Sólo cuando se las cogía doblás tenía Torre la sensación de que la vida podía parecerse a un sueño recurrente, eso que se repite una y otra vez, como una indigestión que no se te va de la cabeza hasta que, curiosamente, haces de cuerpo o echas la primera papilla, venga a darle una y otra vez a lo mismo, y que no te puedes escapar, oye, con lo sencillo que es eso, abrir los ojos, mirar el despertador, darte media vuelta en la cama, soltarte dos cuescos y seguir durmiendo y empezar un sueño nuevo, que es como si cambiaras el canal o, suponiendo que uno sea bicho raro y lea, cambie de capítulo en un libro.

Pero qué va, también podía tener uno esa sensación de sueños pesadillescos estando despierto y con na más que dos cervezas sin alcohol en la barriga, joroba, que lo llega a saber él y le dice que no a Angelito Fiestas o por lo menos se echa un termo de café o de caldo de puchero. Y anda que no hacía frío en la sierra, lo natural, como que a veintiocho de diciembre, y encima día de los inocentes, allá arriba lo raro hubiera sido que las nenas estuvieran en tanga y enseñando cacha.

La madre que parió a Angelito Fiestas, o sea, la Charo, que estaba pasando las vacaciones de navidad en Cayo Coco con el chorbo aquel que Torre tenía atragantao, el dentista que se parecía a Jordi Hurtado, y la negra Dafni en paradero desconocido, y el Angelito que de pronto se estaba haciendo una celebridad local, con aquello de que colaboraba en revistas de historia y tenía blog y página web en Internet y hasta había escrito un guión de cómic que le habían publicado (sin demasiado éxito, por cierto) unos chavales de allí de Mallorca.

Y esta es la misma que ala, en vez de ir de friki raso, como solía ir de vez en cuando a todas esas cosas en las que gastan el dinero los ayuntamientos pa que no se note que se lo gastan todo los concejales en cenas con vino del más caro, en enchufar al cuñao o en comprarle una sortija a la putita con la que están liaos, po resulta que a Angelito Fiestas de pronto lo invitan a que de una charla sobre tebeos de terror allí al evento anual de frikis de la sierra, cohone con el niño, que parecía que no iba a dar en la vida un palo al agua (total, si con la pasta de papá no le hacía falta), y allá que de pronto se convierte en el rey del mambo a nivel provincial y venga a recibir llamadas y correos electrónicos pa que eso, venga, se fuera a dar una charlita a la Bultaco Burra Freak Show, que era como le habían puesto a la cosa, fíjate tú, en vez de ponerle Manga Por Hombro Salón de Benamahoma o Tebeosinfronteras de Benamejí. Nada, Bultaco Burra Freak Show, tres días, todos los frikis del pueblo dejando por un día la boína y las conexiones a tresuvedoblepuntotodaspilinguispuntocom a ver en vivo y en directo a Angelito Fiestas y nada menos que a Pascual Prados, que era dibujante de comics que se estaba haciendo de oro y plata dibujando tebeos de terror para Italia y que hasta se daba cierto parecido a Dylan Dog, lo que son las cosas.

Y como no tenía medio de locomoción propia, cohone con el niño, que ya se podía haber sacao el carnet, allá que recurrió, como de costumbre, al bueno de Torre, que no tenía otra cosa más sencilla que hacer el día de los inocentes que coger el coche de la familia y meterse en carretera, salir a la autopista, perderse dos veces en la autopista, enfilar por un camino de cabras monte arriba procurando no salirse de la calzada aunque los ojos se le iban detrás de lo modernos que eran ahora todos los puticlús de carretera, y allá que llegaron los dos a las seis en punto de la tarde, como habían prometido, a que Angelito diera su charla sobre tebeos de terror, que a Torre desde luego más bien le daban poco miedo, y a que Pascual Prados apareciera en loor de multitudes y se hinchara a hacer dibujitos de vampiros y de tías en bolas y después los invitaran a los dos (y a Torre, que para eso iba, mitad guardaespaldas mitad padrino del niño) a cenar a base de bien, que además les habían dicho que tenían el hotel pagado y que todo corría a cuenta del ayuntamiento.


Y no veas el chasco, tú, cuando Torre por fin aparca en un sembrao de coles, con un frío de impresión y los huevos más encogíos que una botella de plástico pa que entre en el agujerito del bidón de reciclaje, y allí aparece el nota encargado de los actos, que era alto y vestía de negro como todos los notas que organizan estos actos, y que aunque no tenía pluma, que también solía pasar, ceceaba y lo dejaba todo perdido de perdigonazos que tenían un regustillo a ajo. Y ná más bajar del coche, mientras Angelito Fiestas saludaba así como si acabara de salir del Air Fors Uan, la primera en la frente: que mira, que no hemos conseguido dos carros pal proyector, como querías, y que como esto es un centro deportivo a ver dónde encontramos un sitio para que des tu charla.

A Torre ya le empezó a picar la oreja izquierda na más ver al nota, pero fue entrar en el centro deportivo de los cojones, que tenía un aire a colegio salesiano de los años setenta que tiraba de espaldas, para darse cuenta de que estaban haciendo los dos el canelo, y lo que les faltaba. Porque resulta que friki-friki, lo que se dice friki-friki, no es que fuera muy friki el Bultaco Burra Freak Show aquel. Vamos, que no se parecía en nada a las jornadas de tebeos japoneses que había visto en Jerez aquella otra vez que tuvo que llevar a Angelito y Migue el Negro vestidos los dos de Oliver y Benji (y allí por lo menos había niñitas enseñando las cachas), ni a la cosa aquella de la ciencia ficción que organizaron en la antigua fábrica de tabaco donde vino aquel director de cine mexicano que estaba gordo como un sollo pero que tenía tol arte y se volvió loco con las tortillitas de camarones. Como show friki, la Bultaco Burra Freak Show era más bien pobre: tol espacio del pabellón partido en dos por una lona de plástico celeste con más agujeros que Enrique el Mellao en la boca, tres o cuatro chavalillos subiendo a una especie de cuerda, otros diez o doce viendo videojuegos por el ordenador, tres notas intentando vender juegos de rol y dioramas de esos que parecen nacimientos pero con monstruos y elfos en vez del pesebre y el niño Jesús, que es lo que está mandao, una casetita de plástico blanco vendiendo camisetas (todas negras, claro), y al lado otra igual donde se vendían fanzines donde, si estuviera en portada estampá la cara del Che Guevara en borroso, hasta parecía que uno había retrocedido en el tiempo a los años de las vietnamitas, las patillas, las trencas, las bufandas rojas y los discos de Paco Ibáñez. Y un escenario al fondo, con unos notas que ensayaban a toda pastilla cosas de jevirock que sonaban fatal y que en seguida consiguieron que a todo el mundo le doliera la cabeza.

Allí se quedaron los dos, como si de pronto los hubieran desembarcao en medio del desierto de Almería. Congelaítos, sin quitarse el abrigo, esperando a ver qué pasaba. Y allí cada quisqui a su bola. Al cabo de un rato llegó otro nota, también vestido de negro pero con manguitas cortas, y este no con pluma, sino con estilográfica Parker, que ya era echarle valor a la cosa, y le entregó a Angelito un proyector de diapositivas y allí los dejó a los dos para que se apañaran, con el proyector en una mano, las diapositivas que Angelito llevaba en la otra, y un alargador de esos azules de donde sale una jartá de cable que después nunca se enrolla. Y la música venga a atronar, y los zagalillos venga a subir por la cuerda, y los otros to emocionaos con los juegos de ordenador, y los de los dioramas de rol jugando a las batallitas ellos solos como si fueran el abuelo Cebolleta, porque por lo demás por allí ni había notas disfrazaos de Son Goku ni pibas feas dando el cante ni gente disfrazá de Starguars, si es que por no pasar, por el frío a lo mejor, por allí no pasaba nadie.

Al final, otro nota (o el mismo de antes, ya con el dolor de cabeza y con la congelación ni distinguían quiénes eran) les dijo que no, que no había salas para dar la conferencia, que iba a tener que ser allí mismo, porque todo lo que había en el piso de arriba eran vestuarios, y no era plan ponerse a hablar de los tebeos de Buffy y Joss Whedon mientras se cambiaba de equipación el equipo del pueblo, Belloteros Motorizados en Acción. La mare que parió al demonio, entonces a ver dónde cojones daba él la conferencia y Pascual Prados, cuando llegara, su mesa redonda. Y entonces el nota de negro sonrió y señaló con el dedo así y la mano en la cadera asá una de las dos casetitas blancas, la que estaba vacía, donde no había ni mesa ni silla ni pantalla ni ná de ná, y dijo que allí sin problemas.

Y allí mismo fue. Como se pudo, con una jartá de dificultad porque no se atrevían a quitarse los guantes no fuera a quedarse pajaritos, Torre y Angelito fueron metiendo las diapositivas en el cargador, con la mala pata de que sobraba la mitad (eran más de setenta), y al comprobar cómo lo estaban haciendo vieron que les salían todas boca abajo. Vuelta a quitarlas y a meterlas otra vez, al comprobar por segunda vez vieron que, cojones, ahora les salían como reflejadas en un espejo. A la tercera fue la vencida y allí se quedaron otra vez los dos, esperando a ver quién venía a ver la charla y las diapositivas de vampiros, muertos, hombres lobos y tías en pelota con los pezones como tapones de botellas de champán y cara de no saberse si le gustaba más chupar la sangre o un buen nabo.

Como pasaba más de una hora de la hora anunciada y allí ni se acercaba nadie ni los demás les hacían el más puñetero caso (ya hasta los niños de la cucaña se habían ido pa más pallá del carajo), al final Torre agarró una silla, se puso frente por frente a Angelito, que estaba empezando a ponerse azul y al que no se le veía bien la cara porque tenía delante una nube de vaho y le dijo tú empieza, picha, que aquí estoy yo para verte. Y Angelito hizo de tripas corazón, porque estaba viendo que allí no iba a escucharlo nadie, y empezó a explicotearle a Torre que aquella gachí que se parecía a Nadiuska era Vampirella, del planeta Draculón, y que la otra se llamaba Dracurella, pero que no se sabía de qué planeta era, y además estaban Lucifera y Satania y Hera la diablesa y Sukia y Zora la vampira y no sé cuántas más gachises medio en pelota o en pelota entera, todas allí a tamaño de metro y medio. Al cabo de un rato, por lo menos, ya tenían a diez personas viendo allí la conferencia. Bueno, viendo las poses de las tías y comentando a voz en grito lo macizas que estaban. Angelito venga a enrollarse que si el dibujante se llamaba González y era español y que si el otro se llamaba Leone Frollo y dibujaba historias de sadomaso a lápiz, y la gente dale que te pego allí, congelaos tós, seguro que hasta haciéndose alguno una paja bolsillera. Y en se momento, zas, llega Pascual Prados, que conocía a Angelito de algún salón del comic y de aquella vez que Angelito estuvo dando unos cursillos de informática en su pueblo, y Angelito la mar de orgulloso anunció: señores, que acaba de llegar Pascual Prados.

Y como si hubiera dicho la hora o la tabla del uno, oye, que nadie le hizo al dibujante ni puto caso. El nota de negro sin pluma lo saludó, le dio la mano, le dijo hola al mayordomo del dibujante, que hasta mayordomo tenía el tío de la pasta que ganaba primero en liras y ahora en euros, y desapareció por el foro mientras la música empezaba a sonar otra vez y Angelito aprovechaba para saltarse diapositivas porque estaba viendo que aquello era un fracaso.

Recogieron las diapos, entregaron el aparato y los mil metros de cable que seguía negándose a entrar en el disco azul, y se sentaron los dos con Pascual Prados y su mayordomo, que se habían chupado doscientos kilómetros en coche con una niebla del copón, esperando que empezara la mesa redonda donde iban a hablar los dos de los tebeos de terror y la importancia semiótica del elemento miedo en los paradigmas urbanos del fumetti giallo, y lo más que consiguieron fue que dos frikis cuarentones se les acercaran y empezaran a hablar de quién era más fuerte, Frankenstein o el Hombre Lobo, y llega otro y le dice a Pascual Prado con mucho respeto y casi con reverencia supersticiosa si le puede echar un vistazo a un guión de comics que ha escrito, y le coloca encima de la mesa un tocho de lo menos noventa folios, pa que se lo fuera leyendo mientras tanto, y la música seguía sonando, pasaba el tiempo y nadie anunciaba ni la mesa redonda ni na de na, o a lo mejor es que aquello era la mesa redonda, estar los cuatro sentados y solanos en un rincón, porque les pusieron un espejo para que no molestaran a nadie, y lo único que pudieron hacer fue comprarse un par de bolsas de papas fritas (del Cortijo, menos mal) y dos botellines de agua, que las pagó el mayordomo del dibujante, que tenía cara de palo y debía estar acostumbrado a este tipo de situaciones, y lo más que consiguieron hacer para estirar las piernas y entrar en calor y no quedarse como Gasparito fue darse un garbeillo por las instalaciones del polideportivo, que estaba to lleno de fotos de equipos de melenudos de los años de John Travolta con las calzonas cortitas, los bigotones, las camisetas estrechitas y cara como de tener frío en el cogote, por aquello de que no se podía jugar bien al furbo con la boina puesta.

boina
Pasó una hora y media que se hizo larga como un día sin pan, inacabable, insoportable, un delirio de esos de fiebre en que uno quiere despertarse y no tiene cojones de hacerlo y allí nadie anunciaba ni la mesa redonda ni na, y Pascual Prados, cada vez más encogío en el abrigo de diseño italiano, que también empezaba a ponerse de color pitufo, dijo que se iba, que no esperaba más, que se quedaran con la habitación del hotel y la cena prometida y que no, que eso no eran formas, que ya lo sabía él, si su padre era de aquel pueblo hasta que salió por piernas y se instaló a doscientos kilómetros de distancia para nunca más volver y allí lo único que interesaban eran las Bultacos, que hasta las regalaban en las tómbolas, y la siembra de remolacha y la feria del vino, y no los tebeos ni el terror ni la fantasía ni el arte secuencial ni la madre que lo parió, que se iba pa su casa aunque hiciera niebla o llovieran chuzos de punta, y que ya podían Angelito y Torre decir si se quedaban o no, porque aquello le olía a cuerno quemao y seguro que ni tenían el hotel reservao ni la cena apalabrá ni ná y, en todo caso, seguro que iban a tener que acabar pagándoselo ellos.

Y entonces, cuando Angelito y Torre estaban a punto de largarse también de estranguis, zas, suena la música pero esta vez de lata, que ni los juegos olímpicos, y llegan la alcaldesa, la concejala de cultura, el de juventud, el director de la caja de ahorros local, el cura párroco, y proceden con gran pompa y boato a entregar los premios del Bultaco Burra Freak Show a los concursantes: diez euros al mejor dibujo del pueblo, veinte euros a la mejor poesía dedicada a Santa Cecilia, cuarenta euros al mejor jugador de mus, un despilfarro. Y cuando ya estaban los cuatro (Torre, Angelito, Pascual Prados y el mayordomo) a punto de llegar a la puerta y echar a correr pa los coches, zas, allá que anuncian sus nombres (los de Angelito y Pascual Prados nada más, claro) para hacerles entrega de una placa conmemorativa por su participación en el Bultaco Burra Freak Show de este año con la esperanza de que su éxito se repitiera el año que viene.

Sus castas castas toas, Torre no sabía si reírse, llorar o mangarle la bufanda al nota que tenía al lado, pero allí tuvieron que subir los dos, el dibujante y Angelito, a recibir una placa de alpaca de esas que se ponen negras a los dos meses, y estrechar la mano de todos y hasta darle un besito a la alcaldesa y la concejala, que ni siquiera estaban de buen ver. Y ya lo dieron todo por terminado, y va Pascual Prados y le dice al nota de negro, que llevaba años queriéndolo traer al festival del pueblo, porque era su sueño de la infancia, va Pascual Prados y le dice bueno, nos vemos, y el nota, en vez de decir no hombre, ahora nos vamos a cenar y os llevamos al hotel y nos tomamos unas copitas pa entrar en calor, le dice pues bueno, hasta otra, y Pascual Prados se quedó más cortao que un chorizo Revilla (o lo mismo no, pa qué nos vamos a engañar, si estaba tol pescao vendío) y cuando Angelito Fiestas le dijo al nota de negro sin pluma que ellos también se iban, que no se quedaban al hotel, el otro no dijo ni mú, ni le puso pegas, como si aquello de quedarse en el hotel fuera algo caído del cielo que no estaba especificao en la letra pequeña del contrato.

La madre que los parió. Se montaron en los coches, salieron de pueblo, se pararon en una venta de carretera que conocía el mayordomo de Pascual Prados y allí por lo menos se tomaron un consomé caliente y unas buenas chuletas. Pagando ellos, claro, qué remedio.

Cuando llegaron a Cadi (después de que Torre, peligrosamente, se perdiera en la autopista y estuviera a punto de volver por el camino del pueblo), el ruido de la música jevi todavía les resonaba en la cabeza. Un éxito, manda cohone. Angelito, picha, pa otra vez que te hagas famoso y te inviten, di que tienes el periodo.

Lo curioso del caso es que no hizo falta: al año siguiente, cariacontecido, el nota de negro llamó a Angelito pa disculparse. Pa disculparse de que no podían invitarlo ese año, cagonlamar, y que otra vez sería.


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Comentarios

1
De: AMS Fecha: 2005-12-28 09:48

Ondia, ¿tambien en el tebeo pasan esas cosas? Creía que estaba vedado a otros eventos frikis :)



2
De: RM Fecha: 2005-12-28 09:54

Cualquier parecido con la realidad... es que no he sido capaz de disimularlo bien.

Todo surreal y auténtico.



3
De: CarlosP. Fecha: 2005-12-28 10:38

Por cierto, que Pascual Prados me contó la anécdota, a Angelito se le olvidó contarte que en la Venta cenaron ni más ni menos que con los mismísimos Reyes Magos que andaban por allí de cena de empresa y haciendo planes para la próxima noche de trabajo que se les avecinaba..y que al menos gracias a Baltasar les pusieron bien de cenar y no muy caro.

Si es que todo puede subir un peldaño en la escalera del surrealismo.



4
De: RM Fecha: 2005-12-28 11:12

Es que con la hipotermia Angelito no estaba seguro de si eran los reyes, si era Papá Noel o si era todo una alucinación.



5
De: V. Fecha: 2005-12-31 10:05

Qué buena historia ésta. Verídica como la vida misma. Por eso da miedo, mira. XD



6
De: RM Fecha: 2005-12-31 11:08

No, si al final en vez de costumbrismo cachondeante estoy haciendo terror cotidiano....



(bueno, esa será la cuarta novela de la serie) :P