COTILLONES Y CONGAS
Para mí siempre fue algo que se veía en los tebeos. En los chistes de una sola viñeta, tipo Can-Can, para ser más exactos. Un señor borrachuzo con matasuegras y corbata ladeada, gorrito de papel y la nariz así como enrojecida. Y al lado su señora esposa reprendiéndole porque le estaba tirando los tejos a una maciza que era la hija del jefe mientras bailaba descalzo la conga. Algo que quedaba muy lejos.

Luego, de pronto, se pusieron de moda. Como todo lo que nos da por imitar, claro. Y la gente, todavía con las uvas en el esófago (mayormente la juventud, por aquello de escapar de los parientes plasta de la familia), se largaba corriendo a la calle, a seguir con champán y cubatas la juerga, de pubs y en la calle, a pesar de que solía hacer un frío de espanto y con una cogorza en to lo alto lo que menos se apetece, a las siete de la mañana, es darte luego una indigestión de chocolate y churros.

Como vieron que allí había taco, empezaron a proliferar los cotillones. O sea, cualquier mindundi alquilaba, un poner, un cine vacío o una pista de tenis y allí que vendía más entradas de la cuenta. Y la gente, que se muere por aparentar, aparecía con corbata hortera y hasta con camisas con los cuellos parriba, o con smoking, y ellas con mucha minifalda y mucho escote y en el fondo arrecías de frío, pobrecitas. Total, todo para acabar vomitando los cubatas en los zapatos de estrenos en medio de una conga larguísima que daba tres vueltas al escenario, para perder las bragas rojas en cualquier magreo a destiempo con alguien a quien a lo peor ni conocías (o, todavía más espantoso, con alguien a quien sí conocías), y pelearte con el novio porque hacía lo mismo con otra o perdía el control con los alcoholes y acababa con la camisa de seda manchada de sangre y la nariz como un pimiento morrón. Todo ello muy altamente cachondeable.

Al socaire de la moda todo el mundo, ya digo, se montó un cotillón: legales e ilegales (no entro en las cenas-cotillón, que eso debe ser otra cosa, por lo menos en la primera parte, hasta que dan las doce campanadas), con medidas de seguridad y sin ellas. Había quien se largaba con la recaudación, quien ni siquiera llegaba a abrir las puertas del local, perdido en las playas de Copacabana (donde bailaba merengue, no conga) a cuenta del mogollón de pelas vendidas en entradas, y quien acababa en comisaría denunciando la desaparición del nota o el no cumplimiento del contrato, que decían que era barra libre y nasti de plasti, colega, quinientas pelas el cubata y de garrafa. La policía local, dicen, no daba abasto esa noche poniendo multas (sí, ya sé, los inocentes fue cuatro días antes).

Al final pudo la ley del más fuerte y sólo fueron quedando pocos cotillones. Escogidos, eso sí. O sea, en cualquier cine cerrado o cualquier pista de tenis, pero cobrando un potosí, y con más gente que en ningún sitio: es de suponer que ahí las congas eran kilométricas. Reconozco que nunca le he visto la gracia a gastarte quince o veinte mil pelas (o más) por estar de barra libre toda la noche, cuando por ese mismo dinero te vas a cenar o te compras whisky de malta Glengoyne, que es el que me gusta, pero en fin, cada cual tiene derecho a empezar el continuará de su vida que es el fin de año como le place. Otros queman libros o son racistas sin darse cuenta.

Leo en la prensa de estos días que las aguas han vuelto a su cauce y los cotillones están, una vez más, a la baja. Es natural. En una sociedad que convierte la calle en bar de copas continuo, con una juventud que pone la excusa de que no entra en pubs o discotecas porque allí los clavan de lo lindo y prefieren pasar a la intemperie todos los fines de semana de su vida, es normal que al final acaben haciendo esta madrugada lo mismo que hacen todas las madrugadas, pero vestidos un pelín más pilingui-horteras.

O sea, comprar el hielo en cualquier gasolinera de guardia, y cargar con las bolsas del Lidl con las botellas de whisky barato y cocacolas y batida de coco hasta la plaza inhóspita y medio congelada donde se celebre la movida. Eso sí, teniendo cuidado de no dar un resbalón con cualquier pota, que con los zapatos de tacón es un problema, no vaya a ser que de un traspiés se rompan antes de tiempo el tanga rojo o acabe más de uno con la nariz como un pimiento morrón.

La duda que me queda es si también se baila la conga por las plazoletas.

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Comentarios

1
De: sergisonic Fecha: 2005-12-31 12:01

Siempre he tenido curiosidad por saber cómo es un fin de año en el teatro. Tengo ganas de pasar un fin de año viendo alguna obra de teatro, sí.
Feliz año.



2
De: RM Fecha: 2005-12-31 12:04

¿Pero todavía hay teatro en fin de año? ¿Ahora que ya no hay dos funciones?



3
De: sergisonic Fecha: 2005-12-31 12:11

Sí, sí. En Barcelona cada año continúan las funciones. En el enlace que te dejo hay un pequeño reportaje, en el que mencionan todas las obras que están en cartel, de hecho: "El mètode Grönholm", "Mar i Cel", "Un poco de arsénico por compasión", "Hedwig and the Angry Inch"...

¿Has ido en fin de año alguna vez al teatro?


http://www.elperiodico.com/viernes/default.asp?pagina=15&idioma=CAS&h=051230&pub=Viernes



4
De: RM Fecha: 2005-12-31 12:15

Aquí hay teatro cuatro días al año.... y no en fin de año.

Las malas lenguas dicen que quien se lo pasa cojonudamente son los médicos y las enfermeras en los hospitales ese día.




5
De: sergisonic Fecha: 2005-12-31 12:17

y es que deben jugar a "médicos y enfermeras" esa noche :PP



6
De: Juaki Fecha: 2005-12-31 12:35

Doy fe de ello, Rafa, y no me preguntes por qué. Sería largo de explicar :)



7
De: RM Fecha: 2005-12-31 12:36

Coñe, el lunes me lo cuentas...



8
De: sergisonic Fecha: 2005-12-31 13:21

oooooooooooh
:)



9
De: Javi Gala Fecha: 2005-12-31 20:38

Sin entrar en el cariz sexual de médicos y enfermeras, sí que se lo deben de pasar de puta madre...la de anécdotas que tendrán.
Féliz año, aquí uno que lo va a pasarencerradito en casa en madrí...



10
De: Ojo de Halcón Fecha: 2005-12-31 21:06

Yo no voy de cotillón. Paso, para que gastarme 70 euros si ni siquiera bebo. Hay mejores formas de entrar en el nuevo año con los amigos.