Mientras ustedes están todavía sacudiéndose de los dedos el polvorón, a nosotros en Cádiz ya nos huele el aire a papelillos. Comentaba ayer mi amigo Tomás que, por mucho que uno pudiera admirar en abstracto a los países del norte, quizá la clave era trabajar fuera y después venirse a disfrutar las vacaciones por aquí abajo. Era la ilusión del muchacho que se marchaba de vuelta al invierno y que, me temo, le maté con mi respuesta cuando le dije: Lo que pasa es que aquí nosotros estamos de fiesta cada fin de semana.
Aún no hemos terminado de recoger los avíos del belén y las lucecitas del árbol, y en las casas todavía tiene uno que mirar antes de sentarse no vaya a ser que estrogorcie un juguete todavía desconocido o arrugue un libro, cuando, ya les digo, en lontananza se percibe el compás del tres por cuatro, el olor de los bocadillos de Tere con la tartana y las tortillitas de camarones, los erizos y el vino de chiclana, y el maquillaje en el rostro y el olor de los tintes de las telas que, a partir de mañana mismo, tiempo al tiempo, empezarán a vender los gitanos del piojito: tan importante como encontrarte la ganga con las rebajas, descubrir entre el montón ese trozo de tela inservible que te puede servir para hacerte una capa o, relleno de foam, darle forma a esas formas que serán tuyas, si te disfrazas, por unas horas.
Ahora vendrá el tiempo de alternar los aborrecibles comentarios políticos con las divertidas crónicas deportivas y, sobre todo, de comentar qué comparsa o qué chirigota o qué coro o qué cuarteto son este año el pelotazo, quién no está a la altura de otros años, quién se revela como nuevo trovador indispensable y qué popurrí o qué estribillo hace más gracia. Ahora vendrá el tiempo de poner de nuevo a prueba la ironía del Yuyu, la pasión de Manolito Santander, la capacidad mágica para el tipo que tiene El Selu, cómo recordarán su pasado remoto de miembros de coro griego todos los juancohones que componen la chirigota del Lobe y el Cabra. Y vivirán quienes puedan pegados a la radio las madrugadas, y será otra vez el tiempo de descargarse emepetreses con lo más divertido de la actuación de la noche anterior, y los más avezados conseguirán esas entradas para ver en directo y allí mismo a las agrupaciones donde las agrupaciones más quieren estar, o sea, en el Falla.
Ya huele, por encima del deseo de primavera, el salitre del carnaval, aunque este año quede aún lejano: se nota en la calle en el trasiego de laúdes y guitarras, en los corrillos de tomar café y escupir humo, en las noticias que se transmiten por radio macuto antes de que las radios y las teles empiecen como cada año la guerra de audiencias y se ponga en marcha la maquinaria oficial, liderada por los políticos que en el fondo tanto temen la opinión desfavorable de esa voz pública a la que creen poder comprar con un viaje a Madrid y una palmadita en la espalda.
Quien no se consuela, Juaki, es porque no quiere. Más que la vuelta al tajo mañana por la mañana, lo que prepararemos será de nuevo el tirarnos de cabeza a la fiesta.
Comentarios (118)
Categorías: Cosas de Cadiz