Me cuentan también la anécdota del cura párroco, quizá ya fallecido, quizá ahora en otras parroquias, quizás dedicado a otros menesteres. Cada mañana, en el bar de solera del barrio, ese que huele a madera oscura y a cantes viejos, a serrín y recuerdos de banderilleros y comparsistas. Entra siempre el cura, con su boina y su sotana, y siempre le ponen, porque así lo pidió en tiempos y así queda establecido, una copita de anís y un vaso hasta arriba de agua. Se toma el mosén la copita de anís de un trago, haciendo esas muecas que hace la gente cuando se mete del tirón entre pecho y espalda un lingotazo de Machaquito o de Anís del Mono. Brrrr. Y luego, para suavizarlo, del tirón también, glu glu glu, el vasito de agua. Y hasta mañana.
No tendría nada de particular si no fuera porque, en realidad, en la copita de anís no había anís, sino agua. Y en el vaso de agua, el que estaba lleno hasta arriba, no había agua, sino anís.
No sé si el cura sería o no de Cadi, pero eso también es arte, picha. Gracia divina.
Comentarios (20)
Categorías: Cosas de Cadiz