Recuerdo la primera vez que, en la dos de televisión española y en una tele en color cuando yo todavía no tenía tele en color, allá por el año 77 ó 78, vi en diferido, en dos semanas, en la llorada Revista de Cine de Alfonso Eduardo Pérez Orozco, la entrega de los Oscars. Y quedé, claro, como novato y principiante y jovencito y todo lo que ustedes quieran, deslumbrado por eso tan fácil de ver y tan difícil de definir, el glamour.
Ha llovido (poco, pero ha llovido desde entonces) y recuerdo alguna transmisión vista en directo (el año de ET contra Gandhi, me parece), y el consiguiente mosqueo porque al bueno de Steven lo ninguneaban descaradamente (y eso que nunca he conseguido que ET me guste). Más tarde, levantarme tempranito y pillar las radios mañaneras o los informativos con el té y las tostadas para enterarme de quién había ganado qué cosa.
Hasta porras hacía con algún chaval cinéfilo en el colegio, a ver qué actor o qué actriz o qué banda sonora se llevaba al Tío Oscar al alicatado del cuarto de baño.
Y luego, ya más cerca, qué quieren que les diga, que mucho glamour, mucho boato, mucha pompa y circunstancia y mucho pasillo de alfombra roja y mucho escooooote de vértigo y mucho lacito en la solapa y mucho discurso patriotero o anti-patriota, y poco más. Hoy por hoy me aburre soberanamente la ceremonia de los Oscars (la disfrutaba más en diferido, siquiera porque la subtitulaban o la doblaban y no tenía la voz de alguien entorpeciéndome mientras intento pillar los chistes por mi cuenta), me cuesta Dios y ayuda convencer a los pocos chavales cinéfilos que ya me quedan que ese premio no es un plebiscito universal a la calidad omnímoda de nada, sino una palmadita en el hombro entre colegas a ver hasta dónde venden el producto en más sitios, y que nosotros ni pinchamos ni cortamos ni falta que nos hace que no podamos hacerlo.
Uno ha sido testigo de tantas "injusticias" dentro de esto de la mejor peli o el mejor actor o los mejores efectos especiales o el mejor sonido o la mejor canción que ya, francamente, le da igual lo que decidan. Con su pan de oro se lo coman.
Y eso que este año, dicen, las películas son buenas.
Pero que le he perdido la gracia a eso de los Oscars, oigan.
Comentarios (117)
Categorías: Cine