Y no estoy seguro de lo que significa. O lo mismo ha sucedido siempre y es ahora cuando más se nota.
Verán ustedes, me refiero al fandom. O sea, sí, a los seguidores de la ciencia ficción como género o subgénero literario, si no quieren ustedes entrar en el argot. Los acérrimos, los que te leen y te animan, los que te admiran y te critican, los que forman camarillas y se organizan y celebran eventos y publican o sueñan con publicar y leen (o leían, que esa es otra cuestión la mar de preocupante), los que se enroscan en sí mismos y no quieren salir fuera... ni dejan que los autores lo intenten siquiera.
Verán ustedes, posiblemente no sea ni tanto ni tan calvo, que decimos por aquí abajo, pero vengo desembarcando recién de la Semana Negra, que todavía sigue por allá arriba hasta el domingo, y uno tiene una extraña sensación agridulce que ya había experimentado en otras ocasiones. Se han dado premios, se han celebrado espichas, se ha hablado de libros y de autores... y curiosamente donde más y mejor se ha hablado de libros y de autores ha sido fuera del género, más allá de las fronteras del ghetto, en los actos calurosos de la tarde y con gente que no es lectora habitual de lo fantástico.
Gente que, por cierto, está encantada con descubrir lo que se cuece en otros ámbitos. Cuando desde dentro del fandom las críticas hacia la antología Franco, una historia alternativa han sido cuanto menos tibias (y pontificadoras, y condescendientes, y goebbelsianas típicas: esto no es ciencia ficción esto no es una ucronía este cuento es una mierda porque no me gusta y mi palabra es la ley), llega Paco Taibo y se monta no una sino tres mesas redondas sobre el tema, y vemos que está encantado el tío con la propuesta, y que la gente acude a escucharnos y hasta se molesta cuando medio en broma soltamos alguna boutade por aliviar el cansancio de las horas. Creo que no exagero si digo que, si hay un libro estrella en este momento en la Semana Negra, ha sido éste, con capacidad para sorprender y encandilar y hacer pensar y, en algún caso, epatar. En el fandom, fíjense ustedes, parece que está pasando desapercibido, y más que desapercibido, denostado y hasta despreciado.
Idem eadem idem con La leyenda del Navegante de aquí quien firma. Ya les he confesado por alguna parte que éste es un libro que se ama a ciegas o se odia a muerte, y por eso me temía que la presentación en sociedad ante una sociedad ajena fuera a ser algo tibio, a medias, ni chicha ni limoná. Pues no. Va Mauricio Schwarz, a quien a partir de ahora tendré en mis oraciones cada noche cuando empiece a rezar por las noches, y me hace una presentación apasionada, mágica, enamorada, donde se nota que ha abordado el libro desde la sorpresa continuada y la admiración por las palabras. Definió el libro (y no se me había ocurrido, fíjense ustedes) como una hermosísima historia de amor, y no le dolieron prendas (espero que no se me notara el rubor) en calificarlo de gran literatura.
Y tres cuartos y mitad de lo mismo cuando se presenta El sueño de la razón del hermano Juan Miguel Aguilera y quien lo hace, el novelista José Manuel Fajardo, lo hace desde el deslumbramiento absoluto, rendido a los pies de esa mezcla de novela de aventuras, novela histórica, novela fantástica que hace Aguilera en éste su último libro (como ya hiciera en Rihla y en La locura de Dios, por otra parte). Fajardo, como Paco Taibo, como Mauricio, como Jorge Iván (que presentó la novela del grandísimo --en todos los aspectos-- Eduardo Vaquerizo, Danza de tinieblas también desde la misma absoluta entrega lectora) es un lector sin etiquetas que abraza los libros por lo que los libros son: historias que nos divierten y nos emocionan, nos aturden y nos encandilan, nos desconciertan y nos enamoran o nos escandalizan o hasta nos dejan indiferentes o nos cabrean. Saben que los libros pueden ser buenos o malos, pero no pretenden saber, siendo autores muchos de ellos, más que los autores a quienes leen.
El fandom sigue pecando de exceso de crítica desde la falta de madurez y de baremos certeros para esa crítica. Se sigue creyendo ombligo del mundo, poseedor de la verdad absoluta, dueño de su parcela en la vida que no admite que esa parcela tiene por definición que romper la alambrada y abrirse a otros caminos. El fandom está dando la espalda a la mucha y buena literatura fantástica que se empieza a hacer en este país, bien desde el fundamentalismo absurdo de quien no comprende qué demonios es esto de lo literario, bien desde el frikismo exacerbado donde la lectura no es ni siquiera un término en la ecuación (veo que se es fan de un solo libro, o de una sola película, no de un género).
Naturalmente, me dirán ustedes, qué esperabas de un grupo de lectores que, a falta de más experiencia, ha inventado el término "mainstream" para definir eso que en otras partes, y desde hace siglos, se llama simplemente literatura.
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Categorías: Ciencia ficcion y fantasia