Las penas con libros, aunque sean penas de libros, son menos penas, y hoy mismito acaba de llegarme un librito que se suma a mi colección de bibliografía sobre Buffy. Ya saben, por si algún día lejano me da por hacer mi estudio sobre el tema, aunque ya se está estudiando y diciendo tanto (y tan bien) que poco hueco me va a quedar para ser original, si es que hiciera falta serlo. Por lo que llevo leído de este librito chiquitito pero indispensable de Anne Billson, se parece mucho a como yo enfocaría ese hipotético libro propio. O sea, que lo mismo hasta eso que me ahorro.
Tiene pocas páginas, pero está escrito con un estilo suelto, desenfadado y a la vez entendido. Apenas me he bebido ya la introducción y el repaso rapidito a la primera temporada, pero hay alguna cosita que me llama la atención. Dice Anne Billson (que es autora, entre otras cosas, de una novela de vampiros llamada "Suckers", y parece que sí, que pueden ustedes pillarle el doble sentido) que hay grupos de discusión y especies de terapia de grupo (la comparación es mía, ojo) donde la gente se cuenta cuál fue el primer episodio que vio de Buffy y cómo se engancharon a la serie y, a través de la serie, al Whedonverso.
Me llama la atención la riqueza de matices de esta serie y esta forma de ver la narración de historias más o menos juveniles: cómo se interpreta de manera distinta según el espectador sea hombre o mujer, homosexual masculino o femenino, friki de los comics o de la tele o del cine o simplemente persona normal y corriente. Anne Billson admite las pegas que pueden ponérse a la serie y que ella mismo puso en su día... pero no deja de reconocer, joder, que se trata de una serie de televisión, marcada y lastrada por un presupuesto pequeño y por unas trabas y unas guías de censura ineludibles (pone el ejemplo, que yo había olvidado, de que en la infausta peli para el cine, la cazadora reaccionaba a los vampiros... teniendo calambres menstruales, detalle que es impensable en una serie para la pequeña pantalla).
A lo que iba. Recuerda la autora su primer episodio de Buffy (el del pretendiente robótico de mamá), cómo no le llamó demasiado la atención, y cómo vio un par de episodios por ver si Angel estaba tan macizo como decía su amiga. Reconoce que no se enganchó hasta que pudo ver, en horario normal (en Inglaterra empezaron a pasar la serie en sábado, o sea, que en todas partes cuecen habas), y siguiéndola, la segunda temporada. Luego, claro, acabó como hemos acabado todos los que amamos esta serie, enganchada de por vida.
Aunque vi la película y al verla pensé que podría desarrollarse ese concepto en una serie de televisión, como no me hizo mucho chiste no salté de alegría cuando la vi anunciada en la tele. Mi primer episodio de Buffy pudo ser, posiblemente, alguno de la primera temporada: recuerdo haber visto de pasada al Master, y al niño Elegido, y poco más. A las ocho de la tarde que la emitían (en abierto) en el Plus, o sea, la hora de bañar a los niños que entonces eran bebés poco me llamó la atención. Vicente Quignon me decía que le echara un vistazo, y yo lo intentaba, pero entre una cosa y otra, jamás pude ver un episodio entero ni dedicarle un rato tranquilo a una continuidad que ni siquiera sabía que existía (ese horario fue el que hizo que me perdiera casi toda entera una serie a recuperar pero que ya mismo: Las aventuras de Brisco County Jr).
Pero héte aquí que pasa el tiempo, los niños se hacen mayorcitos, el verano es largo y caluroso y yo no he nacido para pasarme las tardes en una plazoleta. Abreviando, que lo mismo conocen ustedes ya la anécdota: una tarde de agosto me quedo solo en casa, con mis traducciones y mis cosas, y en un descanso pongo la tele y están pasando un episodio que, no sé por qué, no consigue que zapee y cambie de cadena. El episodio es The Zeppo, o sea, lo que podríamos llamar una noche en la vida de Xander, cómo tiene que vérselas con un puñado de chorizos zombis, disfrutar de su primera aventura sexual en compañía (bello eufemismo para recordar que se desvirgó con Faith, el tío, los hay con suerte), y salvar el mundo sin darse cuenta mientras el resto de la pandilla se las veían off camera con un horror preternatural que daba mucha risa. Me pareció tan divertida, tan original, tan redonda, que al día siguiente vi el siguiente episodio. Y otro al siguiente. Y cuando llegó el episodio mudo ya era fan de por vida. Huelga decirles que el otro gran jalón de aquellos tiempos fue el divertido episodio de Jonathan convertido en James Bond. A partir de ahí, me pillé la siguiente temporada en DVD y en inglés, y luego, a poquito a poco, tiré para atrás y conseguí el resto. Un siglo de estos tendré que darme un atracón, poner el DVD desde el primer episodio, sobornar a la familia para que se vayan todos a la plazoleta durante dos semanas consecutivas, y repasar la serie desde el principio.
Ese es el juego: ¿Cuál fue su primera vez, oigan? Con Buffy Cazavampiros, se entiende.
Comentarios (123)
Categorías: Buffy y Angel