Esta noche actúa en el Gran Teatro Falla Leo Bassi, y anda la buena gente de la ciudad con las carnes abiertas, oigan, hechos un clamor de peticiones de firmas y laboreos de hormiguita de aquí para allá, dejando caer la idea, por Dios, no de que se censure lo que el bufón vaya a ofrecer en las tablas, sino, liberales somos, que no se le subvencione el chiringuito, que se paga con nuestros impuestos, y que si quiere ofender las creencias del personal que gustosamente (o no tan gustosamente) va a verlo, que lo haga de su propio bolsillo.
El recogefirmismo y el pancartismo callejero han llegado por fin a nuestra derecha. No sé si en buena o mala hora porque, lo saben ustedes, uno siempre ha sido de los que creían que ni las firmas ni las pancartas servían para nada (menos en Francia, pero la grandeur es la grandeur, y la patrie la patrie). Lo que me llamó la atención del llamado a la retirada subvencionil fue no el ejercicio de indignación (a fin de cuentas, a nadie le gusta que le mencionen la madre ni se cisque en lo que cree), sino el barniz de hipocresía con el que se pide la censura al espectáculo: no le den con el dinero de todos alas para expresar sus propias ideas. Ni que Leo Bassi fuera, no sé, Cuba y todos ellos los garantes de un bloqueo económico.
Ni siquiera merece la pena recordar que con dinero de todos se celebra, por ejemplo, la Semana Santa que acabamos de dejar atrás (y antes de que me digan ustedes que no, que a cada hermandad le cuesta lo suyo sacar lo suyo a la calle, déjenme admitir que sí, pero que la posterior limpieza extra de las calles sí que es de todos-todos, ¿vale?). Ni siquiera merece la pena recordar que Leo Bassi es un bufón que soltará su perorata en el escenario previo pago y anuencia de quien quiera verlo y/o escandalizarse al verlo, ni recordar progromos pasados, cruzadas, guerras de liberación que quedan muy pero que muy detrás en la historia de esos mismos señores que ahora enarbolan la causa del respeto a sus creencias. Ni siquiera merece la pena recordar que, puestos a luchar por conseguir cosas, hay asuntos mucho más importantes para los que recoger firmas y agitar pancartas que hacer callar a un señor que se califica a sí mismo de bufón. Y el bufón, ya saben ustedes, tradicionalmente ha tenido bula para decir lo que quisiera.
Ni siquiera me cae bien el señor Bassi. Me la repampimfla su espectáculo. Me da incluso lástima cuando salta como un mono o come mierda en la tele de mierda. Esta noche yo me quedaré en mi casita viendo alguna peli y sanseacabó. Pero si a él le sale de sus santos cojones, que salte, coma, grite y actúe como quiera. Porque no es algo obligatorio para nadie, y ya hay que ser caraja para pagar un dineral (porque el teatro es caro, de ahí que necesite la misma subvención que cualquier peña recreativa y carnavalesca, por ejemplo) por el puro afán de escandalizarse y tocarnos las narices a quienes no nos da la gana de, en ciertas cosas personales y privadas, escandalizarnos por todos.
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