2006-08-15

866. RITOS PLAYEROS

RITOS PLAYEROS
En otros sitios se hace el comentario cuando se va a los toros, y a la feria, y hasta el gran pintor Norman Rockwell lo inmortalizó en un cuadro a dos viñetas: el rito de ir feliz a la playa lleno de buen humor y esperanza y la vuelta arrastrando los pies y mucho más agotados que cuando partimos de casa, supervivientes a duras penas de Trafalgares de andar por la orilla.

Como todas las cosas que repetimos inconscientemente, un día de playa está lleno de ritos, pequeños gestos cotidianos, liturgias profanas donde cada uno lleva sus manías y las impone para sorpresa o malestar de los otros: el que siempre se para, cargado de sillas y sombrillas, en los caminitos de acceso, obligándote a dejar la seguridad de la madera y pisar la arena seca, o sea, la arena caliente de toda la vida, una de las pocas cosas que no han cambiado en las muchas mutaciones de la playa; la familia que instala la tienda de campaña justo a dos centímetros de ti, como si no hubiera siete kilómetros de arena donde elegir, señora, y no contenta con eso, y aunque no sople ni una rachita de viento (que ahora lo anuncian en una pantallita y todo, cosa más moderna, tú) venga a tensar cuerdas y a llenar bolsas del Lí para que no se vaya volando la sombrilla, no importa que quien se vaya volando sea el primero que tropiece al no verlas; la parejita que siempre pone en práctica en público y a mediodía lo púbico aprendido en la televisión los viernes de madrugada; el que se mete en el agua como en un anuncio de refrescos, dando brincos como el canguro Skippy y mojando a todos los caguetas que entramos a poquito a poco y con la piel de gallina; la que se empeña en bañarse con el flota lleno de niños en la zona reservada para embarcaciones y no hace caso por más que los chicos de la Cruz Roja le digan que se eche un poquito más pallá; el que sacude la toalla y te ametralla de granitos de arena que parecen perdigones; la buena señora que se empeña en pasar justo por donde tú has levantado un improbable muro de contención contra la marea que sube y te deja las dos huellas de los pies allí marcados, quintacolumnistas de derribo que permiten vía libre a la ola que te pone pringada la toalla y la bolsa tan mona que nos han regalado aquí en La Voz; los que nunca escuchan las indicaciones de la niña de los altavoces y no les importa que debido al fuerte viento reinante ya tendrían que dar por perdida la colchoneta que vuela a ras de agua como la pluma blanca del Forrest Gump que en el fondo son…

Todos estos ritos culminan con el que es el rito por excelencia de un día de playa: el enjuague de pies antes de decir hasta mañana. Allí nos vamos poniendo en cola todos, con las camisetas mojadas, los pelos pegados a la frente, las sombrillas, las tumbonas, la tabla de surf y los patitos de goma. A cualquier hora, no falla: más concurrida la cola que la de la final del Falla, oiga. Y siempre te toca aquel que hace sus abluciones como si fuera mahometano y se pone mirando pa Rota y venga a frotar un pie, otro pie, un codo, otro codo, una mano, otra mano, ahora el palo de la sombrilla, luego la silla de papá, después la hamaca de mamá, ahora tú, Carlitos. Y la cola que aumenta porque, no sé si se han dado ustedes cuenta, aparte de la insolidaridad propia de quien ahorra el agua en casa, es que lo que hay para limpiarse los pinreles son dos grifitos nada más (en tiempos hubo tres, al menos en la entrada principal del Hotel Playa, que es el caso que nos ocupa), con un caudal mínimo que se corta a la primera, con un mando incómodo a la altura de las rodillas (¿no puede estar más alto, a la altura del pecho, por Dios?) y con un pestazo a orines los fines de semana que si no fuera porque uno sabe lo que cuestan los trasvases de arena, dan ganas de llevársela toda pegada en las chanclas.

Así que un poquito más de zotal todos los días, hombre. Y más grifería, a ambos lados. Y una buena campaña para concienciar al señor insolidario que se deja a sí mismo como los chorros del oro de que no se lleve a la playa el Moana y nos retrase la vuelta a casa, que hay hambre a esas horas.

(Publicado en La Voz de Cádiz el 14-8-06)

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Comentarios

1
De: Hueso Fecha: 2006-08-15 11:10

Y el que a las doce de la mañana ya está asando sardinas en la barbacoa, que no para hasta las cinco de achicharrar pescados indefensos.

Y el que se baja con la radio a la playa y hace de DJ vocacional con los grandes éxitos de Radio Olé.

Y el que mete el coche en la arena para dar la vuelta y se queda embarrancado.

Y el que sale del agua con una cría de pulpo en las manos, un capullo más orgulloso que si hubiera capturado al Kraken de los Piratas del Caribe.

Y, y, y...



2
De: RM Fecha: 2006-08-15 11:31

Pues mira, quitando el segundo ejemplo que pones, los demás como que no los soportamos por aquí.



3
De: Hueso Fecha: 2006-08-15 11:39

Imagino que dependerá de la idiosincrasia de cada playa... o de sus infraestructuras. A la que yo suelo ir de vez en cuando tiene muchas infra-estructuras. Pero infra, infra. Desde las comunicaciones hasta las zonas de ¿aparcamiento? pasando por la ausencia de establecimientos autorizados para la expedición de espetos...

Lo que tiene sus cosas buenas, y sus cosas menos buenas.



4
De: RM Fecha: 2006-08-15 11:52

En Cádiz no se puede encender fuego en la arena (en realidad, no se puede en toda la costa española), y los coches no pueden acceder tampoco a la arena.



5
De: Hueso Fecha: 2006-08-15 11:56

Pero ¿y las barbacoas? ¿También están prohibidas?

En Carchuna no hay paseo maritímo ni zonas de aparcamiento, por lo que cada uno hace de su capa un sayo con los coches, las motos... y los quads.

¿Y los buceadores aficionados cazadores de pulqueñines? Ésos son los que me dan más rabia...



6
De: RM Fecha: 2006-08-15 12:03

Las barbacoas están prohibidas excepto la noche de las barbacoas, un horror que se celebra el sábado y que congrega a doscientas mil personas haciendo de la playa un sayo.



7
De: Hueso Fecha: 2006-08-15 13:18

ah la tradición del Carranza o algo de eso... un botellon de sangría y pinchitos... la vin !!!



8
De: Jeremias Fecha: 2006-08-15 13:21

yo añadiria los perros que van sueltos por la noche sin bozal y se abalanzan en los deliciosos platos que has hecho para degustarlos al fresquito del poniente, dejándolo todo a veces de siniestro total.

Y el dueño ni se sabe...

Por no hablar de las cacas.



9
De: RM Fecha: 2006-08-15 13:29

Joder, cada vez estoy más orgulloso de la playa de Cadi... donde en verano también están prohibidos los perros a todas horas.



10
De: Alfred Fecha: 2006-08-15 18:03

A mí de los grifitos de enjuagarse los pies lo que más me molesta es la poca presión con la que sale últimamente el agua, que uno tarda, no por insolidaridad con el que espera, sino porque o le das cinco veces al incómodo botoncito que se encuentra a la altura de la rodilla, o te vas de allí igual que llegaste, con la leche que mamaron.

Un saludo.



11
De: Verdoux Fecha: 2006-08-15 19:57

Que cosas. El mundo de la playa sigue igual que cuando era niño; Todos como putas cabras (con la bula). Claro, que aquí la cultura de la playa, con las mini franjas de arena toalleras y el reboce en petróleo desde los años 60, no la extirpas ni con bisturí.

Si no vas la playas, te miran mal. Cuando yo era niño me llevaban 30 días. Pero la gran putada es que yo nunca me ponía moreno, nada, siempre quemado y vuelta blanco o un poco doradito. Yo ya estaba hasta los huevos del rollo de tomar el sol, que evitaba como la peste, las piscinas, la arena, y los bañadores turbo (No mencionare el por qué, por delicadeza, pero no veas que pronto se convierte en una ventaja no poder seguir la moda. Ahora soy yo el que puede usar Calvin´s Klein sin hacer el ridículo).

Hasta que un día, después de la tortura de los 30 días alguien le dijo a mi padre en una charla en Madrid, que era imposible que hubiese estado en la playa, porque tenia la piel blanca y el ofendido progenitor, ya bastante cabreado conmigo, le soltó "Y que coño he hecho con el niño todo el mes ¿meterlo debajo de la cama para que críe champiñones?"

Lo de las comparaciones de brazos es otro de esos amenos hábitos veraniegos que tanto me gustaban. Y sí, el resto de mi familia se pone morena, de hecho mi padre como ya he mencionado alguna vez es de la tierra de los olivos, yo no. A mí lo único que se me quedo de las olivas es el color de ojos.



12
De: Marisa Fecha: 2006-08-15 22:43

Rafa, en Cádiz est´n prohibidísimos los perros desde hace muchos años, pero soltarlos los sueltan. Y además, en cantidad considerable durante la temporada baja. Solo disminuyen un poco desde mitad de Junio hasta mitad de Septiembre.



13
De: Taiyou Fecha: 2006-08-16 10:49

La verdad es que las dos veces que he ido este verano a la playa (sí, dos; ni una ni tres XD), lo de las duchas y los lavaderos de pies es increíble. No hay presión de agua, y ya había poca estos últimos años pero ahora es un leve chorrito y ala, a juir...


Con respecto a los perros, yo no veo bien que se suelten pero sí que se les pueda sacar con correa en la playa en temporada baja (recogiéndolo todo claro). Yo cuando mi perrita vivía aun la sacaba por la playa en invierno y ella era feliz feliz. Y si acaso soltarla un Sábado a las 7 o así de la mañana (de éso se encargaba mi madre XD). Pero sacarlos a las 8 de la tarde para que acaben liándola.. pfff.

Taiyou



14
De: WWfan! Fecha: 2006-08-16 10:56

En la página del Cádiz se puede bajar un relato corto de RM.
No sé si se ha dicho ya...

http://www.cadizcf.com/noticia.php?idtemp=133&idnoticia=3169



15
De: Netito Fecha: 2006-08-16 15:12

Jor, cuando yo erran joven para limpiarte de arena te ponías en el paseo con una toalla. Que moderneces, oiga....



16
De: RM Fecha: 2006-08-16 15:15

pues me temo que te la llevabas en los pieses, porque lo que se hacía era llevarte un cubito con agua y enjuagarte en el paseo.