Es bueno que los genios contestarios se bajen de vez en cuando a la arena del cine comercial, entre otras cosas porque suelen aportar puntos de vista diferentes e incluso personales. Ambas cosas se cumplen en la última película de Spike Lee, Plan Oculto (el título original, Inside Man, tiene muchísima más mala uva, un juego de espejos contra el que apenas puede jugar el título en español), pues ya desde los primeros planos vemos un Nueva York y sus calles con un aspecto y una luz que no se había visto antes, y encima el director no duda en colar dentro de una trama ingeniosa y divertida alguna carga de profundidad que revela las carencias del sistema.
Es una peli de robos a bancos, de esas que hemos visto tantas veces y que nos han aburrido la mitad de ellas, y sin embargo aquí, pese al largo metraje, el espectador no tiene tiempo ni de pestañear siquiera. Lee mueve la cámara al hombro, nervioso, cuando los falsos pintores liderados por un enmascarado Clive Owen lían el taco en el banco de Manhattan, y tiene tiempo de crear pinceladas de personalidad tanto en él como en su contrincante (Denzel Washington, envejeciendo dignísimamente y a la espera de su propio Clint Eastwood) o en la enigmática pareja que componen la fría negociadora (Jodie Foster) y el presidente del banco de marras (un raymondiano Christopher Plummer a quien se perdona que no tenga los casi noventa años que debe tener su personaje). No contento con el nerviosismo de la situación, la espera, el pánico de los rehenes y el hieratismo de los secuestradores, Lee salta en un fast-forward a imagen quemada de lo que sucede tras el asalto y la liberación, consiguiendo aumentar el misterio del motivo del robo y la personalidad y el número real de los asaltantes (pues estos, muy inteligentemente, visten a los casi cincuenta rehenes de la misma manera que ellos).
La película es, sobre todo, un puro entretenimiento, casi la versión seria de esa pequeña joya que es La jungla de cristal, aunque sin tiros. Lee es capaz de ir dándonos pistas, desde la primera escena, de lo que está pasando, y sin embargo nos escamotea en todo momento, hasta el final, lo que los ladrones (y él mismo) se traen entre manos. Sabiendo que el espectador suele ponerse de parte de los malos en este tipo de atracos (que se lo pregunten si no a Cary Grant --bueno, a él no se puede--, a Robert Wagner, Robert Redford o a la pandilla de George Clooney), aquí además se refuerza esa empatía cargando de razones morales a Owen (o descargándoselas a Plummer), aunque no sea hasta el final que veamos descubierto su bluff tipo Robin Hood.
En el fondo, Spike Lee no puede dejar de denunciar, desde la diversión, el origen del dinero y gran parte de la psicosis post 11-S en los USA. Impagable la detención del rehén sij y su confusión con un árabe, como impagable es la escena con el videojuego violento que el niño enseña a Clive Owen y la reacción de éste.
Tras más de dos horas de película, uno se queda todavía con ganas de más. Y un detalle curioso: es la primera vez que veo que en los títulos de crédito se menciona a todos los músicos que interpretan la banda sonora.
Comentarios (47)
Categorías: Cine