Empecemos por una exageración que lo mismo es hasta verdad: no creo que exista en el mundo mundial un pueblo que tenga un folklore musical más extenso, más intenso, más vivo y más en renovación constante que el pueblo de Cádiz. Ya está. Ya lo he dicho. Lo acabamos de dejar atrás por este año, pendientes todavía del Carnaval chiquito y de las galas de fin de semana por esos caminos de Dios y la repesca del verano. O sea, sí: las coplas, oiga, las coplas, que canturreaban antes aquellos a quienes no dejábamos cantar porque no sabían, los postulantes.
Dicho lo cual, y aceptando que no sea exageración mía, vayamos al meollo: la cabalgata. Sí, ya sé, la lluvia la deslució un montón, estuvimos con el alma en vilo como si fuera una película de Hitchock o un partido del Cádiz hasta pasado el último minuto de descuento y luego salió. Salió como salió, claro. A la altura donde yo la ví, cerca del principio y con el paraguas a la mano, ya sabía que iba a ir un tanto desordenada y deslucida, con alguna que otra carroza chuchurría por el agua, otras que parecían repescadas a última hora del túnel del tiempo, el Yuyu sin el equipo médico habitual aguantando el tirón y poniendo literalmente al mal tiempo buena cara y las diosas aún por elegir y proclamar sustituidas por maniquíes de ocasión (lo cual tenía hasta su gracia surrealista). Si a eso le sumamos que la gente (o sea, nosotros) en vez de ponernos en las aceras para que el desfile luzca nos da por arrimarnos al centro donde no hay sillas, reduciendo el paso del cortejo a una especie de pasarela de moda pero con mucha bulla, uno se pregunta para qué demontres necesitamos colapsar la avenida. El sino de las cabalgatas parece ser eso que hay que quitar de en medio para salir del paso y que luego, cuarenta días más tarde, puedan salir los pasos.
A lo que iba, y hablando de pasos: imagínense ustedes que en pleno Jueves Santo (y no quiero ser irreverente, no es más que un ejemplo), la banda de música y cornetas de Los Polillas empieza a tocar, no sé, La Bamba, o el Un-dos-tres de los Juancohones. ¿A que no pega nada? Quitando la Saeta de Serrat (y lo mismo los Campanilleros, no sé, habría que preguntarle aquí al señor de los domingos y los miércoles, el maestro Antonio Burgos), que han conseguido hacerse un hueco profano en una tradición centenaria el rito de las bandas de música en Semana Santa tiene sus parámetros, su religiosidad, su pompa y circunstancia y su tronío (otra cosa diferente es que algunos músicos parezca ya que se han escapado de una película de comanches, pero esa es otra historia y no nos vamos a meter ahora con los peluqueros).
Ignoro si en la Nit del Foc suenan los duros antiguos, si en la Nit de Sant Joan la gente canta el repertorio de A fuego vivo o si en las Galicias, al son de las gaitas, suena también el Vaporcito del Puerto, me imagino que nanai de la China. Pues por eso mismo, cónchiles, que tú estés en una cabalgata de carnaval, con la de coplas que hay por tocar y animar al personal, y vaya sonando Paquito el chocolatero como que no pega tampoco ni con cola, ¿no? Y no es por ser chauvinista ni ombliguista ni nada de eso. Pero si se contrata a una banda de música, bien podría decírsele, oigan, toquen ustedes música de nuestro carnaval, que hay para dar y regalar, y dejen los cuarenta principales para otras galas. Se les entregan las partituras y que vayan sonando nuestras músicas, y que dejen a David Bisbal y los triunfitos para otro día, que hay más que ollas.
Lo mismo podría aplicarse a la música estridente que acompaña a los maromos de la carroza de humo que decía el jueves Yolanda Vallejo. Independientemente de que la(s) avenida(s) de Cádiz no son el Estudio 54 de Nueva York y los Village People están más pasados ya que José Luis y su guitarra (ahora se llevan los combois sensibles), ¿por qué no puede ir toda la avenida regada de tangos y pasodobles, cupleses y estribillos aunque sean enlatados? Así no nos diferenciaremos nunca, para los de fuera, del carnaval de Brasil o del de Tenerife, entre otras cosas porque ellos tienen muchísimo más presupuesto, están más cantudos y bailan mejor.
Pero que no, que no tienen mejor música.
(Publicado en La Voz de Cádiz el 6-3-06)
Comentarios (15)
Categorías: Carnaval en Cadiz