Cena de Nochebuena. Mientras comentamos los precios imposibles del marisco, lo rico que está el caldo o recordamos familiares ausentes y amigos perdidos, Miriam, tres años, rubia de tirabuzones que ni Shirley Temple en sus mejores tiempos, alta, pálida, anarquista como a mí me gusta que sean los niños, delante de su padre (que es mi primo), su madre y sus abuelos (que son mis tíos), comenta que quiere que le traigan algo que está en el frigorícoro.
Así, como lo oyen ustedes, y con la voz cascada de una niña. Frigorícoro. La carcajada es unánime. La desviación de la palabra, mucho mejor que la del viejo chiste del Federico, más difícil de pronunciar que la real y todo.
Cuando le pregunta el abuelo cómo se dice, la niña, sin cortarse ni un pelo, suelta la perla:
--Se dice nevera.
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