez.
Sin duda que los tiempos no eran demasiado deslumbrantes. El editor es dios, el dibujante sobrevive como puede, el guionista es considerado una quinta rueda inservible en el proceso. Las obras son mutiladas, censuradas, vendidas a espaldas de los autores, no existen derechos de autor, los originales no se devuelven, nadie tiene conciencia de poder hacer una "obra", y cuando se encuentra alguno a lo más que se llega es a perogrulladas semi-grandiosas con simbologías ingenuas propias de estudiantes preuniversitarios. Algunos dibujantes afortunados, como Jordi Longarón, ven cumplido el sueño de publicar una tira en los diarios norteamericanos, aunque esa tira sea tan poco atractiva como Friday Foster. Descabalgado de Trueno y de Galax, Francisco Fuentes Man realiza para el mercado francés Klip et Klop, que después serán publicados en España como Los hermanos Wild. Enrique Badía Romero heredará la interesante Modesty Blaise para los periódicos británicos tras la muerte de Jim Holdaway. Carlos Giménez acabará trasvasando su Dani Futuro a la revista de Tintín, aunque con el provisional título Iris de Andrómeda por el absurdo litigio interpuesto a su autoría por la editorial de Gaceta Junior, y directamente para Pilote crearía al unísono con Víctor Mora Ray 25. Los hermanos Blasco, siempre al socaire del renombre de Jesús, realizan para Inglaterra ya desde 1962 The Steel Claw, que también será editada parcialmente en España como Zarpa de Acero, y otros títulos como Rob Riley (un Cuto britanizado) y Alexander the Great, o Los Guerrilleros para el mercado belga de Spirou. Otros autores, exiliados en Francia como Julio Ribera, crean poco más tarde series como Dracurella o Le Vagabond des Limbes, productos impensables en el suelo patrio.
El comic no tiene relevancia social ninguna. Los periódicos, por norma general, lo ignoran, aunque algún caso aislado, como El Cuco, suplemento del diario Pueblo, sirve durante años como tabla de salvamento para lo más florido de la profesión. Parece inimaginable que los más elementales derechos llegan algún día a estar al alcance de quienes crean los tebeos. La emigración al otro lado del Atlántico, a principios de los años setenta y al comic de terror de Jim Warren, caerá como agua de mayo para muchos autores que languidecían en el penoso panorama que encuentran en España.
NOTAS:
(1) Ray Ferrer, director de Strong, declaraba en Bang! número 5 (abril 1971) que el fracaso de la revista había que achacarlo a problemas de distribución que entraron en conflicto con el espectacular lanzamiento, y acusaba veladamente a "cierta editorial" (presumiblemente Bruguera) de boicotear en los kioscos las revistas de otras editoriales. Quizá por miedo a incurrir en querellas que la revista no podría sufragar, Bang! no ahonda más sobre el tema, pero es sintomático que los títulos de Bruguera de esa época, BRAVO, Gran Pulgarcito o Mortadelo coincidan en su lanzamiento, y posiblemente anulen, las apariciones de Gaceta Junior, Strong o Trinca. Las maniobras para monopolizar el mercado no son moneda nueva.
Comentarios (8)
Categorías: Historieta Comic Tebeo Novela grafica