La noticia de la semana, y me imagino que de los meses que nos quedan, es la recién iniciada edición de Príncipe Valiente que presenta Planeta de Agostini en su colección Biblioteca Grandes del Cómic. La polémica está servida, desde la errata en la portada al tamaño de la edición a los colores infográficos que a unos tienen desorientados, a otros irritados, y a otros como unas castañuelas.
Tres son las ediciones recientes de Príncipe Valiente en España. La primera y casi-completa hasta su momento que hiciera Buru Lan Ediciones a principios de los años setenta; la mejor traducción de todas para quien esto firma, con varias páginas perdidas, la tira de complemento El castillo medieval eliminada y, por eso mismo, remontadas las páginas originales de ese periodo de la serie y, por fin, las viñetas escandalosamente ampliadas en el último quinto de la edición (se sacaban dos páginas de cada una original, posiblemente para llegar a los ocho tomos anunciados). La serie quedó interrumpida más o menos cuando Harold Foster daba el relevo a John Cullen Murphy, en mitad de una aventura (¡una separación de la pareja Aleta-Val, nada menos!) y con el típico texto cambiado donde se pretendía poner fin a la serie. Pese a sus defectos múltiples, es la edición que más amo, imagino que por cuestiones de pura nostalgia.
Luego, a finales de los años setenta y primeros ochenta, B.O. publicó la serie en blanco y negro. Se incluyó El castillo medieval, alternaban páginas de edición perfecta y respetable con otras donde la mancha y el borrón parecían inevitables, la traducción era algo desangelada y la rotulación mecánica no ayudaba tampoco demasiado. Cubrió toda la parte de Foster, cuarenta y tantos tomos.
Después, iniciados los noventa, Ediciones B publicó todo Foster y una enorme porción de las (espantosas) páginas de John Cullen Murphy. Fue una edición popular, de kiosco, con una traducción algo desangelada también, un formato medianamente aceptable (más grande que las ediciones anteriores) y unos colores de espanto que cuando no borraban la línea o difuminaban los fondos acababan por pintar labios de carmín a los personajes masculinos y chapetones heidiescos a todos cuanto aparecían en las páginas. Seguía la edición americana de Fantagraphics, donde el color era, por desgracia, la mayor pega que se le podía poner. Con las orejas colorás tras las quejas de los lectores, se intentó recurrir no ya al color original, sino a las páginas originales, y durante un buen puñado de números pudimos hacernos una idea de lo fastuoso del colorido original con que la serie apareció en los periódicos. La pega, claro, era que el escaneado de esos periódicos antiguos era deficiente, los pixeles se notaban, se comía el trazo de la línea y, en conjunto, parecía que uno estaba viendo una fotocopia en color pegada en un papel que no le iba nada. Al final volvieron al color blancanievesco y el propio formato grandecito reveló las enormes carencias, el cansancio o lo imposible que lo tenía Cullen Murphy para competir con el gran Foster, sobre todo cuando Foster ya no le hizo los bocetos para ir tirando.
Ahora nos llega esta nueva edición, y tengo que confesarles que soy de los que no saben a qué carta quedarse, siquiera porque este tebeo es, para mí, el tebeo de tebeos, mi favorito, el que me ha marcado como escritor y como persona: me llega al corazón que ahora que se reedita en condiciones La leyenda del Navegante, lo haga a la par que Príncipe Valiente, que es su máxima influencia.
Es de alabar el desembarco en quioscos, la posibilidad de suscripción, los tomos en cartoné plastificado, el buen papel (se echa en falta, como en otros tiempos, publicidad en televisión o en otro tipo de prensa que no sea de cómics). El precio de salida del primer volumen, dos euros, casi parece cosa de risa. Los números 2 y 3 también tendrán un precio conjunto que no llega a los nueve euros, y a partir de ahí, y quincenalmente, veintitantos tomos quincenales.
Sobra, y lo he hablado muchas veces, la manía de equiparar ahora todo tipo de comics con la estética de los comic-books Marvel. O sea, la logoforma de la esquinita superior izquierda. Ya duele ver al Terry Lee niño-niño en la edición de Terry y los Piratas (si al menos la fueran cambiando conforme el personaje crece y madura...), y el diseño de esta edición tiene un exceso de letra: entre la logoforma, el título de la Biblioteca, el título del autor, las letras góticas que se comen hasta un tercio de la portada, y el rectángulo que abarca toda la parte izquierda de la portada, apenas queda sitio para el dibujo. El intento de imitar la estética de álbum "europeo" no se corresponde con tanta letra: habría sido mejor poner solamente Harold Foster, Príncipe Valiente, y toda la portada ocupada por los dibujos de Foster, ya que cualquiera de ellos, de cualquier viñeta, es lo suficientemente atractivo e impactante para servir de poster o de portada. En fin, que la nueva estética de la edición es como la nueva cocina esa que deconstruye las tortillas en yema por un lado y clara por el otro y patata en un extremo, no sé si ustedes me entienden.
Ya les digo que el papel es bueno. El tamaño, dadas las características épicas del dibujo de Foster, es el más pequeño de cuantas ediciones completas se han hecho hasta ahora. Puestos a elegir formato álbum europeo, podría haberse intentado seguir el de La Casta de los Metabarones, que es más grande, en vez del estándar de Astérix (ni siquiera eso, pues este álbum es casi un dedo más estrecho).
Y llegamos a la cuestión peliaguda: el color. Por puro amor al arte, según se cuenta, Adolfo García se encargó de restaurar y colorear las páginas de Foster. Al conocer la noticia de que Planeta preparaba una nueva edición de Valiente, ofreció el trabajo que llevaba hecho. Imagino que esa fue la causa de que la publicación se retrasara casi un año. Las pocas imágenes sueltas que habíamos podido ver en internet parecían impactantes.
E impactantes son, pero una cosa es verlas en pantalla y otra muy distinta verlas en papel. El resultado choca, atrae y repele a partes iguales. Se da la curiosa circunstancia de que, por fin, de todas las ediciones, se ve la línea de tinta (lo que Jesús Yugo define en La cárcel de papel como "el pluma"). Comparando las tres ediciones que tengo en casa, y la de Fantagraphics, en ninguna como en ésta edición se aprecia mejor el trazo de Foster. Y sin embargo... sin embargo parece haber un exceso de color: los cielos de muchas tonalidades inexistentes, cada detallito que se ilumina en demasía (lo que obliga, en ocasiones, a rotular en blanco, como si fuera un tebeo de Sandman). Casi podríamos decir que el color no parece al servicio de la historia, sino al contrario. Cierto es que todavía estamos, en este primer tomo, en una época de definición de la estética de la serie, y que las planchas de cuatro tiras de viñetas parecen sobrecargadas y aquellas donde las viñetas son mayores (toda la parte del Ogro de Sinstar, por ejemplo) no causan esa extraña sensación de estar viendo un tebeo que no es moderno, pero trata de parecerlo. Lo peor de todo, quizás, son las tonalidades de piel, que pretenden dar sombra y volumen donde no hacía falta. Choca, por ejemplo, la limpieza de colores en la parte de Morgana (la llegada al castillo de la viñeta final de la página 58 --plancha 56-- que aquí reproduzco de otra edición sin photoshop, donde sí se vislumbra el crepúsculo y la magia que espera al joven escudero). Insisto: en otro formato más grande, quizás no parecería una exageración cromática. Hay, de todas formas, que esperar a ver cómo se resuelven los mejores momentos de la serie por venir: el asedio a Andelkrag y la lucha contra los hunos.
La traducción, por lo poco que he podido ver de momento, quizá abusa de términos arcaizantes que no recuerdo de la edición original. Y sigue sin gustarme "Espada Cantarina", pero eso puede que sean manías propias.
Por lo que estamos viendo hoy mismo en los foros, ya les digo, es el tema del momento. Hay que alabar la audacia de Planeta a la hora de encarar esta versión post-pop de un héroe post-romántico. Habrá quienes renieguen de la edición y sigan clamando por una edición en blanco y negro, o por una edición a mayor formato, o por una edición donde los colores sean los tradicionales de toda la vida. Y habrá quien se deje cautivar por esta historia de historias, por esta historieta de historietas y pronto obvie la novedad de su colorido.
Como dicen en Cádiz, esto es lo que hay. La fuerza de Príncipe Valiente es tan grande, el precio de la edición tan atractivo, que lo mismo sería peor el remedio que la enfermedad. O sea, que en cualquier caso yo de ustedes, si no conocen esta historieta mágica, no la dejaba pasar por alto.
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