Siempre es larga la noche, Tomás, si estás solo y tienes miedo.
Aunque a tu vera pasen rubias de dos metros y duerman en el suelo hombres que son perros
y haya un algo de John Cleese revoloteando tras el mostrador
y no aparezca nunca Charlotte Rampling para darte consuelo.
Siempre es larga la noche, Tomás, si el idioma te corta como una cuchilla.
Aunque puedas refugiarte en torres blindadas y tengas un colega en la secreta
y cualquier borracho de bar pueda ser tu hermano del alma cuando extiende la mano
o darte una puñalada tabernaria en el apagón sin cámaras de la madrugada.
Siempre es larga la noche, Tomás, cuando el cielo está lejos de su reflejo en el agua.
Aunque quieras volar como un pájaro herido y en lo más alto veas un castillo de cuento.
No te fíes del mundo, ni te encapriches del tiempo
y activa en tu corazón el GPS que te regrese a casa.
Siempre es corta la noche, Tomás, cuando te oye un amigo
y la risa se hace amarga y el temor se comparte
y la navidad se suma al montón de envoltorios viejos
que marcan el final de las ilusiones y el imperio del frío.
(A lo lejos suena Mona Lisa Mona Lisa)
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