"Kitchen Sink Press nunca fue dirigida de manera formal como Marvel Comics o DC Comics. La compañía publicaba una media de un comic book nuevo cada mes. A veces Kitchen publicaba dos o tres cada mes; a veces pasaban meses y no producía ninguno nuevo (en aquella época Dennis Kitchen dirigía un estudio artístico y también The Bugle: no trabajaba exclusivamente en comic books). Con un calendario de producción errático Kitchen podía hablar con un artista que pasara por Milwaukee y decir "¿Y si haces algo para mi nueva antología"? Y el artista decía: "De acuerdo, me pongo ahora mismo; lo tendrás dentro de tres o cuatro meses". Y podía pasar un año antes de que el material llegara, pero cada vez que lo hacía, Kitchen lo publicaba, siempre que cumpliera sus baremos de calidad.
Y, al contrario que ahora, en que un comic book se lanza y se anuncia al mercado meses antes de ser publicado para las distribuidoras y los coleccionistas, Kitchen Sink Press no hacía ningún tipo de marketing previo. Cuando se montaba un título nuevo en el despacho de Kitchen, él mismo lo llevaba a la imprenta para publicar una tirada inicial de diez mil copias (un título de Crumb podía empezar con cincuenta mil). Entonces se enviaban muestras a los distribuidores de parafernalia relacionada con el mundillo de las drogas, vendedores independientes y distribuidores de cómics en alza como Phil Seuling y Bud Plant. "Aquí está nuestro nuevo título; ¿cuántos queréis?". Basándose en la experiencia, Kitchen asumía que podía vender al menos diez mil ejemplares de cualquier título. Todos los editores underground sacaban a la calle periódicamente material que podía ser subestandar, pero seguían podiendo vender diez mil copias. La única duda era con qué rapidez reeditaba Kitchen un título. Podía tardar un año en vender los primeros diez mil. Pero si se vendía en unos pocos meses, hacía otra edición de diez mil ejemplares y cuando esa edición se agotaba, otros diez mil. Un comic book underground que fuera popular nunca se agotaba en imprenta, mientras que comics mainstream como Spider-Man o Superman se imprimían mensualmente y eran sustituidos secuencialmente para que hubiera un número nuevo cada treinta días.
Los comics mainstream que no se vendían (a menudo más del cincuenta por ciento de la tirada) eran convertidos en pulpa por los distribuidores, un proceso ineficaz y desagradable que Kitchen rechazaba.
Marvel y DC eran editoriales normales que sacaban a la venta un producto normal; la producción mensual era la forma en que funcionaba su modelo de negocio. Pero para los hippies, el asunto era que existían aquellos títulos que molaban, ¿y por qué no podían estar en las estanterías indefinidamente? Los buenos todavía se imprimen. Kitchen argumentaba que se puede entrar siempre en una librería y encontrar un clásico como Huckleberry Finn porque resistía la prueba del tiempo. Consideraba que si un comic de Robert Crumb era bueno, la gente seguiría descubriéndolo y leyéndolo, y sería tan bueno hoy como el año pasado, y lo seguiría siendo dentro de cinco años. Los comics underground también disfrutaban de un alto nivel de lectura compartida, porque acababan en un montón de dormitorios escolares, casas de ocupas, comunas, sitios donde el concepto de propiedad era nebuloso. Los dueños originales no leían un comic una sola vez, lo metían en una bolsa de plástico y lo guardaban en una cripta herméticamente sellada y a prueba de humedad para el resto de la eternidad".
De WILL EISNER: A SPIRITED LIFE, de Bob Andelman. Lo reproduzco porque me llama la atención la lúcida visión del medio y su forma de publicación que ya tenía Dennis Kitchen en los años setenta. Compruébese con las tiradas de los comic books de hoy, su distribución, y su desaparición inmediata de las librerías
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