La exposición que Caja San Fernando ha dedicado al maestro Manuel Vázquez ha recalado en Cádiz, y ayer sábado se celebró una mesa redonda en el centro cultural Casa Pemán, donde se exhiben los originales del genio, en la que formaron parte Paco Cerrejón (comisario de la exposición), José María Conget, Alejandro Casasola, Joan Navarro y Vicky, la hija de Vázquez. O sea, más o menos la misma interesante charla que se hizo en diciembre allá en Sevilla, sólo que cambiando a Manolito Jr. por su hermana. El acto estuvo abarrotado (también es cierto que el local es chiquitito), pero lo curioso es que estaba lleno de gente que yo no conocía de otros actos dedicados a los cómics, lo que me hace pensar que los nombres de Anacleto, Las Hermanas Gilda, Feliciano o Los cuentos del Tío Vázquez todavía tienen tirón entre cierto público, quizá talludito y nostálgico, pero público a fin de cuentas.
Cambio total de público, y el mismo lleno absoluto, para la siguiente mesa redonda, que conformamos Mel, Fritz, Paco Cerrejón, Carlos Pacheco y yo mismo, donde hablamos de esa entelequia que es "el comic de Cádiz", y donde espero que la gente se lo pasara tan bien como nosotros, porque lo cierto es que nos reímos un buen rato, y pese a la timidez de los dos humoristas de la cosa, afortunadamente estaba el dúo cómico-vocal Marín-Pacheco para acudir al quite y contar anécdotas peregrinas, chistes tontos y verdades como puños. Lo más divertido de todo es cómo reflejan hoy los periódicos de la ciudad el magno acto: no se enteraron de ná, pobrecitos becarios. Como todas las noticias que leemos sean como esa...
Luego, cenamos en la calle Veedor, y estuvimos hasta las tres de la madrugada luego de palique en mi pub irlandés favorito, que estaba medio vacío porque todo el mundo en Cádiz andaba en la pestiñada que da comienzo al Carnaval a un mes y pico vista o celebrando la gesta del equipo de fútbol contra el Real Madrid, así que pasamos una velada tranquilita charlando de tebeos, de la compra de originales, de los japoneses, de más tebeos y del espacio que ocupan en casa o en la oficina, de problemas de edición, del sueño de editar tal o cual título y ver si se hacía de tal o cual manera, de salones de historieta y artistas desconocidos y series de televisión antiguas y de lo poco que venden ciertos autores ya y cómo en el fondo la industria editorial sobrevive gracias a lo que se publica de manga adolescente.
Una buena iniciativa, la de Caja San Fernando, que esperamos que se repita otros años. Y que cuenten conmigo, claro, que el jamón y el adobo eran canela en rama.
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