En la búsqueda de material tebeístico que ofrecer al público español, siempre que se agota un filón ya explotado, se recurre a ellos. A los agentes secretos británicos, quiero decir. A James Bond y Modesty Blaise, mismamente.
Ya lo hizo, en los setenta, Buru Lan Ediciones, cuando al parecer los acuerdos que tenía firmados con la King Features Syndicate (con quienes publicaba los grandes clásicos de prensa) quedaron en posesión de Luis Gasca, el motor detrás de la editorial y el espíritu de la demasiado breve competencia, Pala. Sin Hombre Enmascarado, Flash Gordon, Johnny Hazard, Ben Bolt, Popeye, Príncipe Valiente y Carlitos y Snoopy y Los Cebollitas, aquella editorial que me engolfó en esto de los cómics para casi siempre jamás se vio obligada a rebuscar material bastante menos atrayente: Rahan o Halcones de Acero. Y, sí, la presentación en España de Modesty Blaise y James Bond en sendas colecciones a color, remontadas las tiras y ampliadas las viñetas. Alguna historia de Modesty, si mal no recuerdo, apareció en Zeppelin, la mejor revista generalista sobre cómics que hemos tenido.
Lo mismo pasó, a principios de los noventa (y cito de memoria, ojo) cuando Forum-Planeta intentó copar el mercado y sacó los mismos personajes en sendos comic-books en blanco y negro, chiquitísimos, las tiras de ambos agentes secretos. Coincidió, claro, con el breve revival que hizo Titan Books por aquellas fechas y, no, no se comió una rosca. No llegaron a los diez números.
Ahora lo intentan de nuevo. De momento, con Modesty Blaise, y desde luego no puede decirse que no queden series de prensa americanas con más tirón que ésta, aunque los seguidores del personaje lo agradecerán, supongo. Modesty Blaise, imagino que saben ustedes, fue una especie de respuesta seria al bondismo más chusco que imperaba en las pantallas y en las televisiones y en medio millar de copias-parodia. O sea, una serie de espías británica, alejada de Le Carré pero sin servilismos hacia 007, centrada en una ex-delincuente fría y despiadada, su perro faldero en forma de asesino amigo (Willie Garvin, el papel que habría bordado Michael Caine) y su relación distante y a la vez agradecida (en tanto la saca del aburrimiento) con mister Tagart y los servicios secretos ingleses. Fue una serie inteligente, con buenos guiones y una magnífica puesta en escena de Jim Holdaway, que murió demasiado pronto y fue sustituido por el español Enrique Badía Romero, que de una mímesis inicial pronto pasó a ofrecer una Modesty algo más sensual y carnal, más latina (la Modesty de Holdaway más parece judía). Los guiones fueron siempre de su creador, Peter Lawrence, quien también expandió al personaje hacia la novela.
Es un tebeo intenso, fruto de su tiempo, con un par de personajes centrales inolvidables. Ignoro qué tal estará la edición española: vengo siguiendo la inglesa de Titan Books, que no es muy allá, en tanto los negros aparecen demasiado difuminados y la línea del pincel queda borrosa. Al menos, eso sí, aprecio el cockney de Willie Garvin en todo su esplendor. Pero eso son cosas mías.
También Titan Books viene recuperando las tiras dedicadas al espía de espías. O sea, a Bond, James Bond. Seis o siete tomos han salido ya, recopilando todas las adaptaciones a la historieta de las novelas y relatos de Ian Fleming. Las adaptaciones son bastante fieles a las novelas, aunque los dibujos de John McLusky tiren algo para atrás. No es hasta que llega el gran Horak y el no menos grande Jim Lawrence (o sea, paradójicamente, cuando dejan atrás entre ambos el modelo literario) cuando las historias de Bond llegan a su culminación.
Horak, con su estilo aparentemente feo, es un maestro del encuadre y la narración en eso tan difícil que es contar una historia en tres viñetas y hacer que siga la tensión día a día. Ver su trabajo así, sin remontar, sin colorear, asimilando cada tira y viendo cómo es capaz de conseguir que la historia fluya, supone un lujo para los aficionados. Lawrence, por su parte, entiende al personaje como lo que es, no el superhombre amoral y artificial de las películas, sino como un agente en conflicto consigo mismo muchas veces, ni santo ni pecador, asesino cuando se tercia y seguidor de las normas cuando no hay más remedio. Entre las novelas, las películas y los cómics de James Bond, huelga decir que me quedo con su versión en cómic, porque me parece la más seria y redonda.
Se rumorea que Planeta sacará también Bond en su recuperación de tiras. Y se rumorea que lo hará libro por libro: o sea, un tebeíto con cada adaptación de las novelas. Qué quieren que les diga, si el rumor es cierto, me parece un error. La gran ventaja, lo hemos dicho antes, de esta recuperación a lo bestia de las tiras clásicas (pese a sus muchos errores, que también lo hemos dicho) está en que resuelve de una tacada, en un año o poco más, la recopilación de las series enteras o de los momentos más importantes de esas series. O sea, sí, las doscientos y pico páginas. Los tomos (verticales, por cierto) de Titan rondan el centenar de páginas, dependiendo de la longitud de cada historia, y no dudan en sumar dos o tres en cada uno.
No sé si Bond tiene en España el tirón que se supone. Y, desde luego, no creo que haya masas enfervorizadas esperando leer la adaptación al cómic de Desde Rusia con Amor o Goldfinger a estas alturas. O dicho más claramente: que si yo estuviera en el pellejo de los mandamases de la editorial, seguiría con los tomacos gruesos, y me saltaría de buena gana la producción de McLusky para presentar directamente a Horak. Luego, si las ventas ayudan y hay interés arqueológico, que se vuelva atrás.
Pero claro, yo no llevo las riendas de la política editorial. Ese dinerito que ustedes se ahorran.
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