Si yo fuera académico, o del gobierno, o de alguna de esas instituciones que a nivel mundial viven de decir que defienden la lengua española contra viento y marea, si estuviera allá en el parlamento europeo, o en la ONU, o donde fuera, les juro que me partiría los cuernos para demostrar que sí, que es verdad que nuestro idioma patatín patatán tiene no sé cuántos cientos de millones de parlantes, y de estudiosos, y que mucho Cervantes y mucho Delibes y mucho Cela y mucho Vargas Llosa y los que ustedes quieran, pero, carajo, ya es hora de que se note que hay un mercado potencial que va más allá del Alcampo de la esquina y que se nos reconozca en el mundo el derecho a que los deuvedés vengan al menos con subtítulos en español.
Que no hay derecho que pique uno por la red de redes a ver qué serie, película clásica o joya impublicable en este país (que esa es otra) le pone la visa debajo en plan alfombra mágica y no tenga nunca los subtítulos en español. Que los tenga en checo, chechenio, magiar, croata, israelí, italiano, ruso, alemán, flamenco o turco además del inglés o francés original y no los tenga, ya digo, en nuestra lengua.
Ni que costara trabajo ponerle una pistita más al disco. Ni que pudiera decirse que es que luego no se venderían esos deuvedés en español (¿pero entonces por qué la lengua tiene que someterse a los intereses de unas pocas empresas que además suelen ser filiales de multinacionales?). Intenta uno comprar una peli y descubre que mucho limpiar, fijar y dar esplendor, vale, pero a nivel internacional nuestro idioma tiene el mismo peso que el bantú.
Y ya no hablemos cuando por fin tienes la suerte de comprar un dvd que se publica en España... y no trae los subtítulos tampoco, ni los originales ni en nuestro idioma. De locos gilipuertas que siguen viviendo en la edad de piedra.
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