Ha ido esta mañana a verme al cole el hijo del detective, a quien no veía desde hace unos cuantos años (desde un domingo de carnaval, allá en la calle San José, junto al oratorio de San Felipe).
Como siempre, me sorprende ver que mis alumnos de antaño se hacen hombres, y se hacen grandes en más sentidos que lo puramente físico. El hijo del detective acaba de terminar la carrera de Medicina, y viene a contármelo, en los diez minutos entre clase y recreo, y me comenta su estancia en Italia, y sus perspectivas de MIR y lo que le espera en el futuro.
Me trae un regalo, una nota en un sobre, pero me pide que no lo abra hasta que se marche. Y a mí me falta tiempo para abrirlo y leer el breve mensaje: "Muchísimas gracias, Rafa. Sin tu ayuda, esta foto no habría sido posible. Un abrazo del hijo del detective".
Y le doy la vuelta a la foto y lo veo allí, repeinadito y con la beca amarilla, y no puedo contener un nudo de emoción que me nubla los ojos y me hace un muchísimo más feliz las dos horas que me quedan de clase esta mañana.
(¿Comprendes ahora, querido Víctor, por qué no podía ser Torre el detective que me puso en la pista del manuscrito de Chaplin, por qué tenía que ser el padre del hijo del detective?)
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