A veces uno encuentra bitácoras perdidas, pecios de palabras que quizá no leyó nadie, artículos que no tuvieron respuestas ni continuidad en el tiempo, y se pregunta cuáles fueron las causas del naufragio, qué pasó por la mente de su autor cuando quiso escribirse a sí mismo en letras de luz, qué sintió cuando después (a veces muy pronto, a veces meses más tarde) tuvo que saltar por la borda y dejarlas al pairo, como conservadas en ámbar, mensajes dentro de una botella que flota a la deriva en el mar de las bitácoras que crecen y menguan como una marea electrónica.
A veces uno encuentra bitácoras perdidas y experimenta nostalgia del futuro, y sabe que quizá algún día otros encontrarán sus propias letras de luz perdidas, cascarones sin rumbo ni timón ya, y se harán acaso las mismas preguntas.
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