Diecisiete años, que se dice pronto, hacía que Joan Manuel Serrat no grababa un disco en su lengua paterna (aunque tuvimos para consolarnos ese hermosísimo homenaje a su generación que fue D´Un temps D´un pais). Ahora nos presenta un disco nuevo en catalán, titulado Mô en reconocimiento a la isla de Mahón donde, nos dice, ha compuesto gran parte de su obra, y de Menorca toda.
Es un disco intimista, melancólico, compuesto durante la gira 100 x 100 Serrat, de ahí que el sonido sea tan puro y tan poco dado a experimentos ni estridencias. Nos encontramos a un Serrat más Serrat que nunca (porque saben ustedes, y me duelen ya los dedos de escribirlo, que Serrat es mucho más Serrat en catalán... y Serrat es ya muchísimo Serrat en castellano), capaz de reflexionar sobre ese detalle nimio e insignificante que de pronto nos ilumina la vida. El Mediterráneo riela en las canciones, y hay un desfile de personajes con los que uno se identifica o que recuerda de otras canciones de Serrat (quizá el equivalente en su discografía castellana a este disco podrían ser algunas canciones del álbum blanco).
Serrat está bien de voz y está, sobre todo, mejor aún de capacidad poética. Doce temas que son doce pequeñas obras de arte que se quedan clavados en la memoria, con esos versos que uno sería capaz de matar por haber escrito en toda una vida de esfuerzo. Hay algunas canciones que están ya entre las más grandes que ha compuesto y cantado en su larga carrera: El teu àngel de la guarda, dedicado a su hija Candela y a todos sus hijos (y, claro, a nuestros hijos también), donde el Nano se permite el lujo de decirnos perlas como ésta (y traduzco): Como el viejo farero que con linterna de fuego, contra el viento, barre la mar negra encendiendo las noches sin luna, yo tengo encendido un faro para llevarte a salvo donde halles amparo, para que no se te trague la mar y te respeten las olas. No sea que la mar le de miedo a tu ángel de la guarda.
La observación de lo cotidiano en Cremant núvols (y todo duele y nada quiere, y todo pesa y nada pasa. Quemando nubes pasa el sol, quemando nubes el sol pasa), el bello recuerdo a las putas de Mala mar y el canto a la embriaguez de los sentidos que producee El mal de la tarongina (sobre un texto del gran Manuel Vicent), el intimismo doloroso y a la vez reposado de Plou al cor dan paso a uno de los grandes temas del disco, Capgrós, dedicado a la memoria de Josep María Bardagí donde a Serrat se le rompe la voz y, en la versión acústica que acompaña al cedé se le escapan las lágrimas al entonar esta elegía (Si él ha podido volver, ¿por qué tú no, Cabezón...? ¿Por qué tú no?). El otro gran tema (aunque mi favorito sea Fugir de tu), es Si hagués nascut dona, o sea, si hubiera nacido mujer, donde Serrat (como ya hiciera Patxi Andión en su momento, pero sin la socarronería machista e hiriente del cantautor vasco), especula sobre lo que habría sido su vida si se hubiera llamado Joana, como su abuela que murió en el 36:
Si hubiera nacido mujer, habría hecho girar mansamente el antiguo corro de la patata mientras los niños jugaban a saltar y parar, se encaramaban a los árboles, colgaban balones, se zurraban y se meaban de pie por las esquinas
Si hubiera nacido mujer, habría estudiado hasta cuarto y, con suerte, quizá magisterio. Sumisa, discreta, que nunca el vecindario pudiera decir ni media (...) Y llorar sangre una vez al mes, ocultos bajo una máscara los sentimientos a flor de piel, como casi, casi todas.
Más que una especulación sobre un pasado que no fue, es un reconocimiento a un pasado de muchas mujeres de su generación. Un reconocimiento de que, en el fondo, Serrat, como todos nosotros, también habría podido ser la Tieta.
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